La Infanta Cristina ha dado un giro completo a su vida tras su divorcio de Iñaki Urdangarin. Su nueva imagen, su cambio de hábitos y su renovado bienestar han llamado la atención.

Desde que se hizo oficial su separación de Iñaki Urdangarin, la Infanta Cristina ha experimentado una transformación que no ha pasado desapercibida.

Lejos de mostrarse afectada por el final de su matrimonio, la hija menor de Juan Carlos I y doña Sofía ha optado por centrarse en sí misma y priorizar su bienestar, dejando atrás una etapa que, según muchos, le había pasado factura a nivel personal.

Uno de los cambios más evidentes ha sido su decisión de modificar su alimentación y adoptar el pescetarismo, una tendencia que sigue sumando adeptos entre figuras conocidas.

Este nuevo estilo de vida implica eliminar la carne de la dieta, pero manteniendo el consumo de pescado, mariscos, frutas, verduras, lácteos y legumbres.

Se dice que su madre, la Reina Sofía, ha sido una gran influencia en esta decisión, ya que ella también renunció a la carne hace años por motivos de salud y conciencia medioambiental.

La Infanta Cristina se une así a una larga lista de celebridades que han optado por esta alimentación, como Harry Styles, Victoria Beckham y Danna Paola. Pero el cambio en su dieta no ha sido el único.

Su rutina diaria también ha sufrido modificaciones: ahora dedica más tiempo al ejercicio físico, frecuenta el gimnasio y se muestra más activa en actividades que favorecen su bienestar.

Sin embargo, en las últimas semanas, un percance en su salud le ha obligado a hacer una pausa en su nueva rutina.

En una de sus recientes apariciones públicas, se la vio con el brazo izquierdo inmovilizado con un cabestrillo, lo que generó preocupación entre quienes siguen de cerca su evolución.

Aunque en la boda de su primo Nicolás en Atenas ya no lo llevaba, las alarmas no tardaron en saltar.

Poco después se supo que la Infanta había acudido a Barcelona para tratarse una lesión en el brazo, lo que la obligó a seguir indicaciones médicas y reducir ciertos movimientos para evitar un empeoramiento.

Este contratiempo no ha frenado su intención de mejorar su calidad de vida. En los últimos meses, ha estado supervisando la reforma de su nueva vivienda en Barcelona, donde planea establecerse con mayor comodidad y tranquilidad.

Este cambio de residencia es otra señal de que busca empezar de cero, en un entorno que le brinde estabilidad y le permita disfrutar de una vida más relajada, lejos de la presión mediática.

Otro detalle que no ha pasado desapercibido es el cambio físico que ha experimentado desde que se separó de Urdangarin. Su rostro luce más rejuvenecido y despejado, y no es un secreto que decidió eliminar una verruga que había sido característica en su imagen durante años.

Este pequeño retoque estético simboliza para muchos una nueva etapa en su vida, en la que ha decidido dejar atrás todo aquello que le pesaba y la hacía sentir menos segura.

Atrás quedaron los años en los que su vida estaba marcada por las polémicas judiciales y el desgaste emocional.

El proceso que atravesó junto a su exmarido, incluido el ingreso en prisión de Urdangarin, sin duda le pasó factura, pero ahora parece haber recuperado el control de su propia historia.

Su nueva actitud, su cambio físico y su renovado interés por cuidar su salud reflejan el inicio de una etapa en la que, por primera vez en mucho tiempo, la Infanta Cristina se sitúa como prioridad.

Su evolución no solo es comentada en círculos de la realeza, sino también en el ámbito social, donde muchos aplauden su valentía para reinventarse y romper con la imagen de la Infanta discreta y resignada.

Hoy, Cristina de Borbón es una mujer diferente, con nuevas metas y con una determinación que no deja lugar a dudas: su futuro está en sus propias manos, y esta vez, es ella quien decide cómo quiere vivirlo.

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