La muerte de Alfonso de Borbón y Escasany, primo cercano del rey Juan Carlos I y figura discreta pero influyente en la aristocracia española, marca el fin de una generación clave en la historia silenciosa de la monarquía.

 

Muere Alfonso de Borbón y Escasany, primo del Rey Juan Carlos, a los 80 años

 

La muerte de Alfonso de Borbón y Escasany, primo del rey Juan Carlos I, ha sacudido los cimientos más discretos pero sólidos de la aristocracia española.

El fallecimiento, ocurrido el pasado 10 de mayo a los 80 años, ha dejado un profundo vacío no solo en su familia directa, sino también en los círculos más íntimos de la realeza, donde su figura siempre fue sinónimo de discreción, lealtad y presencia silenciosa pero constante.

Su velatorio tuvo lugar en el tanatorio de Tres Cantos, seguido de una ceremonia privada en el cementerio de La Paz.

Aunque alejado del foco mediático desde hace más de dos décadas, su vida y sus vínculos personales hablan de un hombre profundamente implicado en los equilibrios internos de la nobleza española.

Alfonso pertenecía a una de las ramas colaterales más antiguas de los Borbones.

Hermano menor del actual Duque de Sevilla, Francisco de Borbón y Escasany, mantenía una relación cercana con la familia real, especialmente con el rey emérito, con quien compartió no solo parentesco, sino una historia vital paralela en muchos sentidos.

Ambos vivieron los efectos de una España cambiante, la presión de los linajes históricos y la responsabilidad de actuar como figuras cohesionadoras en tiempos turbulentos.

Alfonso, sin embargo, optó por una vida más alejada del protagonismo, centrando sus esfuerzos en el ámbito empresarial.

 

Muere a los 80 años Alfonso de Borbón y Escasany, primo segundo del Rey  Juan Carlos I y suegro de Eugenia Silva

 

Durante casi treinta años, fue una figura clave dentro del grupo AXA, donde llegó a desempeñar funciones ejecutivas de alto nivel, incluida la vicepresidencia de AXA Real Estate Investment Managers Ibérica.

En paralelo, dirigía sus inversiones personales en el sector inmobiliario a través de la empresa Keka, consolidándose como uno de los grandes desconocidos del panorama empresarial vinculado a la aristocracia.

Aunque no buscaba los flashes, su nombre aparecía en las listas de asistentes a bodas reales, recepciones privadas y otros actos donde la presencia del linaje era indispensable.

Casado desde 1971 con Marisa Yordi, el matrimonio tuvo dos hijos, Alejandro y Alfonso.

Este último está casado con la modelo y empresaria Eugenia Silva, quien, tras conocerse la noticia del fallecimiento, publicó un emotivo mensaje en sus redes sociales en el que lo describía como un “abuelo lleno de amor” y agradecía su presencia en la vida de sus nietos.

La familia ha guardado una discreción absoluta en estas horas difíciles, lo que no ha impedido que numerosas personalidades del mundo político, social y aristocrático hayan transmitido sus condolencias en privado.

 

Último adiós a Alfonso Borbón y Escasany, primo segundo de Juan Carlos I

 

Más allá de la pérdida personal, la muerte de Alfonso de Borbón y Escasany ha reactivado en la memoria colectiva del entorno del rey emérito un recuerdo doloroso: la tragedia del infante Alfonso, el hermano menor de Juan Carlos, muerto a los 14 años en un accidente con arma de fuego en 1956 en Estoril.

Aunque los hechos jamás fueron del todo aclarados, y rodeados siempre de un halo de misterio, marcaron de manera irreversible la vida del entonces joven príncipe.

En cierta forma, el nombre “Alfonso”, ligado tanto a la tragedia como a la sangre real, ha vuelto a resonar con fuerza entre quienes conocen las historias no contadas de la familia Borbón.

Este nuevo adiós, aunque esperado por la avanzada edad del fallecido, se percibe como una señal de que se cierra otra puerta dentro de un ciclo generacional que poco a poco se extingue.

Alfonso representaba a esa nobleza hereditaria que, sin necesidad de cargos oficiales ni grandes discursos, mantenía viva una tradición de vínculos invisibles pero esenciales para el equilibrio institucional de la monarquía.

Era uno de los últimos grandes testigos silenciosos de los años más complejos del siglo XX español, vividos entre exilios, pactos discretos y silencios obligados.

En el actual contexto de redefinición del papel de la monarquía, y en medio de una sociedad cada vez más exigente con sus instituciones, su muerte también puede leerse como una metáfora del paso del tiempo y de la necesidad de cerrar capítulos pendientes.

Para el rey Juan Carlos, ya retirado de la vida pública y afincado en Abu Dabi desde 2020, este golpe supone la pérdida de una figura de confianza y de recuerdo, en momentos donde el aislamiento personal parece imponerse incluso por encima del protocolo.

 

El Jueves Santo más trágico del rey Juan Carlos: 65 años de la muerte del  infante Alfonso de Borbón | Vanity Fair

 

La ausencia de grandes comunicados oficiales por parte de la Casa Real no ha pasado desapercibida, aunque era previsible dada la baja exposición pública que el fallecido había mantenido en los últimos años.

Aun así, no han faltado muestras de respeto en los círculos aristocráticos, donde su figura era recordada con afecto y admiración.

Algunos asistentes al funeral, que han preferido mantener el anonimato, señalaron la carga emocional que envolvía el ambiente, especialmente por el peso simbólico que la figura de Alfonso tenía para generaciones anteriores.

El fallecimiento de Alfonso de Borbón y Escasany es, en definitiva, una pérdida silenciosa pero profundamente reveladora.

Su vida estuvo marcada por la lealtad, el servicio discreto y el vínculo constante con las raíces de una España que aún se debate entre la memoria histórica y el olvido cómodo.

Su ausencia deja no solo un hueco en su familia, sino también en ese tejido invisible que ha sostenido durante décadas la estructura no escrita de la monarquía.

En su silencio final, quizá se esconden respuestas a muchas preguntas que hoy siguen sin resolverse sobre el destino de los Borbones y su legado.