💥 “Ni sombra para una cucaracha”: Villarroya se carga a Ayuso y Cintora estalla en carcajadas 🎤🌞

Jesús Cintora tiene que poner los puntos sobre las íes a una colaboradora  por compararle con Ayuso

Jesús Cintora no aguantó más.

La carcajada le salió del alma.

No era para menos.

Villarroya acababa de decir que los toldos de la Puerta del Sol, esos que costaron un millón y medio de euros, no daban sombra ni a una cucaracha.

Y lo decía en serio.

O en broma.

O en ese punto perfecto entre lo trágico y lo hilarante que solo alcanza quien conoce bien la podredumbre que critica.

Pero no se trataba solo de toldos.

Era una declaración de guerra al sinsentido que gobierna Madrid.

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Villarroya encendió la mecha repasando, sin perder la sonrisa, el absurdo de que una ciudad en plena ola de calor invierta millones en “soluciones” que no solucionan nada.

La imagen es dantesca: bancos colocados fuera del área de sombra, hormigón por todas partes, y un calor que derrite hasta la dignidad.

Madrid no es solo una ciudad sin sombra, es una metáfora política del desastre neoliberal.

Y mientras Almeida presume de gestión, los datos y las imágenes lo desmienten.

Los 12.000 m² de la Puerta del Sol han sido reformados dos veces en dos años.

¿El resultado? Un desierto de cemento y toldos decorativos.

La solución más básica —plantar árboles— fue descartada.

Porque claro, ¿quién querría una ciudad verde? ¿Quién necesita frescura cuando puedes pagar a constructoras amigas del PP para que instalen techos de tela inútiles?

Aquí es donde Villarroya apunta con precisión quirúrgica: ¿quién se está llevando crudo el dinero? ¿Quién adjudica contratos millonarios a empresas salpicadas por Gürtel y Lezo? ¿Quién construye sombra

decorativa mientras destruye el arbolado urbano? Greenpeace lo denunció con una acción que rozó lo poético: un ramo de boda hecho de ramas taladas por el Ayuntamiento.

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Porque sí, Almeida no solo pone toldos, también tala árboles.

Y muchos.

Villarroya no solo denuncia.

Se mofa.

Le da la vuelta al relato oficial.

Si todo lo malo es comunismo, entonces Almeida debe ser comunista, porque lo que ha hecho en Madrid solo se explica por ineptitud o por mala fe.

Y ahí es donde la risa de Cintora adquiere todo su sentido: no se ríe de Villarroya, se ríe de la realidad absurda que nos toca vivir.

De la incompetencia disfrazada de épica política.

Del discurso de “libertad” que termina en plazas que parecen trampas solares.

Ayuso tampoco escapa.

Villarroya recuerda que su discurso sobre el comunismo es tan delirante que parece escrito por un guionista de sátira.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, que invoca al comunismo como quien invoca al coco, vive como una reina mientras acusa a los demás de querer controlarlo todo.

Pero no controla ni su propio relato.

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Porque cuando se analiza su gestión, lo que queda es el desmantelamiento de lo público, el desprecio por el medioambiente, y un autoritarismo de sonrisa forzada.

Y como guinda del pastel, Villarroya lanza un dardo envenenado al Congreso del PP.

Feijóo fue elegido con un 99,58% de los votos.

Sin oposición.

Sin disidencia.

Sin democracia real.

Pero eso no es autoritarismo, claro.

Eso es “unidad”.

Lo comparó con el Partido Comunista Búlgaro, y nadie se rió porque la comparación era demasiado certera.

Hasta la cucaracha, dijo, votó a Feijóo.

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Y en ese momento ya era imposible seguir aguantando la risa.

Pero tras el humor, la denuncia persiste.

Madrid sufre una crisis climática, social y política que no se tapa con tela.

Las reformas millonarias no han mejorado la vida de los ciudadanos.

Han beneficiado a unos pocos y han convertido la capital en un horno decorado.

Lo de Almeida no es un error de cálculo: es una forma de gobernar.

Una forma de castigar al ciudadano mientras se premia al empresario afín.

Una forma de pintar modernidad mientras se destruye lo esencial.

Y lo más inquietante es que, como recuerda Villarroya, esta gestión no solo continúa, sino que gana elecciones.

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A pesar de las muertes en las residencias, a pesar del descontrol del alquiler, a pesar de las desigualdades galopantes… siguen siendo los más votados.

¿Por qué? Porque cuentan con un escudo que les protege de la crítica: medios comprados, justicia alineada, y un aparato económico dispuesto a vender cemento como progreso.

Lo que se vivió en ese plató fue más que un ataque de risa.

Fue una revelación colectiva.

Un momento en que la verdad se coló entre las rendijas del espectáculo y dejó a los espectadores con una mezcla de carcajada y escalofrío.

Porque cuando te ríes para no llorar, es que la situación ya ha tocado fondo.

Madrid arde.

Y mientras tanto, sus responsables se esconden tras discursos vacíos, toldos inútiles y sombras que no existen.

Pero ya no cuela.

El pueblo empieza a reírse de ellos, no con ellos.

Y esa risa, si crece, puede convertirse en algo mucho más poderoso: una revuelta contra el absurdo.

Una carcajada que derribe el muro del cinismo.

Una nueva sombra, esta vez real, que proteja a todos.

Incluso a la cucaracha.