🔥Pablo Iglesias le da una LECCIÓN brutal a Aguirre y desarma a la derecha en TVE con datos y contundencia

Todo comenzó con una entrevista al diario El País en la que Esperanza Aguirre, sin ningún pudor, ensalzaba el franquismo frente a la Segunda República, afirmaba que no creía en el estado de bienestar y

ridiculizaba el uso de los servicios públicos.

Una batería de declaraciones que no solo parecían salidas de otra época, sino que evidenciaban un proyecto ideológico profundamente elitista, autoritario y desconectado de la realidad de millones de ciudadanos.

Y como era de esperar, estas palabras no pasaron desapercibidas en Malas Lenguas, el programa de Jesús Cintora en TVE, donde Pablo Iglesias entró como un vendaval.

Desde el primer momento, el exvicepresidente no se anduvo con rodeos: “Lo que hace Aguirre es apología del terrorismo franquista, y eso debería tener consecuencias penales”, soltó con firmeza, mirando

directamente a cámara.

Porque sí, el franquismo fue una dictadura brutal, que asesinó, encarceló y persiguió a miles de personas por pensar diferente.

Y Aguirre, lejos de condenarlo, lo justificó como “mejor que la Segunda República”.

El periodista conservador presente en la mesa, Hugo, intentó rebajar la tensión con un discurso moderado: “Hombre, yo repudio a los nazis, pero no creo que el PP esté detrás de ellos…” A lo que Iglesias le lanzó

un misil directo: “Vox no es un grupúsculo, es una fuerza parlamentaria de ultraderecha que defiende el legado de Franco.

Y el PP ha sido coptado ideológicamente por esa ultraderecha.

Si Feijóo está donde está, es porque Ayuso tumbó a Casado con un movimiento impulsado por ese sector.

” No era una simple opinión.

Era una radiografía precisa de la degradación ideológica de la derecha española.

Pero la cosa no quedó ahí.

Cuando Hugo intentó justificar que Feijóo representa al votante moderado que huye del PSOE y no al extremismo, Iglesias le respondió con datos y comparaciones internacionales: “Las ideas de Vox son las

mismas que han ganado en Argentina con Milei, en Italia con Meloni, en EE.UU. con Trump.

La ultraderecha manda en las derechas europeas, y España no es la excepción.

Feijóo no marca el rumbo, lo marca Ayuso.

Y Ayuso no solo blanquea el franquismo: lo reivindica.”

Las palabras de Aguirre eran tan graves como sintomáticas.

Aplaudía la Formación del Espíritu Nacional, una asignatura impuesta durante la dictadura para adoctrinar a generaciones enteras en la ideología fascista.

Decía sin vergüenza que “el estado no tiene por qué ocuparse de la sanidad de todos” y defendía abiertamente a Juan Carlos I a pesar de los escándalos de corrupción, justificándolo con la ya famosa frase: “Quien

esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.

Iglesias, lejos de dejar pasar estos disparates, encadenó argumentos con una claridad demoledora: “Claro que los comunistas queremos quitar a Felipe VI, pero no a la fuerza, como hizo Franco con la república,

sino democráticamente, mediante un referéndum.

Queremos que la ciudadanía decida entre monarquía o república, como ocurre en cualquier democracia madura.

” Y en ese momento, dejó al periodista sin réplica.

El debate alcanzó su punto álgido cuando Iglesias denunció que la ultraderecha no está solo en los escaños: “Está en la policía patriótica, en algunos jueces, en altos mandos del ejército y, lo más grave, en los

medios de comunicación.

Periodistas como Inda, Ferreras o Ana Rosa han sido parte de ese entramado que fabrica bulos, desprestigia a la izquierda y sostiene la hegemonía cultural de la derecha.

” Las palabras retumbaron como un cañonazo en prime time.

Porque no era una teoría conspirativa: era una denuncia con nombres y apellidos.

Y no solo lo dijo, lo explicó.

Recordó el infame Informe PISA, una falsificación mediática contra Pablo Iglesias publicada por OK Diario y blanqueada por todos los grandes medios.

Trajo a colación cómo a Podemos se le arrinconó con campañas sistemáticas de difamación.

Y cómo, cuando ahora ocurre algo parecido con el PSOE, muchos que antes callaban se rasgan las vestiduras.

“Si el PSOE no hubiera mirado hacia otro lado cuando las cloacas actuaban contra nosotros, hoy no estarían sufriendo lo mismo”, afirmó con contundencia.

La guinda la puso al analizar el panorama actual.

Mientras los datos económicos del Gobierno de coalición son mejores que los de Rajoy —más empleo, menos paro, más crecimiento—, las encuestas siguen favoreciendo a la derecha.

¿Por qué? Porque la batalla no es solo política, es cultural.

“La derecha controla los marcos del relato desde los medios, las productoras, las series, los debates.

Eso es hegemonía cultural, lo que Gramsci explicó hace un siglo.

Y mientras no plantemos cara en ese terreno, seguiremos perdiendo aunque gobernemos.”

La derecha ha conseguido convencer al pueblo de que su verdugo es su salvador.

“¿Cómo puede ser que un partido fundado por un amigo de un narcotraficante, plagado de casos de corrupción, que quiere acabar con la sanidad pública, reciba millones de votos?”, se preguntaba Iglesias.

Y la respuesta era clara: porque tienen los altavoces, tienen los fondos, tienen las herramientas.

No es que el pueblo sea tonto.

Es que está manipulado.

Lo que vimos en ese plató no fue solo un zarpazo verbal.

Fue una lección de historia, de análisis político y de ética democrática.

Pablo Iglesias no solo desmontó las barbaridades de Aguirre una por una, sino que puso a temblar a la derecha mediática que intenta disfrazar el franquismo de libertad.

Y al periodista conservador que intentó defender la moderación del PP, lo dejó mudo con una sucesión de verdades incómodas.

Porque cuando alguien habla con datos, con memoria, con claridad ideológica y sin miedo, la mentira se encoge.

Y en Malas Lenguas, Iglesias dejó claro que el fascismo no se combate con discursos tibios ni con sonrisas: se combate con verdad.

Y esta vez, la verdad fue televisada.