Un apagón masivo dejó a millones de personas sin electricidad en España y Portugal, desatando caos social, compras de pánico y un despliegue policial sin precedentes, mientras crece la preocupación por la fiabilidad del sistema eléctrico basado en energías renovables.

 

It was a long night for passengers who were forced to camp out in train stations like this one in Cordoba, Spain

 

Miles de personas salieron a las calles en medio del caos. El pasado domingo, España vivió uno de los apagones más grandes y desconcertantes de su historia reciente.

Más de 30.000 efectivos policiales fueron desplegados de emergencia, las tiendas se vaciaron por compras de pánico y las ciudades quedaron sumidas en la confusión.

Desde Madrid hasta Sevilla, pasando por zonas de Portugal y Andorra, la red eléctrica colapsó repentinamente, dejando en la penumbra a millones de personas.

Lo que comenzó como una misteriosa caída de tensión eléctrica se transformó rápidamente en una crisis nacional con tintes de anarquía urbana, mientras el gobierno luchaba por restablecer el control.

El corte masivo de electricidad ocurrió sin previo aviso, interrumpiendo el servicio en hospitales, trenes, sistemas de comunicación, bancos y servicios básicos.

Se estima que, en su pico más crítico, la demanda eléctrica española cayó de 26 gigavatios a menos de la mitad en apenas segundos.

Esta abrupta desconexión provocó que la red nacional se aislara completamente del sistema interconectado europeo, en un fenómeno que aún no ha sido completamente explicado por los técnicos y responsables del sistema eléctrico.

Aunque se descartó desde el inicio la posibilidad de un ciberataque, muchos expertos no descartan que haya fallos estructurales de fondo que fueron minimizados durante años.

 

People sleep in a sports facility designated for people trapped at Sants Estacio Station due to the blackout in Barcelona, Spain

 

A medida que el país comenzaba a asimilar el golpe, empezaron a surgir preguntas incómodas: ¿hasta qué punto es segura la dependencia de las energías renovables sin un respaldo robusto?

España ha sido durante años líder europeo en la transición energética, con más del 50% de su producción eléctrica proveniente de fuentes limpias como la solar y la eólica.

En 2024, el país celebró que, por primera vez, las energías renovables superaron al gas natural en la matriz energética.

Sin embargo, el apagón ha expuesto con crudeza una realidad que hasta ahora muchos evitaban afrontar: las fuentes renovables, aunque sostenibles, son también vulnerables a las condiciones meteorológicas, a la intermitencia y a la falta de almacenamiento eficiente.

El sistema eléctrico ibérico está interconectado con el resto de Europa a través de un número limitado de enlaces con Francia. Estos enlaces permiten equilibrar la carga, importar o exportar energía según la necesidad.

Pero también significa que un fallo importante en la red puede dejar al país aislado rápidamente. Eso fue precisamente lo que ocurrió el domingo.

Una “oscilación anómala”, según explicaron los operadores del sistema, provocó que España quedara automáticamente fuera del sistema continental, como una isla eléctrica a la deriva.

 

 

Las consecuencias sociales fueron inmediatas. Las estaciones de tren detuvieron su actividad, los supermercados vieron una avalancha de compradores nerviosos, las estaciones de servicio colapsaron por largas filas y se reportaron incidentes menores de saqueos.

En las principales ciudades, las autoridades se vieron obligadas a aumentar drásticamente la presencia policial para evitar altercados y garantizar la seguridad.

Muchos ciudadanos, al no tener acceso a internet o medios de comunicación, recurrieron a la radio o incluso al boca a boca para informarse sobre la situación.

En paralelo, el gobierno activó un comité de crisis y comenzó a coordinarse con operadores europeos para reintegrar progresivamente a España en la red continental.

Este proceso, sin embargo, fue más lento de lo esperado, lo que generó nuevas críticas sobre la falta de preparación ante una emergencia energética de tal magnitud.

Mientras tanto, varias regiones optaron por aplicar cortes programados para evitar una sobrecarga del sistema una vez restablecido el flujo eléctrico.

 

Barcelona was largely plunged into darkness when the powercut hit yesterday

 

Portugal, también afectado por el corte, informó que detectó una fluctuación de voltaje en la red española poco antes del apagón. Aunque el gobierno portugués actuó rápidamente para proteger su red nacional, el sur del país experimentó interrupciones parciales.

En Francia, las autoridades confirmaron que la anomalía se limitó principalmente a la Península Ibérica, pero advirtieron que incidentes como este ponen en riesgo la estabilidad energética de toda Europa.

Este apagón ha abierto un intenso debate político y técnico sobre la sostenibilidad del actual modelo energético.

Aunque la transición ecológica es considerada necesaria frente a la crisis climática, muchos expertos coinciden en que debe ir acompañada de inversiones masivas en infraestructuras de respaldo, como baterías de gran capacidad, sistemas inteligentes de gestión de carga y una mejor interconexión con el resto del continente.

También se ha cuestionado la rapidez con la que se ha cerrado parte del parque de generación convencional, especialmente centrales térmicas y nucleares, que tradicionalmente ofrecían estabilidad ante fluctuaciones extremas.

 

This was the scene in Barcelona, Spain overnight as people gathered in the street with electricity still

 

Para la ciudadanía, el corte eléctrico ha sido una experiencia que muchos describen como traumática.

Sin acceso a calefacción o refrigeración, sin poder cargar teléfonos móviles, sin poder pagar con tarjeta o retirar dinero, la fragilidad de una sociedad cada vez más digitalizada quedó dolorosamente expuesta.

Algunos incluso compararon lo vivido con escenarios propios de una película de ciencia ficción, donde un país moderno puede colapsar en cuestión de minutos por un fallo invisible.

Ahora, con el servicio restablecido en gran parte del territorio pero aún con zonas vulnerables, la pregunta que queda flotando es clara: ¿está España realmente preparada para el futuro energético que ella misma está liderando?

O lo que es más inquietante: ¿estamos todos subestimando los riesgos de una transición verde sin suficientes redes de seguridad? Lo ocurrido en este fin de semana negro podría ser solo un aviso de lo que está por venir.