Samantha Karen Fox es una de las figuras más emblemáticas de la música y la cultura pop de los años 80.

Su nombre evoca imágenes de una mujer fuerte, talentosa y controversial, que a pesar de su éxito y fama, vivió una infancia difícil, enfrentó traiciones familiares y luchó por encontrar su verdadera identidad.

La historia de Samantha Fox es un relato fascinante de superación, escándalos y redención que merece ser contada con detalle.

 

Samantha Fox nació el 15 de abril de 1966 en Londres, Inglaterra, como la primogénita de John Patrick Fox y Caroline Wilkin.

Su infancia no fue sencilla; desde pequeña enfrentó dificultades físicas y emocionales.

Fue diagnosticada con la enfermedad de Pertes, que afectó el desarrollo de una de sus piernas, obligándola durante dos años a usar férulas metálicas y a desplazarse en silla de ruedas para ir a la escuela.

Esto la convirtió en blanco de burlas y la limitó en actividades comunes para los niños, como jugar fútbol o andar en bicicleta.

 

Además, vivió en un ambiente familiar complicado.

Su padre, John Patrick, se volvió controlador y agresivo, ejerciendo violencia física tanto contra su esposa como contra Samantha.

A pesar de estos episodios oscuros, Samantha recuerda que en ocasiones su padre podía ser cariñoso, llevándola a museos y a partidos de fútbol del Arsenal, su equipo favorito.

Sin embargo, el miedo y la incertidumbre marcaron gran parte de su niñez.

 

Desde pequeña, Samantha mostró un carácter poco convencional para la época: no le gustaban los vestidos ni el maquillaje, prefería los jeans y jugar con los niños.

Su madre, Caroline, que había abandonado una prometedora carrera como bailarina y modelo para cuidar a su familia, fue la primera en notar el talento musical de su hija y la animó a participar en concursos de talento, intentando quizás cumplir a través de ella los sueños que tuvo que dejar atrás.

 

A los 16 años, Samantha Fox se convirtió en una figura pública gracias a su participación en un concurso para encontrar “el rostro y la figura de 1983” en el Reino Unido.

Su madre envió fotos de Samantha en lencería al periódico que organizaba el concurso, y aunque inicialmente se le prometió que las imágenes en topless no serían publicadas, estas aparecieron en la famosa “página 3” del periódico, una sección que en aquella época mostraba imágenes de mujeres semidesnudas.

 

Esta exposición mediática la catapultó a la fama en su país, convirtiéndola en un símbolo sexual y en una figura muy conocida, aunque ella misma confesó que al principio sintió vergüenza y temor al enfrentar la secundaria.

La fama le trajo contratos exclusivos, invitaciones a eventos y una gran cantidad de admiradores, pero también la obligó a adaptarse a un mundo que demandaba que se viera muy femenina, algo que no encajaba con su personalidad original.

A los 17 años, Samantha conoció al productor musical Chris Broke, quien la animó a probar suerte como cantante.

Aunque su primer proyecto musical, la banda SFX, no prosperó, Samantha se enamoró de Chris, un hombre mucho mayor que ella y casado, lo que generó un escándalo público tras ser descubierta la relación.

Este episodio marcó el inicio de su carrera musical, que pronto despegaría.

 

En 1986, con solo 19 años, lanzó su primer sencillo “Touch Me (I Want Your Body)”, que se convirtió en un éxito internacional, alcanzando el número uno en 17 países y posicionándose entre los primeros lugares en Reino Unido y Estados Unidos.

Su voz y carisma demostraron que no era solo una cara bonita, sino una artista con talento.

 

Su álbum debut, también titulado *Touch Me*, incluyó otros éxitos como “Do Ya Do Ya (Wanna Please Me)”, consolidando su lugar en la escena musical de los 80.

Samantha continuó lanzando álbumes y sencillos, y en 1987 inició una relación con Paul Stanley, cantante de la banda Kiss, que duró varios años a pesar de las dificultades de la vida pública.

A medida que crecía su fama, Samantha Fox se convirtió en un símbolo sexual aún más poderoso, lo que aprovechó para lanzar su propia línea de ropa e invertir en negocios como bares y restaurantes.

Sin embargo, a pesar de su éxito, seguía bajo el control estricto de su padre, quien era también su manager y manejaba todas sus finanzas.

 

Samantha debía pedir permiso para cualquier gasto y no tenía acceso directo a su dinero.

Esta situación generó tensiones y frustraciones, especialmente cuando descubrió que su padre la había estafado y malversado grandes sumas de dinero a lo largo de los años.

Además, la relación familiar se deterioró debido a la adicción de su padre al alcohol y las drogas, que culminó en un episodio violento en 1991 cuando John agredió físicamente a Samantha.

 

Tras la agresión, Samantha tomó la valiente decisión de despedir a su padre como manager y demandarlo por el manejo fraudulento de sus finanzas.

La realidad fue devastadora: su padre había mentido sobre sus ingresos, transferido dinero a cuentas en el extranjero y dejado de pagar impuestos, lo que llevó a Samantha a enfrentar un juicio con Hacienda y a vender propiedades para saldar deudas.

Este difícil periodo marcó un antes y un después en su vida personal y profesional.

A partir de entonces, su carrera musical comenzó a declinar, aunque siguió lanzando álbumes y singles con menos éxito comercial.

 

En medio de estos desafíos, Samantha también vivió un proceso de autoexploración.

A finales de los años 80, comenzó a sentir una atracción profunda hacia una amiga, a quien llama “Cat” en su autobiografía.

Esta relación, mantenida en secreto, la llevó a cuestionar su orientación sexual, y finalmente en 2003 se declaró públicamente lesbiana, confirmando su relación con su manager Mira Strayton, con quien estuvo 17 años hasta la muerte de esta en 2015.

 

Posteriormente, Samantha encontró de nuevo el amor con Linda Virgit Olsen, con quien se casó en 2022.

Su apertura sobre su orientación y su vida personal ha sido un ejemplo de valentía y autenticidad para muchos fans.

 

Con el resurgimiento de la moda ochentera alrededor de 2010, Samantha Fox recuperó popularidad, participando en conciertos y programas de televisión por todo el mundo.

Incluso se reunió con su antigua rival, la italiana Sabrina Salerno, con quien grabó un dúo y realizó giras conjuntas.

 

Hoy en día, Samantha sigue activa en la música y en causas benéficas, especialmente en apoyo a la comunidad LGBT y a la protección animal.

En su autobiografía, cierra su capítulo de posar desnuda con orgullo, afirmando que se siente feliz de haber llevado alegría a muchas personas a través de su música y su imagen.

 

Un mito común es que Samantha Fox participó en películas pornográficas, lo cual es falso.

La confusión surge porque existe otra actriz con el mismo nombre en la industria del cine para adultos, pero la cantante británica nunca hizo películas de ese tipo, aunque posó desnuda para diversas publicaciones.

 

La historia de Samantha Fox es mucho más que la de una estrella ochentera o un símbolo sexual.

Es la historia de una mujer que enfrentó adversidades físicas, emocionales y familiares, luchó por su independencia, descubrió su verdadera identidad y logró construir una carrera musical exitosa y un legado duradero.

Su vida nos recuerda la importancia de la resiliencia, la autenticidad y la valentía para superar los obstáculos y vivir conforme a uno mismo.

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