Vox defendió la prohibición de estas prendas para proteger la igualdad y la integración, mientras PSOE y Más Madrid abogaron por diálogo y respeto a la diversidad.
El debate sobre el uso de prendas islámicas en los centros educativos españoles ha vuelto a la primera plana tras la comparecencia de la doctora Sonia Sierra en la Asamblea de Madrid,
invitada por Vox para explicar su experiencia sobre la evolución de la vestimenta femenina en Cataluña y los peligros que, según ella, representa la normalización del hijab, el nicab y otras prendas preislámicas en niñas y adolescentes.
Sierra, doctora en filología hispánica y exdiputada del Parlamento de Cataluña, comenzó su intervención relatando su trayectoria personal y profesional.
Desde mediados de los años 90, impartió clases de español a personas marroquíes en el área metropolitana de Barcelona, y asegura que en aquella época ninguna niña ni adolescente llevaba velo.
Solo algunas mujeres casadas provenientes de zonas rurales usaban un pañuelo sencillo sobre la cabeza, pero no existía el uso extendido del hijab o prendas más restrictivas.
Para clarificar la terminología, Sierra explicó los diferentes tipos de velos: shaila (cubrir la cabeza), hijab (cabeza y cuello cubiertos, sin cabello visible), sador (manto que cubre todo menos la cara), nicab (solo se ven los ojos) y burka (ni siquiera se ven los ojos).
Según Sierra, ninguna de estas prendas es típica de países de origen de la inmigración habitual en España, como Marruecos, Argelia, Pakistán o Bangladesh.
Su uso, afirmó, no responde a motivos culturales o religiosos, sino a una imposición política ligada a los Hermanos Musulmanes y la promoción de la Sharia, lo que convierte al hijab en un instrumento de control social más que en un símbolo de identidad.
Durante su intervención, Sierra mostró fotografías que, según ella, ilustran el peligro de normalizar estas prendas.
Relató cómo en el barrio del Raval, en Barcelona, el cambio ha sido notable: mientras en los años 90 las niñas vestían ropa occidental, actualmente algunas van con hijab y otras con nicab,
llegando incluso a observarse niñas muy jóvenes cubiertas completamente, lo que, en su opinión, constituye una forma de sexualización y limitación de la libertad de las niñas.
Un dato que citó para reforzar su argumentación proviene de Francia: el 48% de las mujeres adaptan su vestimenta al transporte público, utilizando lo que se conoce como “camisas de metro”, prendas enormes que se colocan antes de subir a un bus o metro.
Sierra argumentó que permitir el uso del hijab en colegios podría abrir la puerta a la imposición de códigos de vestimenta similares, restringiendo la libertad individual de niñas y adolescentes.
La comparecencia generó un intenso debate entre los grupos parlamentarios.
La portavoz de Vox, Pérez Moñino, respaldó a Sierra, destacando que ciertas prácticas culturales, bajo la excusa de diversidad, han servido para relegar a las mujeres a un rol subordinado y crear una sociedad paralela que limita la integración y la igualdad de derechos.
Según Moñino, la experiencia en Cataluña demuestra que la dejadez política ante la normalización de estas prendas puede tener consecuencias graves para la convivencia y la libertad de las jóvenes.
Por el contrario, el portavoz del PSOE, Álvarez León, presentó una visión distinta basada en su experiencia como director de instituto en Madrid.
Destacó que en 30 años solo hubo un caso problemático en Galapagar, resuelto de manera sensata por la Consejería de Educación, permitiendo que la alumna pudiera continuar su escolarización sin conflictos.
Para Álvarez León, prohibir el hijab en colegios sería contraproducente, y la solución correcta reside en el diálogo, la educación y la adaptación del reglamento interno de los centros, garantizando el derecho a la educación sin generar discriminación ni abandono escolar.
El debate se enriqueció con la intervención del diputado de Más Madrid, Varela Portas, quien argumentó que la prohibición de símbolos religiosos puede ser autoritaria y contraproducente.
Para él, el vestuario es parte de la identidad de los adolescentes, condicionada por múltiples factores culturales, familiares o de moda, y la educación debe centrarse en promover la convivencia y la reflexión crítica, no imponer uniformidad.
Sierra insistió en que el hijab no es un símbolo religioso, sino un instrumento de imposición política, citando a Hanan Serru, quien afirmó que cada niña velada representa un paso hacia la imposición de la Sharia en Europa.
Sierra subrayó que permitir estas prendas en colegios podría ser el inicio de un proceso que invisibiliza progresivamente a las mujeres, desde el hijab hasta el burka, restringiendo su libertad, autonomía y derechos fundamentales.
Durante la sesión se discutieron también las diferencias entre la situación en Cataluña y Madrid.
Mientras Sierra alertaba sobre la rápida expansión del uso del hijab y nicab en Barcelona, Álvarez León y Varela Portas destacaban que en Madrid los casos son puntuales y gestionables, sin que exista una amenaza estructural similar.
El debate no solo abordó la dimensión educativa, sino también la social y cultural. Sierra insistió en que la escuela debe garantizar los derechos de las niñas, asegurando que no se vean obligadas a cumplir códigos de vestimenta que limitan su libertad.
Vox, por su parte, presentó la prohibición como una medida preventiva para proteger la igualdad y la integración, mientras PSOE y Más Madrid abogaron por una aproximación basada en diálogo y respeto a la diversidad, evitando la criminalización de comunidades o la imposición de medidas extremas.
La sesión cerró con un consenso parcial sobre la importancia de abordar el tema con responsabilidad y evidencia, reconociendo que la educación juega un papel central en la formación de valores, derechos y convivencia social.
Aunque las opiniones sobre la prohibición del hijab y el nicab divergen, todos coincidieron en que es necesario proteger a los estudiantes y garantizar su integración y bienestar, sin perder de vista los derechos individuales y colectivos.
Este debate pone de relieve la tensión entre libertad individual y cohesión social, entre la defensa de valores occidentales de igualdad y la necesidad de respetar la diversidad cultural, y plantea preguntas complejas sobre el papel del sistema educativo en contextos multiculturales.
La voz de la experta y las diferentes posiciones políticas reflejan la complejidad del fenómeno, que sigue siendo objeto de atención en España y Europa, y cuya gestión marcará el futuro de la educación y los derechos de las mujeres en las próximas décadas.
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