Miguel Flores Quirós, mejor conocido como El Capullo de Jerez, no es solo un nombre en el mundo del flamenco: es un símbolo de la verdad desnuda, del arte sin artificios y de la vida vivida a pulmón abierto.

Su historia, marcada por las adicciones, los escándalos y una redención imparable, es una de las más crudas y reales del cante jondo contemporáneo.

Nacido en Jerez de la Frontera, en un entorno gitano humilde y sin la figura paterna presente, El Capullo forjó su carácter entre tablaos, calles y supervivencia.

Desde joven, supo que su voz era su salvación, pero también su condena.

Durante años, la vida de El Capullo de Jerez fue un torbellino de excesos. Su talento innegable lo llevó a lo más alto, pero su carácter indomable también lo sumergió en problemas con la ley y polémicas detenciones, como aquella vez que fue arrestado por enfrentarse a la policía en plena calle.

Además, su batalla contra las drogas lo tuvo al borde de la destrucción. En entrevistas, el propio cantaor ha confesado haber consumido durante años, y aunque nunca recurrió a ayuda médica, logró salir por sí mismo. “Yo lo dejé solo, porque sabía que me estaba matando”, ha declarado. Esa lucha silenciosa, sin clínicas ni titulares, es parte esencial de su leyenda.

Pero El Capullo de Jerez no se quedó en el escándalo. Con una voz desgarradora y un estilo único, resurgió desde las cenizas para convertirse en una figura respetada del flamenco puro. Su cante, al que él mismo define como “cante del estómago”, ha traspasado fronteras y prejuicios. Ha criado a sus hijos, pagado sus deudas, y ha vuelto a los escenarios con más verdad que nunca.

Pese a su autenticidad brutal, o quizás gracias a ella, El Capullo ha sido rechazado por algunos sectores del flamenco tradicional, que no toleraban su estilo directo y sin maquillaje. Sin embargo, el público lo ha convertido en una leyenda viva, una voz que representa a los que vienen del barro, a los que luchan con todo y aún así logran levantarse.

El Capullo de Jerez no solo canta. Él cuenta la vida a través del quejío, sin técnica académica, pero con un alma que atraviesa. Su cante no busca la perfección, sino la emoción. Habla de la calle, del hambre, del amor perdido, del dolor real.

Su filosofía es simple y profunda: “El arte es verdad. El que canta para gustar, no está cantando. Yo canto pa soltar lo que llevo dentro”.

La vida de El Capullo de Jerez es un testimonio de lucha, caída y renacimiento. Desde la marginación hasta el respeto de las peñas más exigentes, su historia no necesita adornos porque su cante ya lo dice todo. Si alguna vez el flamenco tuvo un rebelde auténtico, ese es Miguel Flores Quirós.

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