El nuevo programa vespertino de RTVE, La Familia de la Tele, debutó el 5 de mayo con un 10,1 % de audiencia pero cayó rápidamente al 5,7 %, generando fuertes críticas internas por su estilo sensacionalista y alejamiento de los principios del servicio público.

 

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Nació con la intención de renovar las tardes de RTVE y conectar con el público desde un enfoque cercano y familiar. La Familia de la Tele, el nuevo magacín diario de la cadena pública, prometía calidez, entretenimiento y espíritu de servicio público.

Sin embargo, a tan solo una semana de su estreno, el proyecto ya enfrenta una tormenta de críticas, unos datos de audiencia decepcionantes y una profunda división dentro de la propia RTVE sobre su legitimidad como contenido financiado con dinero público.

Lo que pretendía ser un reencuentro televisivo entrañable se ha convertido rápidamente en un problema de imagen para la cadena.

Conducido por Aitor Albizua, María Patiño e Inés Hernand, el programa debutó el 5 de mayo con una propuesta ambiciosa: crear un vecindario ficticio llamado Bellavista, donde se entrelazaran actualidad, entretenimiento, entrevistas y ficción.

La idea era innovadora dentro del ecosistema de RTVE, mezclando contenidos sociales y culturales con el universo de la serie La Promesa, que se integraba como parte del formato y cuya duración fue ampliada. La intención era ofrecer una experiencia distinta, híbrida, con vocación integradora.

 

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Pero las cifras pronto pusieron freno al entusiasmo. El estreno atrajo a 791.000 espectadores, con una cuota del 10,1 %, lejos del éxito esperado.

Y la caída fue rápida: el 12 de mayo, uno de sus bloques apenas alcanzó un 5,7 % de share, mientras que La Promesa, emitida dentro del mismo programa, alcanzaba ese mismo día su récord histórico con un 13,7 %, evidenciando el desajuste entre la oferta global y las preferencias reales del público.

La apuesta no conectó, al menos no como se preveía. Y ese solo fue el inicio del conflicto.

Más de 130 profesionales de RTVE firmaron un manifiesto contra el programa, acusándolo de distorsionar la misión de la cadena pública y de replicar formatos propios de la televisión privada, centrados en el sensacionalismo y el cotilleo, carentes de rigor informativo.

El texto denuncia que La Familia de la Tele se aleja del objetivo de ofrecer contenidos de calidad y cultura, diluyendo el papel de RTVE como servicio público.

Incluso el propio Consejo de Informativos de la cadena reprendió al programa por el enfoque frívolo con el que trató la cobertura del cónclave del Vaticano, lo que intensificó la polémica.

 

La familia de la tele' (9,5%) baja con la inauguración del plató, siendo la  tercera opción con su contenedor - FormulaTV

 

Este tipo de críticas internas son poco comunes en RTVE, y resultan aún más llamativas por la presencia de rostros conocidos como María Patiño, procedente de Telecinco y con una larga trayectoria en programas de corazón como Socialité, y de Inés Hernand, figura destacada del contenido juvenil de la cadena, con un tono fresco, progresista y espontáneo.

La mezcla generacional y de estilos prometía dinamismo, pero parece haber generado confusión entre los espectadores, que asocian RTVE con una programación más sobria y estructurada.

Aitor Albizua, el presentador encargado de dar cohesión al conjunto, procede de un perfil periodístico más clásico y se esperaba que equilibrara el formato.

Sin embargo, él mismo se ha visto superado por la naturaleza caótica del espacio, donde predominan las tertulias bulliciosas y los cambios de ritmo.

Fuentes internas señalan que la producción subestimó la dificultad de conjugar el espíritu del servicio público con el ritmo de la televisión de entretenimiento, en un país donde el debate sobre la delgada línea entre información y espectáculo sigue muy vivo.

 

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Los contratiempos externos tampoco ayudaron. El estreno estaba previsto inicialmente para el 22 de abril, pero fue aplazado tras la inesperada muerte del Papa Francisco, lo que obligó a RTVE a reorganizar su parrilla.

Un apagón eléctrico nacional complicó aún más los ensayos, generando retrasos adicionales.

En medio de esa confusión, la colaboración de Belén Esteban durante las pruebas generó titulares: según trascendió, abandonó el plató entre lágrimas tras un conflicto con el equipo, reflejando las tensiones que ya se vivían entre bambalinas.

Pese a todo, RTVE ha defendido que el programa necesita tiempo para asentarse. Pero en su primera semana, La Familia de la Tele ha generado más comentarios por sus errores que por sus aciertos.

Críticos como Mariola Cubells han señalado que el espacio no aporta contenido original y se limita a reciclar formatos del corazón con una apariencia más cuidada.

Otros han subrayado la contradicción de promocionar la inclusión y la conciencia social con secciones que pecan de frívolas y superficiales.

 

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No obstante, hay elementos con potencial. Algunas entrevistas a personajes anónimos y el juego entre realidad y ficción que permite el decorado de Bellavista aportan frescura y creatividad.

Si la dirección logra ajustar el tono y centrarse en historias reales que reflejen la diversidad del país, el programa podría reconectar con su audiencia.

Pero por ahora, se ha convertido en un ejemplo claro de los riesgos que afronta una cadena pública al intentar replicar los formatos comerciales sin tener claro lo que su público espera de ella.

La pregunta de fondo sigue abierta: ¿qué papel debe desempeñar RTVE en un ecosistema mediático cada vez más fragmentado?

¿Debe competir con las privadas en su mismo terreno, o marcar su propia identidad? La Familia de la Tele aún no tiene la respuesta, pero ya ha encendido un debate que no hará más que crecer.