La inesperada muerte de Michu, expareja de José Fernando Ortega y madre de su hija Rocío, deja a José Ortega Cano ante la difícil decisión de asumir la custodia de su nieta tras el último deseo expresado por Michu.

La noche del 7 de julio de 2025 marcó un antes y un después para la familia Ortega tras la inesperada muerte de Michu, expareja de José Fernando Ortega y madre de su hija Rocío, de solo ocho años.

Con apenas 33 años, María Rodríguez Gamaz, conocida como Michu, falleció en Madrid debido a complicaciones derivadas de una grave enfermedad cardíaca, dejando un vacío y una responsabilidad que ahora recae en su exsuegro, el torero José Ortega Cano.

Pese a que Michu estaba en espera de un trasplante de corazón, la joven se encontraba en un estado relativamente estable y tenía planes cercanos, como un viaje a Málaga, lo que hace más impactante la rapidez y dureza de su final

. El día de su fallecimiento, Michu había disfrutado de una tarde con su hija en la piscina, como contó Leticia Requejo, periodista cercana a la familia: “Estuvieron todo el día juntas en la piscina y luego pararon en el bar de abajo antes de subir a casa. Fue ahí cuando empezó a sentirse mal”.

Según los relatos, tras ese momento en el bar, Michu comenzó a encontrarse mal y subió a casa acompañada por su hija.

La pequeña, con apenas ocho años, fue testigo de la situación crítica y bajó rápidamente a pedir ayuda a la camarera del bar, quien junto a un cliente médico llamó a los servicios de emergencia. A su llegada, Michu todavía tenía pulso, pero la gravedad de su estado era evidente.

Michu siempre fue consciente de su delicada salud. Desde joven sabía que necesitaba un trasplante y que cualquier complicación podía ser fatal. Sin embargo, su espíritu positivo y sus ganas de vivir prevalecían.

En palabras de personas cercanas, “a pesar de sus problemas, estaba en un buen momento”. Ella misma confesaba que evitaba situaciones de estrés: “Cuando me pongo nerviosa, huyo”.

Lo que ha salido a la luz ahora y que ha conmovido a todos es el último deseo que Michu expresó con claridad antes de su fallecimiento: quería que José Ortega Cano se hiciera cargo de su hija Rocío en caso de que ella faltara.

Esta voluntad, organizada y meditada, revela la gran preocupación de Michu por el futuro de su pequeña. “No quería que su hija se quedara sola”, afirmaron familiares.

Esta decisión sorprende a muchos, ya que la custodia de Rocío podría haber recaído en la familia materna. Sin embargo, se sabe que Michu no mantenía una buena relación con su madre, lo que explica su preferencia porque la niña esté bajo el cuidado del torero.

Además, Rocío tendría la ventaja de estar cerca de su tía Gloria Camila, con quien mantiene una buena relación, y podría también convivir o compartir momentos con el hijo de Ortega Cano y Ana María Aldón, lo que facilitaría un entorno familiar cercano y estable para la niña.

Por ahora, José Ortega Cano ha respondido escuetamente cuando se le preguntó sobre la situación: “Claro, ahora lo importante es el bienestar de la pequeña”, pero no ha confirmado si aceptará formalmente la custodia.

La prensa y el público están atentos a sus próximos pasos, conscientes de la carga emocional y la responsabilidad que ello implica para el torero, quien atraviesa un momento muy delicado.

La enfermedad cardíaca que padecía Michu es compleja y poco conocida, como explicó José María Almoguera, experto en salud y colaborador televisivo: “Son dolencias genéticas muy impredecibles.

Un simple factor externo, como una fiebre o estrés, puede desencadenar una crisis grave. Michu fue muy inteligente al dejar todo organizado para el futuro de su hija”.

El fallecimiento de Michu no solo ha dejado un enorme dolor sino también un futuro incierto para Rocío y para José Ortega Cano, que ahora debe enfrentar una decisión trascendental.

La historia de esta familia, marcada por episodios públicos y personales, vive otro capítulo difícil que aún está por escribirse.

En definitiva, la partida prematura de Michu y su claro último deseo no solo conmueven sino que abren un debate sobre la protección y el bienestar de su hija, colocando a José Ortega Cano en el centro de una responsabilidad inesperada que cambiará su vida para siempre.