¡CARA A CARA EXPLOSIVO! Maestre HUMILLA a Elisa Beni por MENTIR sobre el Avión de Pedro Sánchez

La política española vive tiempos de alta tensión informativa, y en medio de esta guerra de relatos, los bulos se han convertido en arma de ataque preferida de ciertos sectores.

Esta semana, un nuevo episodio de esta batalla mediática estalló cuando la periodista Elisa Beni intentó sembrar la sospecha sobre un supuesto uso indebido del Falcón presidencial por parte de Pedro Sánchez.

Lo hizo desde su cuenta de X (antes Twitter), donde publicó un mensaje en el que insinuaba que uno de los aviones del Estado había realizado un viaje “curioso” que olía a escándalo.

Todo empezó con un vuelo registrado en una web anónima creada por usuarios de Forocoches, un conocido foro de tendencia conservadora.

En la web se detallaban los trayectos de varios aviones oficiales, incluyendo horarios, destinos y modelos de aeronaves.

Uno de estos vuelos, de Etiopía a Andalucía, fue realizado por un Airbus A310, algo claramente especificado en la fuente de datos.

Pero Beni, sabiendo perfectamente qué avión era, decidió usar el término “Falcón”, un apodo ya cargado de connotaciones negativas gracias a años de campañas mediáticas en contra del presidente.

Ese simple giro semántico fue suficiente para activar a toda una red de indignación digital: usuarios, cuentas anónimas y medios afines a la derecha comenzaron a amplificar la insinuación de que Sánchez habría

usado un jet presidencial para fines privados.

Pero la maniobra no les duró mucho.

Entra en escena Antonio Maestre.

El periodista y analista no tardó en reaccionar.

Con datos, precisión quirúrgica y una claridad aplastante, explicó que el vuelo había sido realizado por un Airbus A310 —no un Falcón— y que ese avión, en particular, se usa para tareas oficiales muy específicas

como repatriaciones, misiones humanitarias y desplazamientos logísticos del Estado.

Incluso mencionó antecedentes del mismo avión en operaciones de emergencia con militares y ciudadanos españoles varados en África.

El golpe fue tan contundente que dejó a Beni sin margen para sostener su insinuación.

Pero lejos de admitir su error de forma honesta, intentó justificarse diciendo que usó “Falcón” como sinónimo general de avión oficial, un argumento que resultó ser aún peor.

Porque lo que había hecho, de forma consciente, era usar una palabra diseñada para provocar reacción, sabía perfectamente su carga simbólica.

No era un error, era manipulación.

Las redes no se lo perdonaron.

En cuestión de minutos, decenas de usuarios la señalaron por contribuir a la intoxicación informativa.

Y es que, como dijo Maestre, lo grave no es el avión en sí, sino el uso deliberado del lenguaje para generar sospechas donde no hay nada.

Este caso se convirtió en el ejemplo perfecto de cómo ciertos periodistas, en vez de informar, prefieren lanzar carnaza a las fieras digitales con la esperanza de sumar clics y retuits, aunque sea a costa de la verdad.

Pero esta no es una excepción.

Desde hace años, la figura del “Falcón” ha sido convertida en el arma propagandística favorita de la derecha mediática.

No importa si los vuelos son por razones oficiales, diplomáticas o de emergencia.

Lo importante es sugerir despilfarro, lujo y desconexión con el pueblo, un relato emocional muy efectivo entre quienes arrastran frustración social.

El problema es que la narrativa se impone al hecho.

Da igual que Rajoy o Aznar también usaran aviones oficiales.

El objetivo es erosionar la figura de Sánchez cueste lo que cueste.

El caso de Beni también refleja algo más profundo: el deterioro de la ética periodística.

Ya no se investiga, no se contrasta, no se verifica.

Se lanza, se insinúa, se viraliza… y si luego es mentira, se minimiza.

Pero el daño ya está hecho.

El bulo se instala en la mente colectiva, y eso es todo lo que importa para quien busca contaminar el debate público.

La intervención de Maestre, más allá de corregir una mentira puntual, actúa como una defensa de la democracia.

Porque si el periodismo abandona los hechos, lo que queda es espectáculo.

Y en ese espectáculo tóxico, la política se convierte en un circo donde los que gritan más fuerte y mienten más rápido ganan terreno.

Este episodio nos deja muchas preguntas incómodas: ¿Qué papel están jugando los medios en la crispación política actual? ¿Por qué se tolera tanta ligereza informativa desde ciertas tribunas? ¿Cuántos bulos más

se normalizarán antes de que el periodismo reaccione?

Porque no se trata solo de defender a Pedro Sánchez.

Se trata de defender el derecho del ciudadano a recibir información veraz.

Se trata de que el debate público no esté secuestrado por intereses partidistas ni por la cultura del escándalo permanente.

Y se trata, sobre todo, de que la verdad vuelva a importar.

Antonio Maestre no solo desmontó un bulo.

Nos recordó que, en tiempos de mentiras virales, decir la verdad es un acto de resistencia.

Y más vale que no lo olvidemos.