La modelo, Eva Sannum, se ha sincerado como nunca sobre los años que pasó al lado de don Felipe. Una relación que se rompió porque no le gustaba la vida de limitaciones de palacio

Han pasado veinticuatro años desde que el nombre de Eva Sannum irrumpió en la vida pública española y noruega de manera fulgurante.

La joven modelo nacida en Oslo, que entonces trabajaba en Madrid como azafata de publicidad y que acababa de iniciar una prometedora carrera como modelo gráfica,

se convirtió en el centro de la atención mediática cuando se confirmó su noviazgo con el entonces príncipe Felipe de Borbón, heredero al trono de España.

Hoy, en 2025, Sannum ha concedido una entrevista inédita al diario noruego Aftenposten en la que repasa con serenidad lo que significó aquel periodo,

los motivos que la llevaron a tomar distancia y la razón por la cual, pese a las fantasías mediáticas de la época, jamás quiso ocupar un rol en la realeza.

Eva recuerda que el encuentro con Felipe no tuvo nada de planeado ni de estratégico. “Nos conocimos completamente por casualidad cuando yo vivía en Madrid, nada fue preparado por terceros ni hubo conspiraciones familiares”, afirma.

Corría el año 1996 y él era ya un príncipe con la atención internacional posada en cada uno de sus movimientos, mientras que ella apenas daba sus primeros pasos en el mundo de la moda.

Durante un tiempo, la relación se mantuvo discreta, entre viajes privados, encuentros en Oslo y visitas en Madrid, hasta que la presión de los medios la empujó a primera línea.

El punto de inflexión llegó el 25 de agosto de 2001 en Oslo, en la boda del príncipe Haakon de Noruega con Mette-Marit Tjessem Høiby.

Allí, ante reyes, príncipes y dignatarios europeos, Eva apareció junto al príncipe Felipe en un evento de carácter oficial, aunque no fuera estrictamente su presentación formal como pareja.

Fue la primera vez que la prensa captó imágenes que confirmaban los rumores, y esas fotografías dieron la vuelta al mundo.

Lo que pocos supieron entonces es que muchas de esas imágenes procedían de un álbum privado que fue robado y filtrado a la prensa sin su consentimiento.

“Las fotos fueron robadas. La persona que lo hizo me escribió años después pidiendo perdón. Yo no había posado para que esa intimidad se volviera pública”, relató ahora con franqueza.

El acoso mediático fue demoledor. Sannum reconoce que apenas podía caminar por las calles de Oslo o Madrid sin ser perseguida por paparazzis. Incluso frente al colegio donde estudiaba, cámaras la esperaban cada día para captar una instantánea.

“Decidí desde el principio no mirar nunca a la cámara, ni siquiera quería que pensaran que disfrutaba de aquella exposición. Durante un tiempo usé la misma ropa todos los días para que las fotos no tuvieran interés y los fotógrafos se cansaran”, confiesa.

Esa presión fue uno de los factores que minaron la relación. En palabras de Eva: “La vida junto a un heredero al trono no era para mí. Yo no quería una vida de yates y champán. Quería libertad y un camino propio”.

El final de la relación llegó poco después, y aunque en España la ruptura fue percibida como un escándalo, ella lo vivió como un alivio. Felipe siguió su destino institucional y años después se casó con la periodista Letizia Ortiz, hoy Reina de España. Eva, en cambio, volvió a Oslo, retomó su vida en Noruega y se volcó en la comunicación corporativa.

Lejos de aprovechar su notoriedad para alimentar un personaje público, optó por el silencio más absoluto. “He pasado muchos años evitando hablar de esta historia.

No quería que nadie pensara que necesitaba mi pasado para seguir en los medios. Mi vida siempre ha sido mucho más que eso”, asegura.

Ese silencio, sin embargo, también tuvo un coste: permitió que los rumores, las novelas rosas y las especulaciones crecieran durante años sin que nadie las desmintiera.

“Cuando eliges no comentar nada, el peligro es que se den por ciertas cosas que no tienen nada que ver con la realidad”, lamenta ahora.

Fue esa experiencia, precisamente, la que la llevó a encontrar su vocación profesional. Hoy es directora y cofundadora de la agencia Sannum & Bergestuen, especializada en comunicación estratégica, gestión de reputación y manejo de crisis mediáticas.

Ha impartido conferencias en universidades y asociaciones profesionales en Noruega, donde explica cómo enfrentar el escrutinio público y por qué es importante no ocultar detalles embarazosos que más tarde pueden volverse contra uno mismo.

Su vida actual poco tiene que ver con la exposición de hace dos décadas. Vive en Oslo junto a su pareja, el publicista Torgeir Vierdal, con quien tiene dos hijos adolescentes.

Su día a día transcurre en un entorno mucho más tranquilo, entre reuniones de trabajo, escapadas familiares a la naturaleza noruega y una rutina que valora la privacidad por encima de todo.

“Estoy muy contenta de no haber sido reina”, sentencia con una sonrisa serena, consciente de que la presión y la rigidez de la vida en Zarzuela habrían chocado con su personalidad independiente.

En la entrevista, Eva también se refirió al caso de Meghan Markle y el príncipe Harry, estableciendo un paralelismo entre ambas historias. “Venimos de algo completamente distinto y entramos en una familia muy especial.

Tal vez Harry debería haber informado más a Meghan sobre lo que significaba esa vida. Yo aprendí rápido que no era un mundo para mí”, reflexiona.

Sus palabras muestran una mezcla de empatía y distancia, como alguien que sabe lo que implica sacrificar libertad personal en nombre de la institución.

Hoy, a sus 49 años, Eva Sannum no es la mujer que un día aparecía en las portadas de revistas europeas como “la posible futura reina de España”.

Es una empresaria respetada, madre dedicada y experta en comunicación, que ha logrado transformar una experiencia dolorosa en un aprendizaje vital.

La misma mujer que un día decidió no seguir a un príncipe hacia el altar, hoy inspira a otros con su historia de autenticidad y coraje.

En sus palabras finales, deja clara la lección que ha marcado su vida: “No me arrepiento de nada, pero tampoco cambiaría lo que elegí. La libertad tiene un precio, y yo lo pagué con gusto”.