💣REVELADO: El Día que Jordi Évole DESTRUYÓ a Ayuso y Dejó al PP Al Borde del Colapso Político📉

La Plaza de España en Madrid debía ser el escenario de una manifestación histórica.

El Partido Popular, con todo su aparato nacional en marcha, convocaba a sus bases para protestar contra el gobierno de Pedro Sánchez con un lema incendiario: “Mafia o Democracia”.

El mensaje era claro y contundente, pero lo que terminó ocurriendo fue exactamente lo contrario a lo que esperaban sus organizadores.

Las cifras no acompañaron.

La delegación del Gobierno estimó unas 50.000 personas; el PP insistía en que eran 100.000.

Pero los huecos en la plaza, las tomas televisivas, y sobre todo la falta de entusiasmo evidente entre los asistentes, contaban otra historia.

La historia de un acto que pinchó antes de empezar.

Y en medio de ese ambiente gris, una figura brilló con luz propia: Isabel Díaz Ayuso.

Aunque no era la anfitriona oficial, todo giraba en torno a ella.

Pancartas, cánticos, vítores.

“¡Presidenta, presidenta!”, gritaban los asistentes, ignorando al propio líder nacional del partido.

Feijóo dio el discurso central, sí, pero era evidente que estaba incómodo.

Sus palabras pasaron sin pena ni gloria, mientras Ayuso recogía aplausos como si fuera su propia campaña electoral.

Esa imagen, tan reveladora como brutal, mostró un PP partido en dos: el institucionalismo de Feijóo contra el populismo mediático de Ayuso.

Y ahí entró Jordi Évole.

El periodista, famoso por su ironía afilada, lanzó una frase demoledora en su cuenta de X (antes Twitter): “Igual la baja asistencia a la maní del PP ha sido porque ha habido seguidores de Ayuso que no han ido por

si Feijóo le daba por hablar en gallego”.

La frase, aparentemente humorística, tenía carga de profundidad.

Recordaba la reciente polémica en la conferencia de presidentes, cuando Ayuso abandonó la sala porque algunos mandatarios hablaron en euskera o catalán.

Una actitud que fue tachada de infantil y desleal.

Évole lo conectó con el pinchazo de la manifestación, como diciendo: si dentro del PP hay quien no soporta ni las lenguas oficiales del país, ¿cómo pretenden liderarlo?

El comentario no tardó en volverse viral.

En pocas horas, se multiplicaron los retuits, los comentarios, los análisis.

Pero lo más relevante no fue el chiste, sino lo que revelaba: que la falta de unidad, el doble liderazgo y el culto a la personalidad estaban haciendo daño al Partido Popular.

Que la oposición no se construye con gritos ni con carteles, sino con propuestas claras y liderazgo sólido.

Y eso, precisamente, es lo que no se vio en la manifestación.

Ayuso dominó la jornada como si fuera un mitin propio.

Mientras los barones del PP intentaban mostrar una imagen de cohesión, ella hablaba de libertad, atacaba sin filtros al gobierno y convertía el evento en una muestra más de su capacidad para eclipsar al resto.

Feijóo, por el contrario, quedó diluido.

Sus palabras no emocionaron, sus gestos no conectaron, y su liderazgo volvió a parecer débil.

Una escena repetida demasiadas veces ya para ser casualidad.

La elección del lema “Mafia o Democracia” tampoco ayudó.

Muchos lo consideraron excesivo, peligroso incluso.

Equiparar a un gobierno legítimamente elegido con una organización criminal puede movilizar a los más radicales, pero aleja al votante medio.

Incluso dentro del propio PP hubo voces incómodas.

La estrategia de polarización constante, de agitación y ruido, puede funcionar a corto plazo, pero erosiona la credibilidad a largo plazo.

Y más aún cuando se ve que quienes deben liderar el cambio están demasiado ocupados peleándose por los focos.

La frase de Jordi Évole resumió todo eso en una línea.

No fue solo una burla: fue un diagnóstico certero.

El PP no tiene un problema de convocatoria, tiene un problema de identidad.

Hay dos almas en permanente choque, y ninguna parece dispuesta a ceder.

Mientras Ayuso gana titulares y redes sociales, Feijóo pierde presencia y respeto.

Y lo más grave: pierde el control de su propio partido.

Si no logra imponerse dentro, ¿cómo va a convencer fuera?

El comentario de Évole también lanzó una indirecta a los medios.

Muchos cubrieron la manifestación como un espectáculo, centrándose en la estética, los lemas, las fotos, sin analizar el fondo.

Pero la realidad es que ese fondo está vacío.

No hubo propuestas, no hubo visión de país, no hubo proyecto.

Solo ruido.

Y en ese terreno, Ayuso gana siempre.

Pero a costa de qué.

Las consecuencias de este evento no se verán solo en encuestas, sino en la moral del partido.

Los líderes autonómicos como Juanma Moreno o Carlos Mazón observan con preocupación.

Saben que un partido dividido no gana elecciones.

Que sin liderazgo claro, el desgaste del gobierno no se transforma en ventaja electoral.

La manifestación debía ser un golpe sobre la mesa, pero acabó siendo una muestra de debilidad.

Al final, la pregunta que Évole dejó flotando sigue sin respuesta: ¿puede un partido que no controla su propio relato aspirar a liderar un país? De momento, la respuesta parece ser no.

Y mientras eso no cambie, los actos como el del domingo seguirán siendo oportunidades perdidas.

Y Ayuso seguirá ganando batallas internas, aunque eso signifique que el PP pierda la guerra general.

Porque cuando todo gira en torno a un nombre y no a una idea, lo que hay no es un proyecto político, sino un reality show.

Y la política, guste o no, necesita algo más que titulares brillantes.

Necesita contenido.

Necesita rumbo.

Necesita líderes.

Y hoy, el PP tiene solo protagonistas.