Andreu Buenafuente dio las gracias al público por la calurosa acogida y nosotros se las damos a él, en justa reciprocidad. El Auditorio de Terrassa donde se graba el programa Futuro imperfecto tiene un aforo de ochocientos espectadores.

Eso significa mucha energía positiva que se puede palpar en el ambiente. Una energía que recarga baterías y anima al showman a continuar con su noble labor durante el tiempo que haga falta.

Se lo contaba Andreu a David Broncano en La Revuelta. Calificaba Futuro imperfecto como un milagro. No se refería al programa en sí mismo, sino al acto físico de desarrollar comedia con total libertad en los tiempos que corren.

Practicar comedia amparado por una televisión pública, con lo que ello signifique, y que esa televisión pública no sea TV3, aquella en la que dio sus primeros pasos y recibió sus primeros aplausos.

A Andreu Buenafuente le bastaron tres minutos para hacer un recorrido por su trayectoria profesional, y recordó, sin autocensurarse, su maltrecho paso por La Sexta.

Había días en que entraba pasada la una de la madrugada, y su madre, que como todas las madres ven a sus hijos cuando salen por la tele hagan lo que hagan, le esperaba pacientemente. Pero antes de En el aire emitían tres episodios de la serie El mentalista.

Que uno o dos vale, pero tres ya parecía una prueba de resistencia a la paciencia de los incondicionales de Andreu. Sin embargo, como no hay mal que por bien no venga en aquellos tiempos difíciles Buenafuente cultivó lo que significa la labor de equipo, y de paso conoció a algunos de los que después serían sus mejores colaboradores, como Bob Pop.

Andreu calificó su fichaje en Movistar como una maravilla. Lo fue. Ahí compartimos los mejores cinco años de late de nuestras vidas.