Javier Ruiz se planta ante la acusación de Vox en 'Mañaneros 360': "Usted  me ha insultado, yo no"

El plató de Mañaneros 360 estaba cargado desde el primer segundo.

La portavoz nacional de Vox, Isabel Pérez Moñino, había sido invitada en nombre del principio de pluralidad.

Pero no venía a dialogar.

Venía a confrontar.

Frente a ella, el periodista Javier Ruiz, conocido por su tono firme, su insistencia en los datos y una compostura casi quirúrgica.

Lo que nadie esperaba era que esa entrevista se convertiría en un enfrentamiento frontal que dejó al aire una pregunta brutal: ¿quién tiene hoy el control del relato?

Todo se desató tras la reciente y escandalosa declaración de Santiago Abascal sobre “hundir el barco de Open Arms”.

Una frase que por sí sola habría bastado para incendiar cualquier mesa de debate, pero que Vox decidió redoblar en directo.

La portavoz arremetió contra el periodista desde el primer bloque.

Lo acusó de “buenismo”, de ser cómplice del “efecto llamada”, y de defender una “política multicultural que arruina los barrios españoles”.

El rostro de Ruiz se mantuvo sereno.

Pero la batalla apenas comenzaba.

Frente al ataque, Javier Ruiz hizo lo que mejor sabe hacer: responder con datos.

Cifras de criminalidad, porcentajes de población inmigrante, informes oficiales.

Recordó que Open Arms no consume recursos públicos y que la criminalidad ha bajado en España a pesar del aumento de población extranjera.

No hubo exaltación.

Solo números.

Pero para la portavoz de Vox, los datos eran irrelevantes.

Lo importante era sostener un discurso.

Y cuando no funcionó, recurrió a lo más viejo: el ataque personal.

Javier Ruiz se planta ante la acusación de Vox en 'Mañaneros 360': "Usted  me ha insultado, yo no"

“La mitad de los presos en Madrid son extranjeros”, disparó Pérez Moñino.

Ruiz respiró hondo y contraatacó.

Explicó que la delincuencia no está relacionada con el origen, sino con la pobreza.

Que usar cifras sin contexto es una herramienta peligrosa y manipuladora.

Lo dijo sin alzar la voz.

Pero cada palabra suya era una bofetada a la estrategia comunicativa de Vox.

En segundos, el plató se transformó en un campo de batalla ideológica, con una periodista intentando sostener la conversación en datos, y una política que ya no buscaba responder, sino deslegitimar.

Ahí fue cuando el choque llegó a su punto más crudo.

La portavoz, en tono desafiante, lo acusó directamente: “¿Es usted periodista o activista?” Fue un intento claro de desestabilizar.

Ruiz, notablemente incómodo pero aún sereno, respondió con una frase que partió la tensión en dos: “Yo les respeto incluso cuando estoy en contra de lo que defienden, pero no termino de entender por qué me insulta.

” El plató se congeló.

No hubo risas.

No hubo réplicas inmediatas.

Por un momento, el silencio dijo más que cualquier palabra.

Pérez Moñino insistió en su estrategia.

Volvió a atacar.

Volvió a interrumpir.

Pero Ruiz, ya firme en su postura, no se movió ni un milímetro.

“No convierta esto en una cuestión personal.

Se lo pido, por favor”, dijo.

Javier Ruiz planta cara a la portavoz de Vox por sus bulos: "Yo a usted no  la he insultado, usted a mí sí"

Y con esa súplica educada, demolió por completo la narrativa del enfrentamiento.

Porque mientras ella subía el tono, él lo bajaba.

Mientras ella agitaba, él argumentaba.

Mientras ella insultaba, él resistía.

El momento decisivo llegó al final.

Después de casi veinte minutos de tensión creciente, Javier Ruiz se dirigió directamente a la audiencia.

Ya no a su interlocutora.

No para ella, sino para todos los que veían desde casa.

“Yo le he hecho preguntas y le he dado datos.

En ningún momento le he faltado.

Yo a usted no la he insultado.

Usted a mí sí.

” Esa fue la frase que explotó en redes sociales.

Que se repitió como mantra.

Que muchos compartieron como símbolo de lo que hoy representa el verdadero periodismo: plantarse, escuchar, responder… y no ceder al barro.

Y es que la entrevista fue mucho más que un cruce entre presentador y portavoz.

Fue una representación pública de una tensión que crece día a día en España: la de un periodismo acosado por discursos que lo señalan como enemigo, como cómplice, como parte de un sistema corrupto.

Vox no solo vino a hablar.

Vino a pelear.

A victimizarse.

A colocar a RTVE como el verdugo y a sus portavoces como mártires de una libertad de expresión que, paradójicamente, utilizan para atacar a los mismos medios que les dan espacio.

En medio de ese escenario, la actuación de Javier Ruiz fue una demostración de cómo el periodismo debe reaccionar: con hechos.

Javier Ruiz repele los ataques personales de la portavoz de Vox en  'Mañaneros': "Yo no le he insultado, usted a mí sí"

No con insultos.

No con gritos.

Con contexto.

Porque mientras la portavoz lanzaba cifras crudas, él las desmontaba con realidades.

Mientras ella buscaba titulares, él ofrecía explicaciones.

Y esa es la verdadera diferencia.

No se trata solo de quién habla más alto, sino de quién tiene la verdad de su lado.

La audiencia lo notó.

El episodio fue viral en cuestión de horas.

Fragmentos del choque se difundieron en todas las plataformas.

Usuarios de todo el espectro político debatían acaloradamente.

Pero una frase lo resumía todo: “Usted a mí sí me insultó.

” Era el punto final.

La estocada sin violencia.

La respuesta sin odio.

El límite puesto sin necesidad de perder el control.

Y aunque muchos desde Vox repitieron su mantra de siempre —RTVE como medio parcial, periodistas como activistas, inmigración como amenaza— lo cierto es que el público, al menos una parte importante,

conectó con la postura de Ruiz.

Porque en tiempos donde todo parece gritarse, donde la política se ha convertido en una guerra de trincheras, ver a alguien que no grita, que no insulta, que simplemente responde, es casi un acto revolucionario.

No fue una entrevista.

Fue un duelo.

Y no lo ganó quien más interrumpió, ni quien más gesticuló.

Lo ganó quien más respetó.

Porque al final del día, esa es la diferencia entre propaganda y periodismo: uno se alimenta del ruido, el otro lo desarma con datos.

Javier Ruiz lo hizo.

Y dejó una lección brutal: se puede plantar cara… sin perder la compostura.