⚠️ “¡NO a la guerra!”: lo que Julio Anguita les diría hoy a Pedro Sánchez y Yolanda Díaz sobre la OTAN y el rearme 💥

Europa arde.

La OTAN presiona.

Estados Unidos dicta.

Y los gobiernos europeos —incluido el de España— agachan la cabeza mientras firman presupuestos militares obscenos.

Ursula von der Leyen lo ha dejado claro: 800.

000 millones de euros para rearmar Europa.

¿El objetivo? Una Europa “segura y resiliente”.

Pero cuando le preguntan si sus hijos irían al frente, solo sonríe.

Porque como siempre, la guerra la pelean los pobres y la firman los ricos.

Es el hijo del obrero, no el del ministro, el que muere bajo el fuego cruzado.

Y mientras tanto, la izquierda institucional, esa que decía oponerse a la guerra, guarda un silencio que huele a complicidad.

En medio de esta marea bélica, Yolanda Díaz fue entrevistada por Silvia Intxaurrondo.

¿Esperabas una postura firme contra el militarismo? Error.

La líder de Sumar ofreció una retahíla de evasivas, rodeos, tecnicismos y cifras que no responden lo fundamental: ¿sí o no al aumento del gasto militar? ¿sí o no al envío de tropas a Ucrania? ¿sí o no a una Europa subordinada a la OTAN? Nunca hubo un “sí” ni un

“no”, solo un mar de palabrería que confirma lo que muchos temen: la izquierda gubernamental ha traicionado sus principios más básicos.

Lo más grave no es que no respondiera.

Lo más grave es que ni siquiera lo intentó.

Yolanda habló de “debates serenos”, de “autonomía europea”, de “reordenar efectivos”.

Pero cuando Silvia insistió, la única claridad fue que España ya ejecuta un gasto militar del 0,9% y se ha comprometido al 2% del PIB, tal como exige la OTAN.

Es decir: sí, vamos hacia el rearme.

Y sí, lo están disfrazando de “autonomía estratégica”.

Ante esta vergüenza, surge inevitable la pregunta: ¿Qué diría Julio Anguita? El “califa rojo” no necesitaba 7 minutos para responder.

En sus discursos, Anguita lo decía sin titubeos: el gasto militar no es una necesidad de seguridad, es un negocio de sangre.

Señalaba con nombre y apellido a los ministros y empresarios que “trincan” con la compra de armas inútiles.

Denunciaba los códigos de armamento estadounidenses que impiden su uso libre.

Y explicaba con brutal claridad cómo la OTAN no es una alianza de defensa, sino una maquinaria de control imperial.

Anguita tenía una propuesta sencilla: reorganizar los 27 ejércitos europeos, no gastar más, sino aprovechar lo que ya existe.

¿Por qué multiplicar el gasto si ya hay armamento nuclear, recursos tecnológicos y logística suficiente? La respuesta es clara: porque hay quienes hacen fortunas con cada dron, cada misil, cada contrato firmado con Estados Unidos.

Porque una Europa armada es una Europa sometida a los intereses de la industria bélica y del Pentágono.

Mientras nos venden el cuento de que Rusia amenaza a toda Europa, los datos reales muestran otra cosa.

No hay indicios de que Moscú tenga capacidad —ni intención— de invadir a Alemania, Francia o España.

Como ocurrió con las mentiras sobre Irak, Libia o Siria, se manipula a la opinión pública con titulares alarmistas para justificar lo injustificable: más gasto en armas, menos en educación, salud o vivienda.

Anguita lo decía con todas las letras: “El patriotismo no es una bandera, es la sanidad pública.

No es un desfile militar, es una pensión digna.

No es la OTAN, es la paz”.

Pero esa izquierda ha desaparecido.

Hoy, quien se atreve a decir que la guerra se gana en el aire y que los ejércitos modernos no necesitan más soldados, sino menos armas, es tratado como radical.

Hoy, quien propone invertir en educación en lugar de en tanques, es acusado de “no entender la geopolítica”.

La entrevista a Yolanda Díaz no fue solo una muestra de debilidad política.

Fue una rendición ideológica.

Porque cuando un líder no puede decir “NO” al rearme, ha perdido toda autoridad moral.

Porque cuando se niega a condenar con claridad el envío de armas a un conflicto que mata civiles a diario, ha cruzado una línea.

Y porque cuando se habla de “debates tranquilos” mientras se firman cheques para comprar misiles, lo único que queda es la hipocresía.

Zapatero, por increíble que parezca, fue más claro.

Reconoció su preocupación por el envío de tropas y criticó a la OTAN por sus fracasos, como en Afganistán.

Incluso él, con todos sus errores, fue más honesto que Yolanda Díaz.

Y eso dice mucho.

Julio Anguita no habría tenido dudas.

No habría hablado de “compromisos a largo plazo” ni de “transiciones estratégicas”.

Habría dicho: no al rearme, no a la OTAN, no a convertir Europa en un campo de batalla para los intereses de Washington.

Habría exigido que los soldados se pongan al servicio de la comunidad, para emergencias, no para guerras.

Y habría exigido que ni un solo euro más se desvíe a la industria bélica mientras haya un niño sin escuela o una abuela sin calefacción.

Hoy, en vez de tener esa voz clara y rotunda, tenemos titulares del tipo “los europeos quieren su ejército” o “la mayoría apoya el gasto militar”.

Falso.

Las encuestas reales demuestran que los españoles no quieren más armas, ni más guerras, ni el regreso de la mili.

Pero los medios manipulan, tergiversan y aplauden el militarismo con entusiasmo servil.

La izquierda necesita recuperar su voz.

Necesita decir, como decía Anguita, que la paz no es un eslogan, es una política.

Y que el rearme no es defensa, es negocio.

La izquierda no puede permitirse más silencios ni rodeos.

Porque mientras calla, la OTAN avanza, los contratos se firman y la guerra se acerca.

Y cuando llegue, será el hijo del obrero el que muera.

Nunca el del ministro.

Nunca el del banquero.