La noticia relata la vida, legado y reciente fallecimiento de Jane Pitt, madre del actor Brad Pitt, destacando su impacto familiar, su labor artística y su compromiso con causas sociales que la convirtieron en una figura fundamental más allá del brillo de Hollywood.

El pasado martes 5 de agosto de 2025, en Springfield, Missouri, falleció Jane Etta Hillhouse Pitt a los 84 años. Para muchos era simplemente la madre de Brad Pitt, una figura silenciosa que aparecía en las alfombras rojas junto al actor en momentos puntuales.

Pero en su ciudad natal, y sobre todo dentro de su familia, era mucho más que eso: una mujer con alma de artista, educadora incansable, creyente inquebrantable y abuela ejemplar de 14 nietos que la llamaban con cariño “Grammy”.

Su partida ha dejado una huella imborrable no solo en la familia Pitt, sino también en toda una comunidad que la recordará por su calidez, compromiso y creatividad.

Nacida el 13 de agosto de 1940 en Memphis, Tennessee, Jane se graduó en la Universidad Bautista de Oklahoma, donde conoció a William Alvin “Bill” Pitt, un joven con el que compartía inquietudes intelectuales y religiosas.

Se conocieron en la biblioteca del campus y se casaron el 11 de agosto de 1962, iniciando una vida que los llevaría a criar tres hijos: Brad, Doug y Julie, primero en San Luis, luego en Oklahoma y finalmente en Springfield, donde establecieron su hogar definitivo.

Durante sus primeros años de vida profesional, Jane fue maestra de primaria. Pero no tardó en convertirse en orientadora escolar, especialmente involucrada en programas pioneros como “Parents as Teachers”, enfocados en la educación familiar desde la primera infancia.

Su empatía y capacidad de escucha la convirtieron en una figura respetada en el sistema escolar público de Springfield. En paralelo, se dedicó durante años como voluntaria en el Pregnancy Care Center, apoyando a mujeres embarazadas y a familias en situación vulnerable.

Esta faceta silenciosa de servicio público fue poco conocida fuera de Missouri, pero profundamente valorada por quienes la rodeaban.

La cara más íntima y entrañable de Jane Pitt, sin embargo, era la de abuela. Con sus 14 nietos instauró una tradición tan original como conmovedora: el “Your Special Day”.

En palabras de su nieta Sydney Pitt, “cada uno de nosotros tenía un día entero con ella, sin hermanos ni primos, solo tú y Grammy.

Podías pedir banana splits para desayunar, pintar toda la tarde, ir a Silver Dollar City o simplemente jugar juegos de mesa. Ella hacía que cada uno se sintiera único”.

Esta tradición no era una ocurrencia espontánea. Era la forma en que Jane transmitía a sus nietos el amor, el arte y la importancia de los pequeños detalles.

Sydney añadió en sus redes sociales tras la noticia del fallecimiento: “Mi dulce Grammy, no estábamos preparados para que te fueras, pero saber que por fin eres libre para cantar, bailar y pintar de nuevo lo hace un poco más llevadero. Ella era amor en su forma más pura”.

Artista autodidacta, Jane llenó su casa de obras que ella misma pintaba. Paisajes, retratos, momentos familiares: cada cuadro era un testimonio de su sensibilidad.

“Ella nos pintaba a todos alguna vez, era su forma de decir ‘te veo’”, recordó su hijo menor, Doug. Y fue justamente Doug, junto con su hermana Julie y su famoso hermano Brad,

quienes en 2009 decidieron honrar su dedicación al prójimo financiando con un millón de dólares la creación del “Jane Pitt Pediatric Cancer Center” en el Mercy Hospital de Springfield, en asociación con el St. Jude Children’s Research Hospital.

“Ella nunca pidió reconocimiento, pero sabíamos que si podíamos ayudar a otros niños en su nombre, sería su mayor alegría”, dijo Julie en una entrevista reciente.

Brad Pitt, por su parte, nunca ocultó la importancia de su madre en su vida. En numerosas entrevistas ha citado su influencia en su forma de entender el mundo, su ética de trabajo y su sensibilidad artística.

Aunque las cámaras solían enfocarlo a él, en los estrenos importantes como “Moneyball” o “Ad Astra”, Jane aparecía discretamente a su lado, vestida con elegancia pero sin ostentación, sonriendo con orgullo.

Su última referencia pública a ella fue apenas en junio pasado, durante una aparición en el programa *Today*, cuando promocionaba su nueva película sobre la Fórmula 1.

Al terminar la entrevista, Brad miró a la cámara y dijo: “Tengo que mandar un saludo a mi madre porque te ve todas las mañanas”, refiriéndose al conductor. Luego envió un beso al aire: “Te amo, mamá”.

A pesar de la fama de su hijo mayor, Jane siempre mantuvo un perfil bajo. En 2012 causó cierta controversia nacional tras publicar una carta en un periódico local en apoyo al candidato republicano Mitt Romney, en la que expresó opiniones conservadoras sobre el matrimonio.

Fue un episodio que generó un debate público sobre su visión política frente a la vida personal de Brad, quien en ese entonces estaba comprometido con Angelina Jolie y era defensor abierto del matrimonio igualitario.

Aunque los medios intentaron explotar el contraste, fuentes cercanas a la familia confirmaron que madre e hijo mantenían un diálogo respetuoso y constante, sin que las diferencias políticas afectaran su vínculo personal.

El funeral de Jane Pitt se realizará en privado en los próximos días, con la presencia de familiares y amigos cercanos.

La familia ha solicitado que, en lugar de flores, quienes deseen homenajear su memoria consideren hacer donaciones al centro de oncología

infantil que lleva su nombre o a WorldServe International, organización que trabaja para proveer agua potable a comunidades necesitadas, una causa con la que Jane también colaboró activamente en sus últimos años.

La muerte de Jane Etta Pitt no es solo una pérdida personal para Brad y sus hermanos, sino también una oportunidad para redescubrir la figura de una mujer que vivió sin buscar cámaras, pero cuya huella ha sido profunda.

Su historia revela que, detrás de cada estrella de Hollywood, a menudo hay un ser luminoso, discreto y generoso que le dio las raíces. Y en este caso, ese ser era Jane: madre, maestra, artista y abuela. La verdadera protagonista de un legado que trasciende generaciones.