José Ortega Cano enfrenta una nueva crisis familiar tras la muerte de Michu Rodríguez, ex pareja de su hijo José Fernando, en medio de una tensa disputa por la custodia de su nieta Rocío.

José Ortega Cano vuelve a estar en el centro de la atención mediática, esta vez por un asunto familiar tan delicado como doloroso.

El fallecimiento repentino de Michu Rodríguez, ex pareja de José Fernando Ortega, ha provocado una oleada de emociones y conflictos que no solo afectan a su hijo, sino también al torero, que vuelve a experimentar una etapa de inestabilidad personal.

A la tristeza por la pérdida se le suma ahora un enfrentamiento legal que podría cambiar el destino de su nieta, la pequeña Rocío.

Michu Rodríguez, madre de la única hija de José Fernando, falleció hace apenas unos días en circunstancias que, aunque no han sido detalladas públicamente, han generado una profunda conmoción entre sus allegados.

Su muerte ha abierto una grieta entre la familia de la fallecida y los Ortega Cano, desencadenando una disputa por la custodia de la menor, una niña de cinco años que ahora queda en medio de un conflicto cargado de tensión emocional, diferencias familiares y posibles acciones legales.

El torero, visiblemente afectado, ha guardado silencio ante los medios en estos días difíciles, mientras José Fernando se encuentra aún recuperándose en una clínica especializada en salud mental, donde permanece ingresado desde hace años por voluntad propia.

Esta situación complica aún más el escenario legal, ya que él, padre biológico de Rocío, no estaría en condiciones inmediatas de asumir el cuidado total de la niña.

La familia de Michu, por su parte, no ha tardado en pronunciarse. En declaraciones a distintos medios, han manifestado su voluntad de asumir la tutela de la pequeña Rocío, asegurando que su entorno materno siempre ha estado presente en su vida diaria.

“No vamos a permitir que Rocío sea arrancada de su entorno”, habría dicho una tía materna.

Según ellos, durante los últimos años, fue Michu —con la ayuda de su familia— quien se encargó del bienestar de la menor, mientras que los Ortega Cano, alegan, mantuvieron una presencia más bien simbólica.

Este testimonio ha generado inquietud en el entorno más cercano de Ortega Cano. Amigos del torero aseguran que él siempre ha estado preocupado por su nieta, aunque ha preferido mantenerse al margen de los focos mediáticos para evitarle más sufrimiento a la menor.

“José vive esta situación con angustia, pero sabe que es José Fernando quien debe decidir, cuando esté preparado”, comenta una fuente cercana.

La batalla por la custodia no solo es emocional, también podría derivar en una disputa legal de gran complejidad.

Aunque aún no se ha confirmado una acción judicial por parte de ninguna de las partes, la tensión va en aumento y todo apunta a que será un juez quien deba decidir en las próximas semanas el futuro de Rocío.

Mientras tanto, la pequeña permanece bajo el cuidado provisional de familiares de Michu, a la espera de una resolución definitiva.

La situación recuerda, en muchos aspectos, a otros casos mediáticos vividos en el seno de familias conocidas del país, donde el peso de la fama y el dolor privado se entrelazan de forma inevitable.

Ortega Cano, con 70 años y una trayectoria marcada por altibajos personales y mediáticos, parece nuevamente enfrentarse a una prueba dura y pública.

Quienes lo conocen aseguran que su prioridad absoluta es proteger el bienestar de su nieta, por encima de cualquier conflicto o exposición mediática.

Sin embargo, muchos se preguntan si tendrá la fuerza suficiente para sostener una batalla más, en medio de un clima familiar tan complejo.

En paralelo, se desconoce si Gloria Camila, hija también del torero, tomará un papel más activo en el proceso. Hasta ahora, ha evitado hacer declaraciones públicas, pero podría convertirse en una figura clave a la hora de garantizar una solución estable para su sobrina.

Con el foco mediático puesto nuevamente sobre una de las familias más comentadas de la crónica social española,

los próximos días serán decisivos para determinar no solo el destino legal de una menor que ha perdido a su madre, sino también para evaluar la estabilidad de un clan que, una vez más, se ve obligado a luchar por la armonía en medio del dolor.