La muerte de Rubby Pérez, uno de los íconos más grandes del merengue dominicano, ha dejado una huella imborrable en la música latina y en los corazones de millones de seguidores.

Hace apenas ocho días, el mundo del espectáculo se estremeció con la noticia de su trágico fallecimiento durante el colapso de la discoteca Jetset en Santo Domingo, un evento que no solo acabó con la vida de más de 220 personas, sino que también destapó secretos familiares y profundos sentimientos de amor, sacrificio y sueños no cumplidos.

La vida de Rubby Pérez, cuyo verdadero nombre era Roberto Antonio Pérez Herrera, fue una montaña rusa de éxitos, pérdidas, y lecciones humanas que trascienden la fama y el escenario.

Nacido el 8 de marzo de 1956 en Bajos de Haina, República Dominicana, Rubby Pérez no siempre soñó con la música.

De niño, su mayor ilusión era convertirse en beisbolista, pero un accidente automovilístico a los 15 años truncó ese sueño y lo llevó a buscar refugio en el arte.

Fue en el Conservatorio Nacional de Música donde aprendió piano y guitarra, y donde comenzó a forjar la voz potente que lo convertiría en “la voz más alta del merengue”.

Su paso por la orquesta de Wilfrido Vargas en 1983 fue decisivo, catapultándolo al estrellato y permitiéndole grabar éxitos que resonarían en toda América Latina.

Canciones como “Volveré” y “Buscando tus besos” no solo llenaron pistas de baile, sino que tocaron el alma de generaciones, convirtiéndose en himnos de la cultura caribeña.

El éxito de Rubby Pérez no se limitó a los escenarios.

Su vida personal estuvo marcada por un amor profundo y duradero con Inés Antonia Lizardo, a quien conoció en la infancia y con quien compartió 48 años de matrimonio y cuatro hijos.

Inés fue su ancla, su apoyo incondicional durante los momentos difíciles y en los días de gloria.

A pesar de los rumores de infidelidad y de los hijos que tuvo fuera del matrimonio, la fortaleza y el perdón de Inés mantuvieron unida a la familia, mostrando que el amor verdadero puede superar incluso las pruebas más duras.

La muerte de Inés en 2022, víctima de cáncer de mama, dejó a Rubby devastado y marcó un antes y un después en su vida, sumiendo su mirada en una melancolía perceptible incluso en sus últimas presentaciones.

A pesar de las complejidades familiares, Rubby Pérez fue un padre dedicado, especialmente cercano a su hija Zulinka, quien no solo compartía el escenario con él, sino que también era su confidente y orgullo.

La familia Pérez, aunque imperfecta, se mantuvo unida por el amor y la música.

Tras la muerte de Inés, Rubby encontró un nuevo amor en Lady Altagracia Rosario, cónsul dominicana en Houston, quien trajo alegría a sus últimos años y jugó un papel crucial en los eventos que llevaron a la tragedia del Jetset.

Zulinka, en un acto de empatía y madurez, defendió públicamente a Lady, mostrando que la familia puede ser un refugio incluso en medio del dolor más profundo.

El legado musical de Rubby Pérez es innegable.

Ganador de discos de oro y platino, y de varios premios Casandra, su verdadera magia residía en la capacidad de contar historias a través de la música, haciendo que cada letra resonara con emociones universales.

Su impacto iba más allá del entretenimiento: en 2010, ayudó a las víctimas del terremoto de Haití, mostrando su lado más humano y solidario.

Tras su muerte, sus canciones experimentaron un resurgimiento en las plataformas digitales y emisoras de radio, y su voz se convirtió en un símbolo de resistencia y esperanza para la cultura dominicana.

La noche del 8 de abril de 2025, Rubby Pérez se presentaba en la discoteca Jetset durante el evento “Lunes de merengue” cuando el techo colapsó repentinamente, cobrando la vida de más de 220 personas, entre ellas la del propio artista.

Zulinka, quien estaba en el escenario con su padre, relató cómo Rubby le salvó la vida al pedirle que se quedara en su micrófono, evitando así que estuviera en el lugar donde él fue atrapado.

La tragedia, que también cobró la vida de figuras públicas como la gobernadora Nelsy Cruz y el beisbolista Octavio Dotel, dejó una profunda herida en la sociedad dominicana y levantó preguntas sobre la seguridad en los espacios de entretenimiento.

En medio del duelo, Zulinka reveló un secreto familiar que su padre le confió antes de morir: Rubby planeaba retirarse y formar un grupo musical familiar, “Los hijos de Rubby”, como una forma de pasar la antorcha y asegurar que el merengue viviera en sus descendientes.

Este sueño, truncado por la tragedia, dejó a Zulinka con un peso inmenso y la responsabilidad de decidir si continuar con el legado de su padre o buscar su propia sanación.

La revelación de este secreto añadió una capa de profundidad y humanidad a la historia de Rubby Pérez, mostrando que detrás del artista había un hombre que soñaba con una vida tranquila junto a los suyos.

El funeral de Rubby Pérez, realizado en el Teatro Nacional Eduardo Brito, fue un evento multitudinario que unió a miles de personas en luto y celebración.

Fans, familiares y figuras públicas como el presidente Luis Abinader y el propio Wilfrido Vargas se despidieron del ídolo con canciones, flores y gestos simbólicos como la suelta de balones blancos.

La presencia de Lady Altagracia Rosario, acogida por la familia Pérez, demostró una unidad rara en tiempos de dolor y reflejó la capacidad de perdón y empatía que caracterizó a Rubby y a los suyos.

La tragedia del Jetset no solo marcó el fin de una era en el merengue, sino que también puso en evidencia la necesidad de reforzar la seguridad en los espacios públicos.

La indignación de la sociedad dominicana ante la falta de respuestas claras sobre las causas del colapso, así como la solidaridad demostrada por los rescatistas y donantes de sangre, resaltaron tanto las debilidades como las fortalezas de la comunidad.

La familia Pérez, en medio del dolor, transformó el luto en acción al crear una fundación en nombre de Rubby para apoyar a jóvenes músicos, asegurando así que su generosidad y pasión por la música continúen inspirando a las nuevas generaciones.

El futuro del merengue sin Rubby Pérez plantea desafíos y oportunidades.

Su ausencia deja un vacío difícil de llenar, pero también abre la puerta a un renacimiento del género, impulsado por artistas jóvenes inspirados en su legado.

La tragedia del Jetset sacudió la industria musical, llevando a la cancelación de conciertos y a una reflexión profunda sobre la seguridad y el papel de la música en la sociedad.

Sin embargo, el espíritu de Rubby vive en quienes bailan sus canciones, en los artistas que lo admiran y en los fans que mantienen viva su memoria a través de tributos y plataformas digitales.

En conclusión, la vida y muerte de Rubby Pérez nos dejan valiosas lecciones sobre el amor, el perdón, la resiliencia y la importancia de los sueños.

Su legado musical trasciende el tiempo y las fronteras, convirtiéndose en un faro de esperanza y unidad para la República Dominicana y para todos los amantes del merengue.

La historia de Rubby, marcada por la tragedia pero también por la generosidad y la pasión, nos invita a reflexionar sobre cómo honrar a quienes nos inspiran y a mantener viva la llama de la música y la cultura caribeña.