Un bombero forestal cuenta a ‘Infobae’ cómo han sido estos últimos días en los que el fuego ha arrasado miles de hectáreas en Castilla y León. Reclama mejoras laborales y asegura que la Junta debe hacer una mejor gestión del monte

 

Bomberos forestales antes las llamas

 

Los incendios que han arrasado Castilla y León durante las últimas semanas han marcado un antes y un después en la historia reciente de la región, y los testimonios de los bomberos forestales reflejan el drama humano y profesional que hay detrás de las llamas.

Manuel, bombero forestal con más de una década de experiencia, cuenta cómo los equipos han tenido que enfrentarse a la virulencia de los incendios sin suficientes medios, usando únicamente mochilas extintoras y batefuegos para intentar proteger pueblos enteros.

Desde el 8 de agosto, cuando comenzaron los primeros focos en León y Zamora, cientos de personas han sido evacuadas de más de veinte localidades y, según datos del Sistema Europeo de Información Sobre Incendios Forestales (EFFIS), se han quemado cerca de 166.000 hectáreas en Castilla y León, de las cuales más de 107.000 pertenecen a la provincia de León.

“Esto no se parece a ningún incendio que hayamos combatido en los últimos años en León, ni siquiera a los del verano de 2022, que también fueron devastadores”, relata Manuel, quien prefiere mantener su anonimato por temor a represalias de la Junta de Castilla y León, presidida por Alfonso Fernández Mañueco.

 

Imagen del incendio en Igüeña,

 

Según el bombero, la gestión del operativo ha sido “nefasta” y “desastrosa”, con falta de coordinación, planificación insuficiente y escasez de recursos.

En esta región, aproximadamente el 40% de los bomberos forestales depende de empresas privadas, otro 40% trabaja para la empresa pública Tragsa y el 20% restante depende directamente de la administración autonómica, lo que complica la coordinación ante emergencias de gran magnitud.

Durante estas jornadas infernales, los equipos se han enfrentado a incendios que avanzaban con rapidez, dejando enormes extensiones arrasadas.

“En Lucillo trabajamos trece horas seguidas para contener las llamas y, cuando nos marchamos, vimos cómo se había extendido por la otra margen y se nos había perdido todo el trabajo.

Sientes impotencia, son horas interminables”, cuenta Manuel. Este incendio se originó presuntamente cuando un hombre de 58 años lanzó una bengala durante una verbena, por lo que fue detenido.

Además, los incendios han cobrado la vida de un bombero y dos voluntarios que intentaban frenar el fuego, un recordatorio doloroso del riesgo constante al que se enfrentan estos profesionales.

 

Los reyes visitaron el 27

 

El agotamiento es extremo. Manuel asegura que ha llegado a trabajar 11 días consecutivos, con jornadas de más de 15 horas, enfrentando focos descontrolados, altas temperaturas, viento intenso y bajos niveles de humedad.

A pesar de ello, considera que el principal problema es la falta de mantenimiento y gestión de los montes: la acumulación de vegetación seca y sin limpiar ha favorecido la propagación de los incendios.

“Las brigadas deberían centrarse en crear fajas y cortafuegos, en lugar de realizar solo podas rutinarias, y las vías de acceso a los montes deberían mejorar para poder llegar antes a los focos”, reclama.

La población también ha expresado su malestar, criticando la falta de información y apoyo ante la pérdida de propiedades y cultivos. “Lo peor es ver cómo la gente pierde su casa, por la que tanto ha luchado durante toda su vida”, señala Manuel.

Desde el inicio de los incendios, cientos de personas han tenido que abandonar sus hogares y muchas de estas viviendas quedaron completamente destruidas.

La magnitud de la devastación recuerda a la de la Sierra de la Culebra en Zamora en 2022, donde se perdieron cuatro vidas y decenas de hectáreas de bosque, y evidencia que las lecciones del pasado no se han aprendido.

El 27 de agosto, los reyes Felipe VI y Letizia visitaron Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad, acompañado del presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, para observar los daños ocasionados por las llamas.

La visita puso de relieve la dimensión del desastre, con cientos de hectáreas de castaños y vegetación autóctona calcinadas, aunque muchos expertos y bomberos consideran que la respuesta institucional ha sido insuficiente.

 

Las llamas incombustibles agotan las fuerzas de León

 

Los incendios no se limitan a Castilla y León; Galicia, Extremadura y Asturias también han sufrido graves daños, elevando la superficie total quemada en España a más de 411.000 hectáreas, convirtiendo a 2025 en el año con mayor extensión arrasada en lo que va de siglo.

Los bomberos, agotados física y emocionalmente, insisten en que la prevención y el mantenimiento del monte son fundamentales para evitar tragedias similares en el futuro.

Manuel concluye con un mensaje crítico y resignado: “Ahora los medios están aquí, pero dentro de un par de meses nadie se acordará del sufrimiento de la gente.

Nadie recuerda las promesas tras los incendios de 2022, y algunas de esas zonas vuelven a arder. Sin cambios reales en la gestión del monte, todo esto se repetirá”.

Sus palabras reflejan la desesperación de quienes arriesgan su vida diariamente para proteger a la población y denuncian la necesidad urgente de mejoras estructurales, laborales y organizativas en la lucha contra los incendios forestales en España.

La magnitud de estos incendios, la vulnerabilidad de los equipos y la falta de recursos muestran un escenario dramático en el que la naturaleza y la gestión pública se cruzan de forma crítica, y que invita a reflexionar sobre cómo se puede proteger mejor a los ciudadanos y a los profesionales que luchan contra el fuego.

 

Un agosto en el infierno: el mapa de la «tormenta de incendios» que arrasa  Castilla y León | El Norte de Castilla