Susanna Griso dejó en evidencia a Susana Díaz en pleno directo al denunciar el victimismo del PSOE por el escándalo de corrupción que salpica al partido desde Navarra hasta el Ministerio de Transportes, señalando el hartazgo social ante una trama que involucra a cargos próximos a Óscar Puente.

Lo que ocurrió en directo en el plató de ‘Espejo Público’ dejó a medio país boquiabierto.

Susanna Griso, una de las periodistas más reconocidas de España, rompió la habitual contención de la televisión matinal para decir, alto y claro, lo que millones de españoles piensan pero nadie se atrevía a verbalizar en ese contexto.

Y lo hizo nada menos que delante de Susana Díaz, histórica dirigente del PSOE, expresidenta de la Junta de Andalucía y una de las voces socialistas que más ha insistido en la defensa pública del partido. Pero esta vez el guion saltó por los aires.

El detonante fue la última trama de corrupción que sacude al PSOE, una red que no es nueva pero que ahora conecta puntos que ya no se pueden esconder: contratos amañados, adjudicaciones irregulares, sobres, mordidas y nombres de altos cargos que empiezan a salir a la luz.

Desde Pamplona hasta los despachos del mismísimo Ministerio de Transportes, el mapa del escándalo tiene tantas ramificaciones que hasta algunos históricos del partido empiezan a desmarcarse o, directamente, a guardar un silencio incómodo.

Y fue ahí donde Griso lanzó la frase que ha resonado como un mazazo: “Los españoles no nos merecemos esto”.

Pero vayamos al origen de esta tormenta política. Todo comienza con la investigación en Navarra, donde una red de empresarios, funcionarios y cargos públicos habría amañado durante más de una década contratos millonarios relacionados con obra pública y servicios de mantenimiento.

Lo que parecía un escándalo local rápidamente ha mostrado conexiones con esferas más altas del poder socialista, incluyendo asesores y técnicos cercanos a varios ministerios.

Uno de los nombres más repetidos en estos días es el del entorno de Óscar Puente, actual ministro de Transportes, cuya cartera empieza a estar bajo la lupa mediática.

Aunque Puente ha negado cualquier implicación, las informaciones siguen sumando sospechas que apuntan a favoritismos a determinadas constructoras y concesiones opacas.

La indignación ciudadana se ha disparado porque no se trata solo de un caso aislado: para muchos, es la enésima confirmación de una forma de gestionar el poder donde el dinero público acaba engordando bolsillos privados.

En medio de este escándalo, el PSOE ha optado por una estrategia que ya no convence ni a los más moderados: victimizarse.

Presentarse como atacados por la derecha, acusar de “campaña mediática” a quienes difunden las investigaciones, y convertir cada aparición pública en un acto de compasión hacia sus propios dirigentes.

Esa fue precisamente la postura que adoptó Susana Díaz en plató, intentando justificar que “hay que dejar actuar a la justicia” y acusando veladamente a algunos medios de “hacer sangre”.

Fue entonces cuando Susanna Griso decidió romper la cortesía habitual y decir lo que tantos estaban pensando: “No podéis ir llorando por los platós cuando hay una trama que os salpica desde hace once años. No cuela. Ya no cuela”.

El golpe fue directo, sin anestesia, y dejó a Susana Díaz sin palabras durante unos segundos que se hicieron eternos en televisión. La audiencia, mientras tanto, estallaba en redes sociales apoyando mayoritariamente la valentía de Griso.

Porque lo que se juega en este escándalo no es solo la reputación de un partido, sino la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Y ese es un límite que, según muchos, el PSOE ha cruzado demasiadas veces.

No se trata de un error puntual, sino de un sistema de clientelismo que se repite con distintos nombres en distintas comunidades: Andalucía, Valencia, Navarra, incluso el propio Madrid ha visto casos similares.

La diferencia es que ahora el hartazgo es generalizado y la excusa del “y tú más” ya no funciona como escudo político.

Mientras el caso sigue avanzando en los tribunales, con nuevos registros y detenciones casi a diario, el debate político está completamente envenenado.

La oposición aprovecha cada nueva información para desgastar al Gobierno, pero incluso voces críticas desde dentro del propio PSOE reconocen en privado que el escándalo puede ser letal en términos electorales.

Porque a pesar de las promesas de regeneración, la sensación para buena parte de la sociedad es que siguen siendo los mismos perros con distintos collares.

Y la frase de Susanna Griso, pronunciada en ese contexto tan incómodo, ha funcionado como un altavoz de una indignación social que no se apaga.

La periodista catalana, acostumbrada a manejar debates complejos y lidiar con invitados de todo el espectro ideológico, ha dado un paso más al convertirse en altavoz del hartazgo de la calle.

Y no es la primera vez que lo hace. Griso ya protagonizó titulares hace años cuando criticó sin filtros los excesos del independentismo catalán o cuando cuestionó las políticas migratorias europeas con dureza.

Esta vez, el blanco ha sido el PSOE y una red corrupta que ya nadie puede esconder detrás de cortinas de humo.

Lo que queda ahora es esperar si las investigaciones judiciales lograrán desentrañar toda la trama o si, como en otros casos, acabarán diluyéndose entre recursos legales, demoras y pactos en la sombra.

Pero lo que está claro es que el victimismo ya no cuela. La indignación social está sobre la mesa, el PSOE está contra las cuerdas y la frase de Griso seguirá retumbando en el debate público: “Los españoles no nos merecemos esto”.

Y tiene razón. Lo que no nos merecemos es pagar el saqueo de quienes llevan años viviendo del dinero de todos mientras se presentan como mártires televisivos. Esa pantalla, ya no engaña a nadie.