Han pasado más de 20 años desde que terminara la mítica serie ‘Al salir de clase’ y Mariano Alameda fue uno de sus grandes protagonistas. ¿Qué ha sido de la vida del actor desde entonces?

Han pasado más de dos décadas desde que *Al salir de clase* marcara a toda una generación y convirtiera a Mariano Alameda en uno de los rostros más icónicos de la televisión española.

La serie, emitida entre 1997 y 2002, no solo fue pionera en el género juvenil, sino que también lanzó al estrellato a nombres hoy consagrados como Elsa Pataky, Hugo Silva o Leticia Dolera.

En ese grupo destacado estaba también Alameda, nacido el 2 de junio de 1972 en Madrid, quien encarnó a Íñigo durante más de 800 episodios. A los 53 años, su cambio físico y, sobre todo, vital ha sorprendido a muchos.

Antes de su éxito, el actor ya había trabajado en proyectos como *Hostal Royal Manzanares*, junto a Lina Morgan, y varios cortometrajes. Sin embargo, fue *Al salir de clase* la que le dio una popularidad arrolladora.

En entrevistas recientes, ha recordado con sinceridad cómo vivió aquel fenómeno mediático. “Según nos ve la gente empieza la locura. Los tres o cuatro primeros meses es súper divertido. Luego empiezas a rayarte un poco, empiezas a ver que no te tratan normal.

El problema no es que cambies tú, es que cambia todo el mundo a tu alrededor”, confesó en el pódcast *Animales Humanos*. Incluso llegó a afirmar que, si las redes sociales hubiesen existido entonces, habría dejado de actuar mucho antes.

Esa reflexión sobre la fama y la identidad fue, precisamente, el germen de un cambio radical en su vida. Tras abandonar la serie en el año 2000, se embarcó en nuevos proyectos teatrales, como la obra *Caos*, una crítica a la política de Margaret Thatcher.

También volvió a aparecer en televisión, participando en la serie *Aquí no hay quien viva*, donde interpretó a Diego, uno de los intereses amorosos del personaje de Mauri, durante una veintena de episodios.

“Yo he rodado por la mañana lo que se emitía por la tarde”, recordaba sobre el ritmo frenético de rodaje en Antena 3, donde llegó a cobrar cerca de 3.000 euros por capítulo.

Pero su ruptura definitiva con el mundo audiovisual llegó en 2006, cuando decidió fundar el Centro de Meditación Nagual en el barrio madrileño de Hortaleza. Allí, comenzó a impartir clases de yoga, ofrecer consultas individuales y organizar retiros espirituales.

Junto a su amigo y también actor Sergio Villoldo, se sumergió en el estudio del zen, la meditación y diversas disciplinas de autoconocimiento.

Este viraje no fue fruto de una moda, sino de una búsqueda personal profunda que se fue gestando desde sus años de mayor exposición pública.

Desde 2010, Alameda ha desarrollado su propia metodología, a la que llama “El árbol del Karma”, un proceso de transformación personal basado en el análisis de patrones mentales, emocionales y energéticos.

Aunque alejado de los focos, su nombre volvió a aparecer en los medios en 2022 gracias a la publicación de su libro *Las enseñanzas del perro Zen*.

En él, el actor comparte aprendizajes espirituales inspirados en la convivencia con su mascota.

“Fui apuntando cosas curiosas de su actitud, que han supuesto verdaderas enseñanzas para mí. Quise hacerle un homenaje y me ayudó también a pasar el duelo”, explicó en una entrevista.

Pese a su retiro de la televisión, Mariano no ha abandonado del todo las tablas. En enero de 2023 volvió a subirse a un escenario con la obra *El canto del gorrión*, presentada en el Teatro Reina Victoria de Madrid.

Aunque su vida actual está muy lejos del bullicio de los platós y alfombras rojas, sigue vinculada a la interpretación, pero desde un lugar mucho más íntimo, enfocado al crecimiento interior y la conexión humana.

Hoy, Mariano Alameda es irreconocible para muchos que lo recuerdan como el atractivo y atormentado Íñigo. Su físico ha cambiado, pero también su mirada, ahora mucho más serena y alejada de las luces artificiales de la fama.

Vive entregado a la enseñanza espiritual, ayudando a otros a encontrar un camino propio de paz y autenticidad, tal como él hizo hace ya casi dos décadas.

Lejos de ser un retiro nostálgico, su transformación es un relato de valentía y coherencia, de alguien que supo decir “basta” y comenzar de nuevo.