Completamente renovada por dentro y por fuera tras su vuelta de Honduras, Terelu enfrenta esta nueva etapa con la ilusión intacta y sin miedo a reivindicarse como mujer y profesional

A tan solo unas semanas de cumplir los 60 años, Terelu Campos ha vuelto a acaparar titulares con su esperado posado veraniego, esta vez más atrevido, sincero y personal que nunca.

La emblemática presentadora y colaboradora ha decidido mostrarse al natural, sin tapujos ni complejos, y lo ha hecho desde un lugar muy especial: la casa de su madre en Málaga.

“Solo me pongo el biquini allí”, confiesa con una mezcla de pudor y cariño. “Siempre será su casa”, añade, refiriéndose a la que fuera residencia de María Teresa Campos, el gran pilar de su vida.

Recién llegada de Honduras tras su experiencia en ‘Supervivientes’, Terelu asegura que el reality ha sido un antes y un después en su vida: “Ha sido una catarsis. Me ha servido para reconciliarme conmigo, para no putearme con lo físico”.

Por primera vez, se atreve a posar en bikini sin cubrirse, algo que, aunque aún le genera inseguridad, la hace sentir libre. En las imágenes, se la ve más segura, luminosa y empoderada que nunca, abrazando sus curvas, su edad y su verdad.

Pero no todo es imagen. Detrás de su sonrisa, Terelu también se ha abierto emocionalmente en una entrevista íntima en la que lanza una confesión inesperada: “Tras años sin ganas de acercarme a nadie, echo de menos los besos de un hombre”.

Con esa frase desarma a todos, revelando un anhelo profundo de afecto, de intimidad y de recuperar una parte de sí misma que había permanecido dormida durante años.

“Me gustaría abrazar, besar… volver a sentir”, dice con sinceridad, dejando entrever una nueva etapa en su vida, marcada por el deseo de volver a conectar emocionalmente.

La relación con su familia ha sido otro de los temas sobre la mesa. Terelu habla con firmeza y sin filtros sobre los ataques que ha recibido su hija Alejandra Rubio, asegurando que no tolera que se use a sus seres queridos para hacerle daño.

“Me da igual lo que digan de mí, pero si hablan de mi hija, de su pareja, de mi hermana o de mis sobrinos, me duele. Me llevo un disgusto”, reconoce.

También se refiere a la supuesta mala relación con su hermana Carmen Borrego, algo que desmiente de forma tajante: “¡Nos hemos criado como si fuéramos mellizas!”.

De hecho, asegura que Carmen sufre mucho cuando va a los platós y que ella misma lo pasa mal cada vez que la entrevista en televisión: “Es horroroso. Es lo más difícil. Ahí intento estar en segundo lugar”.

La periodista también ha sido muy clara respecto a su posición en el programa ‘¡De Viernes!’, donde actualmente trabaja como colaboradora.

A pesar de sentirse querida por gran parte del equipo, no oculta su decepción por cómo fue tratada al regresar de ‘Supervivientes’: “Recién llegada de Honduras, no me sentí bien tratada por mis propios compañeros”, confiesa con una mezcla de tristeza y decepción.

“Me dolieron las formas. No es cabreo, es algo peor, más profundo”.

Terelu no dudó en trasladar sus sentimientos directamente a la dirección del programa en una reunión sincera: “Les dije: ‘Me sentí fatal’. Y por suerte tengo la confianza para hacerlo”.

Sobre su papel en televisión, reconoce que vive una dualidad constante entre su faceta de personaje y la de periodista. “Me gusta ser una buena persona, y si con eso creen que soy menos profesional… me da risa”.

Aun así, sigue firme en su objetivo de mantenerse auténtica, aunque eso le cueste críticas o momentos incómodos. “Sé cuándo me he sentido cómoda y cuándo muy incómoda. Han sido poco generosos, cosa que yo jamás les hubiera hecho. Son compañeros”.

A pesar de las polémicas, las inseguridades y el dolor que ha tenido que gestionar tanto a nivel profesional como personal, Terelu afirma que ha aprendido a relativizar.

“Antes me cabreaba y ahora me provoca indiferencia. No me puedo pasar el día desmintiendo imbecilidades. Tengo una vida feliz”, sentencia.

Terelu Campos, referente en la televisión española desde hace décadas, sigue demostrando que no teme reinventarse, mostrarse vulnerable ni alzar la voz cuando siente que se ha cometido una injusticia.

A sus casi 60 años, se reafirma como una mujer libre, compleja, emocional, firme y profundamente humana.

Este posado veraniego, lejos de ser un simple gesto estético, se convierte en una declaración de intenciones, un símbolo de empoderamiento y una nueva etapa donde la vida, el amor y la libertad vuelven a tener protagonismo.