Karlos Arguiñano, reconocido chef y presentador de televisión, ha revelado el lado más íntimo de su vida familiar al confesar que cada domingo reúne en su casa a sus siete hijos y trece nietos, convirtiendo su hogar en un bullicioso punto de encuentro donde la cocina y el amor son los protagonistas.
Karlos Arguiñano, uno de los rostros más entrañables y populares de la televisión española, ha desvelado recientemente un aspecto íntimo y poco conocido de su vida personal que ha sorprendido a muchos de sus seguidores.
A sus 76 años, el cocinero vasco no solo continúa trabajando con energía frente a las cámaras, sino que también se muestra como el pilar de una familia numerosa que cada domingo se reúne en su casa en Zarautz, donde pueden llegar a juntarse hasta veinte personas, entre hijos, nueras, y una tropa de nietos que llenan de alegría su hogar.
Durante una conversación distendida, Arguiñano compartió con entusiasmo cómo vive el presente en compañía de su mujer Luisi, sus siete hijos y sus trece nietos.
Su rutina semanal se divide entre grabaciones de su programa, compromisos profesionales y, sobre todo, los momentos familiares que considera sagrados.
Según él, los domingos se convierten en un auténtico banquete familiar, donde la cocina vuelve a ser protagonista, pero esta vez con un ingrediente adicional: el amor.
“A las dos y media estamos todos sentados comiendo”, explicó con orgullo. Aunque evita dar detalles demasiado específicos, se nota que para él estos encuentros son fundamentales para mantener el vínculo entre generaciones.
Confiesa que, aunque la logística no es fácil, su casa está organizada para acoger a toda la familia sin perder el ritmo ni el buen humor. “Nos organizamos muy bien”, dice con una sonrisa, dejando entrever que incluso los más pequeños tienen ya asignadas ciertas tareas.
Arguiñano, que lleva más de tres décadas en la pequeña pantalla, es reconocido por su forma cercana de comunicar, sus chistes espontáneos y su capacidad de hacer de la cocina un lugar accesible y entrañable para todos.
Sin embargo, pocos conocen el lado más privado del chef: el del abuelo cariñoso, el padre presente y el anfitrión incansable que disfruta más cocinando para los suyos que frente a las cámaras.
Detrás de su fama hay una historia de esfuerzo y compromiso familiar. Desde muy joven, Karlos supo combinar su pasión culinaria con la estabilidad emocional que le ha proporcionado su entorno.
Se casó con Luisi cuando apenas comenzaba su carrera, y juntos han levantado no solo una familia numerosa, sino también un pequeño imperio culinario que incluye programas de televisión, restaurantes, e incluso una escuela de cocina.
A pesar del éxito, él siempre ha mantenido los pies en la tierra, priorizando los valores familiares por encima del reconocimiento mediático.
La educación de sus hijos ha seguido ese mismo modelo. La mayoría de ellos ha preferido mantener un perfil bajo, aunque algunos han seguido los pasos de su padre en el mundo gastronómico.
Aun así, lo más importante para él es que todos estén unidos. “Que estén bien, que sean felices y que no pierdan el contacto entre ellos”, resume.
El chef también comentó cómo vive la paternidad y la abuelidad con la misma intensidad. Con trece nietos, su casa es un constante ir y venir de risas, juegos y comidas improvisadas. “Es agotador, pero maravilloso”, reconoce.
Los domingos son el punto de encuentro, y aunque él a menudo se encarga de los platos principales, los más jóvenes ya empiezan a involucrarse.
Para él, ver a sus nietos colaborar en la cocina es un motivo de alegría y una forma de asegurar que la tradición familiar se mantenga viva.
En la entrevista también se permitió reflexionar sobre el paso del tiempo. “He trabajado mucho, pero he tenido suerte”, dijo, sin perder esa chispa optimista que lo caracteriza.
Reconoce que la clave de su equilibrio está en no olvidar de dónde viene, en cultivar los vínculos personales y en no dejar que la fama desdibuje lo esencial: la familia, el amor y la comida compartida.
Lo que queda claro tras conocer este retrato más íntimo de Karlos Arguiñano es que, más allá del personaje televisivo, hay un hombre sencillo, familiar y profundamente agradecido.
Un hombre que ha encontrado en su cocina y en su hogar los ingredientes perfectos para una vida plena.
Y aunque sigue deleitando a millones de espectadores desde su plató, su receta favorita parece estar reservada solo para los suyos: una mesa larga, muchos platos y aún más abrazos.
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