La deportista comparte su experiencia después de no avanzar su embarazo y tener que afrontar todo el proceso posterior de despedida.

 

El doloroso testimonio y duelo de Ana Peleteiro tras la pérdida de su bebé  en el embarazo: "Se fue dejándonos un recuerdo maravilloso"

 

Ana Peleteiro, una de las grandes figuras del atletismo español, ha compartido en sus redes sociales el testimonio más doloroso de su vida: la pérdida del bebé que esperaba junto a su pareja, el también atleta Benjamín Compaoré.

El 24 de julio de 2025, la deportista gallega comunicó públicamente que su embarazo no había seguido adelante.

“Chicos, lo siento mucho, pero a pesar de llevar un crecimiento normal, no hemos tenido latido…”, escribió en su cuenta de Instagram, citando literalmente las palabras que le comunicó su ginecóloga. Desde entonces, Ana ha permanecido en silencio, procesando el duelo en privado.

Ahora, semanas después, se siente preparada para hablar del difícil camino que ha atravesado, con el único objetivo de ayudar a otras mujeres que puedan estar viviendo situaciones similares.

A través de varios vídeos y mensajes sinceros, Ana ha explicado que decidió contar su experiencia no por necesidad de desahogo, sino por convicción:

“Solo voy a pedir respeto y empatía, ya que, si hago esto, es simplemente para darle voz a un tema que, a día de hoy, sigue siendo muy tabú. Mi única finalidad es ayudar y acompañar a otras mujeres y familias”.

La atleta, visiblemente afectada, asegura que aún siente dolor, pero ha encontrado paz gracias al amor de su familia y a los aprendizajes que arrastra desde el fallecimiento de su abuela en 2019.

“Ese duelo me enseñó a vivir la pérdida desde el amor, la tranquilidad y la comprensión. No significa que no lo pases mal, pero me siento en paz conmigo misma y no tengo ningún sentimiento de culpa”, escribió.

 

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La historia comenzó durante una revisión rutinaria, cuando Ana ya se encontraba en la semana 10 de embarazo. Según relata, en Galicia la primera ecografía se realiza generalmente en la semana 12, lo cual le parece excesivamente tarde.

“El 33,3% de las mujeres pierden a sus bebés antes de esa semana, y si no llega a ser porque yo tenía cita con mi ginecóloga privada en la semana 9+4, no me habría enterado de que estaba embarazada de un bebé sin vida hasta el 4 de agosto”, confesó con tristeza.

Fue precisamente esa ginecóloga, la misma que le acompañó en su anterior embarazo, quien detectó la ausencia de latido fetal y se lo comunicó con una serenidad y respeto que Ana nunca olvidará.

“Nos lo dijo de una forma tan buena que mi reacción no fue ni llorar. Me quedé en shock”, relató.

Tras recibir la dura noticia, comenzaron los días más difíciles de su vida. El diagnóstico fue de embarazo diferido: el desarrollo del feto se había detenido, pero el cuerpo aún no lo había expulsado.

explicaron que, en muchos casos, se debe a anomalías genéticas y que “el cuerpo humano es sabio y detiene el crecimiento cuando sabe que no va a llegar a buen término”.

En ese momento, Ana tuvo que tomar una decisión dolorosa entre un tratamiento farmacológico o un legrado. Asesorada por los médicos, optó por la primera opción, lo que le permitió pasar el proceso en casa, rodeada de su pareja, su hija Nua y sus padres.

 

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“El viaje en coche de vuelta fue desolador. Yo estaba como ida”, recuerda. Al llegar a casa, comenzó el efecto de la medicación.

“Empezó ahí el calvario del que nadie te habla”, escribió. Durante ese día, vivió un proceso parecido a un parto, con contracciones intensas, dolor físico y una carga emocional abrumadora.

“Ya pasé por un parto, y estas contracciones eran iguales. A las 12 fui al baño y empezó todo. Me despedí de mi hijo en silencio”, relató entre lágrimas. Pudo enterrarlo en un acto íntimo, como ella deseaba, cerrando un ciclo marcado por el amor y el respeto.

Ana destaca la importancia de haber podido vivir ese duelo de forma consciente y personalizada. “Fue como provocar un parto, pero sin saberlo. Aún así, fue un momento muy especial.

Tuve la suerte de poder enterrarlo y despedirme como necesitaba”, confesó. Desde entonces, ha estado acompañada en todo momento por su familia, su pareja y su hija, quienes han sido un pilar fundamental en su recuperación emocional.

Además, no duda en recomendar el acompañamiento profesional desde el primer momento: “Si estás pasando por algo así, no dudes en hablar con psicólogos o especialistas. A mí me ha salvado”, aconseja con firmeza.

 

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Aunque su testimonio ha sido recibido con cariño por muchas personas, Ana también ha tenido que soportar comentarios insensibles. Sin embargo, insiste en que no dejará de hablar sobre ello: “Esto no se hace por likes ni por pena.

Lo hago porque hay mujeres que se sienten perdidas, que no saben qué hacer, y si mi experiencia puede darles luz, entonces ha valido la pena compartirla”.

A pesar de la tristeza, Ana Peleteiro encuentra consuelo en saber que ese bebé, aunque no llegó a nacer, dejó una huella imborrable en su vida.

“Se fue dejándonos un recuerdo maravilloso y será siempre nuestro hijo. Hablaremos de él como si estuviera con vida”, concluye con ternura.

Su historia no solo visibiliza el dolor silencioso que tantas mujeres enfrentan, sino que también da esperanza y dignidad a un proceso emocionalmente devastador. Ana, una vez más, demuestra que su fuerza va mucho más allá de las pistas de atletismo.

 

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