El mundo del rock y el heavy metal vivió un momento irrepetible el pasado 5 de julio de 2025 en Villa Park, Birmingham, la ciudad industrial que vio nacer a Black Sabbath y a su emblemático vocalista Ozzy Osbourne.
En un concierto titulado “Back to the Beginning” (De vuelta al principio), se llevó a cabo una despedida épica y emotiva, donde no solo Black Sabbath dijo adiós, sino que además una constelación de bandas icónicas del metal rindió homenaje a los creadores de uno de los géneros musicales más influyentes de la historia.
Esta noche no fue un simple concierto, sino una peregrinación masiva de metaleros de todo el mundo que se unieron para celebrar el legado de Sabbath en su tierra natal.
Birmingham no es una ciudad cualquiera; es el lugar donde el ADN del heavy metal se forjó entre fábricas, pubs y calles industriales.
Fue ahí donde Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward comenzaron a tocar juntos cuando eran apenas unos niños, dando vida a Black Sabbath y sentando las bases de un sonido que cambiaría el rock para siempre.
Por eso, el concierto “Back to the Beginning” no fue solo un acto de nostalgia, sino un homenaje profundo a las raíces de la banda y a la ciudad que los vio crecer.
La velada comenzó con una serie de actuaciones de bandas cuidadosamente seleccionadas, consideradas herederas espirituales de Sabbath.
No eran simples teloneros, sino músicos que llevan en su ADN el espíritu y la influencia de Black Sabbath, interpretando sus canciones con respeto y pasión.
Mastodon abrió el espectáculo con una versión brutal de “Supernaut”, llenando el estadio con guitarras rugientes que parecían máquinas trituradoras, un guiño a las raíces industriales de Birmingham.
Luego, Rival Sons aportó un toque retro y psicodélico con “Electric Funeral”, evocando los fantasmas de los años setenta.
Anthrax encendió el ambiente con su thrash metal, especialmente durante “Into the Void”, mientras que Halestorm, liderado por Lzzy Hale, entregó una interpretación feroz de “Perry Mason”.
Lamb of God hizo temblar el recinto con “Redneck”, fusionando agresividad y potencia, seguido por Alice in Chains, que sorprendió con una emotiva versión de “Fairies Wear Boots”, impregnada de su característico grunge.
Finalmente, Gojira cerró la tanda de teloneros con su energía primitiva en “Mea Culpa”, dejando al público hipnotizado.
Tras este poderoso calentamiento, la noche se transformó en un auténtico espectáculo con la llegada de las grandes leyendas del metal.
Pantera abrió el bloque principal, llevando el espíritu de los hermanos Abbott en una formación reunida que encendió la multitud con clásicos y una demoledora versión de “Black Sabbath”.
Slayer irrumpió con fuerza, tocando “Raining Blood” y “Angel of Death” con una intensidad oscura que parecía canalizar demonios para una última vuelta.
Tool aportó un cambio de ambiente con “Hand of Doom”, creando un ritual cósmico y psicodélico que hipnotizó al público.
Guns N’ Roses ofreció puro rock de estadio, con Slash y Duff McKagan brillando en sus éxitos, y Axl Rose imponiendo su voz ronca en “Sabbath Bloody Sabbath”.
Metallica, por su parte, rindió homenaje con una poderosa interpretación de “Hole in the Sky”, “Creeping Death”, “For Whom The Bell Tolls” y “Master of Puppets”, con James Hetfield y Lars Ulrich claramente emocionados por tocar para sus mayores influencias.
Por desgracia, Mötley Crüe, que figuraba en el cartel original, se retiró pocos días antes debido a problemas de salud, dejando un hueco notable en la alineación.
Cuando parecía que la noche no podía ser más espectacular, Tom Morello subió al escenario para liderar un supergrupo rotativo que reunió a músicos de Smashing Pumpkins, Judas Priest, Red Hot Chili Peppers, Van Halen y Faith No More, entre otros.
Fue un caos controlado lleno de energía y alegría, con momentos memorables como la batalla de baterías entre Travis Barker, Danny Carey y Chad Smith, y versiones extendidas de clásicos como “Symptom of the Universe” y “Breaking the Law”.
Este segmento fue una celebración salvaje y espontánea que encapsuló el espíritu del metal: desordenado, apasionado y lleno de camaradería entre músicos legendarios.
El clímax de la noche llegó cuando, entre un silencio eléctrico, Ozzy Osbourne apareció en el escenario sentado en un trono negro con alas de murciélago.
A pesar de su enfermedad de Parkinson, Ozzy se levantó con ayuda, micrófono en mano, y entregó una actuación memorable que incluyó clásicos como “I Don’t Know”, “Mr.Crowley”, “Suicide Solution”, “Mama I’m Coming Home” y “Crazy Train”.
Con su característico carisma, humor y emoción, Ozzy agradeció a sus fans y les regaló una despedida llena de amor y energía, reafirmando su legado como el indiscutible “Príncipe de las Tinieblas”.
El momento más emotivo llegó cuando Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward subieron al escenario para tocar junto a Ozzy, reuniendo a la formación clásica de Black Sabbath por última vez.
La emoción fue palpable entre los 45,000 asistentes, muchos de los cuales nunca imaginaron volver a ver a estos cuatro leyendas juntos.
Interpretaron con fuerza y pasión temas como “War Pigs”, “N.I.B.”, “Iron Man” y cerraron con “Paranoid”, sin necesidad de pirotecnia ni espectáculo, solo con la fuerza y autenticidad de su música.
Ozzy, visiblemente emocionado, recorrió el escenario como un predicador, alimentándose de la energía del público y dejando una imagen imborrable.
Cuando los últimos acordes sonaron y los músicos se abrazaron en señal de despedida, el estadio estalló en vítores, cánticos y lágrimas.
No fue simplemente un concierto de despedida, sino el cierre perfecto de un capítulo que definió todo un género musical.
Esta noche en Birmingham fue una declaración clara: el heavy metal vive porque Black Sabbath enseñó cómo hacerlo.
Fue una despedida cruda, emotiva y única en la vida, en el lugar donde todo comenzó, y un homenaje digno de la realeza del metal ante sus creadores.
Para los que estuvieron presentes, esa noche quedará grabada para siempre en su memoria como una experiencia irrepetible.
Para quienes no pudieron asistir, la historia y el espíritu de ese evento nos recuerdan la importancia de honrar a quienes cambiaron el curso de la música y la cultura popular.
Ozzy Osbourne y Black Sabbath no solo dejaron un legado musical, sino también una comunidad unida por la pasión y la rebeldía que caracteriza al metal.
Su despedida en Birmingham fue mucho más que un concierto: fue una celebración de vida, amistad y la eterna llama del rock.
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