La influencer Lola Moreno, más conocida como Lola Lolita, no ha tenido una vida fácil, pero ver su recorrido y su nivel de facturación es, sin duda, sorprendente.

Hace solo cinco años, Lola Lolita era menor de edad y ya había logrado tener una enorme repercusión en redes sociales.
Su historia es la de una niña a la que no le ha dado tiempo ni a soñar con lo que ha conseguido: simplemente lo ha hecho.
Ha llegado poco a poco y casi sin esfuerzo, que no sin mérito. Porque cuando ella cogía el móvil y se ponía delante de la cámara, la intención no era ser quien es hoy, sino disfrutar.
Y con ello llegaron las oportunidades: se le abrieron puertas y ventanas, se le construyeron caminos y hoy tiene su propio festival, una agencia de representación y la vida prácticamente resuelta.

Siempre se ha caracterizado por hacer lo que le apetecía sin seguir demasiado la corriente, y eso le ha llevado a tener algunos disgustos.
Los primeros, en el instituto. Tenía 14 años cuando comenzó a subir vídeos a Musical.ly, la aplicación que existía antes de TikTok.
Entonces publicaba cada dos o tres días y, según ha contado en diferentes entrevistas, a sus amigos les parecía que hacía el «ridículo».
Pero ella no lo dejó; pese a las burlas y los abucheos, siguió adelante y hoy probablemente aquellos compañeros que se reían formen parte de sus seguidores.

La pandemia fue su momento de inflexión. Cuando el mundo se paró y las redes se convirtieron en punto de encuentro, sus seguidores comenzaron a contarse primero en miles, luego en cientos de miles, y en nada de tiempo en millones.
En marzo de 2019 ganó el premio Kid’s Choice Awards al influencer español favorito y, desde entonces, su vida cambió.
Comenzaron a llegar las marcas, las colaboraciones, el dinero, los eventos, la exposición y todo lo que conlleva la fama, más aún cuando te llega de un día para otro.
Eso la llevó a más. Abrió un canal de YouTube, escribió dos libros enfocados en adolescentes que no funcionaron mal: Nunca dejes de bailar, donde contaba su propia historia, y Nunca dejes de soñar, en el que recogía la primera etapa de su éxito.
También se lanzó con una pequeña línea de ropa y poco después con lo que hoy es su gran proyecto.
En realidad, quien lo lidera es su madre, con la que comparte nombre: se llama Lolita Manager y es una agencia de representación en la que la primera representada es ella misma, después su hermana y los que hasta hace poco eran los novios de ambas, Ibelky y Álvaro Suárez, entre otros influencers.

La sociedad se dio de alta en 2022 bajo el epígrafe de objeto social: «todas las actividades de producción o comercialización que se utilizan para poner en contacto a modelos, artistas o profesionales de las redes sociales con empresas o marcas que desean obtener visibilidad, y comercio al por menor de toda clase de prendas para el vestido y calzado».
A pesar de llevar menos de tres años en acción, la influencer ya ha logrado facturar una cifra que supera los dos millones de euros.
Y esto es solo lo que factura por la representación de otros artistas; lo que ella gana por sus propias colaboraciones queda al margen de esta cifra, que ya es asombrosa si recordamos que tiene 23 años.
Pero no es oro todo lo que reluce. Si bien su cuenta bancaria está tan saneada que, si lo administrara bien, probablemente podría no trabajar más el resto de su vida, la verdad es que todo este apabullante éxito también tiene su cara B.
Y eso es precisamente lo que la ha llevado a la actualidad en estos últimos días: un vídeo del youtuber Nil Ojeda, de su serie 21 días viviendo entre millonarios, en el que Lola participó y cuyos comentarios han despertado una ola de críticas. Muchos consideraron que no trató bien al personal de un establecimiento y que fue exigente, materialista, altiva y poco generosa.

Ella salió al paso explicando el contexto en el que sucedió todo y pidiendo disculpas, algo que para muchos no fue suficiente, pero que a ella no le ha impedido seguir adelante.
Además, asegura haber aprendido de la situación, de la presión y de la importancia de cada una de las palabras que se dicen desde su altavoz, que no es precisamente pequeño.
Actualmente cuenta con 13,6 millones de seguidores en TikTok y 4,4 en Instagram, lo que deja claro que es una de las influencers más seguidas del panorama español. Y lo ocurrido no ha sido más que un bache.
Prueba de ello es que ha logrado cerrar durante tres días el Aquopolis de Madrid: el primero, para amigos e influencers; el segundo y el tercero, abiertos al público y con las entradas agotadas, que costaban entre 10 y 35 euros. Su capacidad de convocatoria ha quedado clara, también el hecho de que sabe reponerse tras los momentos críticos, y que apoyo, desde luego, no le falta.
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