A sus 69 años, Sergio Andrade ha roto el silencio que mantuvo durante décadas y lo que ha dicho ha dejado al mundo conmocionado.

 

 

 

 

Durante años, su nombre fue sinónimo de escándalo, poder oculto y una historia tan oscura como controvertida.

Fue el hombre detrás del fenómeno musical y mediático de Gloria Trevi, pero también el centro de una de las polémicas más fuertes que ha enfrentado la industria del entretenimiento latinoamericano.

Su figura se convirtió en un símbolo del control, la manipulación y el misterio.

Mientras algunos lo consideraban un genio musical, otros lo veían como un personaje temido y peligroso.

Pero ahora, en un giro inesperado, ha decidido hablar con una claridad y un nivel de detalle que nadie anticipó.

Lo que más impacta no es solo lo que dijo, sino cómo lo dijo.

 

 

 

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Sereno, calculado y con una memoria afilada, Sergio Andrade relató los años más oscuros de su vida sin evasivas.

Admitió errores, pero también intentó justificar decisiones que marcaron para siempre la vida de decenas de personas.

Habló de su relación con Gloria Trevi, no solo como productor sino como figura central de un sistema que muchos describieron como una secta emocional.

Reconoció que usó su poder para moldear, controlar y exigir obediencia, aunque aseguró que muchas de sus acciones fueron malinterpretadas o distorsionadas por los medios.

Lo más perturbador fue su falta de arrepentimiento en ciertas partes del relato, como si todavía viviera bajo sus propias reglas, ajeno al impacto real que causó.

Durante la entrevista, se refirió también a su tiempo en prisión, al escarnio público y a cómo, según él, su imagen fue destruida sin que pudiera defenderse.

 

 

Sergio Andrade - La Tercera

 

 

Pero no se limitó a hablar del pasado.

Sergio Andrade aseguró tener proyectos nuevos, ideas que quiere compartir y, sorprendentemente, expresó su deseo de volver a trabajar en la música.

Esta revelación ha generado una fuerte división de opiniones: para algunos, es una provocación inaceptable; para otros, un intento desesperado de redención.

En ningún momento buscó lástima ni perdón, y quizás eso fue lo que más inquietó a quienes lo escucharon.

En lugar de pedir comprensión, pareció querer imponer una versión de los hechos donde él no es víctima, pero tampoco el villano que todos pintaron.

El testimonio de Sergio Andrade no cerró heridas.

Las abrió de nuevo.

 

 

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Dio nombres, fechas, describió dinámicas de poder y justificó conductas que muchos consideraban imperdonables.

Dijo que su silencio fue una estrategia de supervivencia, pero que a esta edad ya no tiene nada que perder.

Esa frase resonó como un eco inquietante, porque detrás de ella se esconde la certeza de que no busca limpiar su imagen, sino dejar su versión registrada para siempre.

No habló por impulso, sino con un guion claro, como quien lleva años preparando cada palabra.

A lo largo de más de una hora de confesiones, dejó claro que no busca reconciliarse con el pasado, sino retomar el control de su narrativa.

Esa intención ha desatado una ola de reacciones en redes, medios y entre quienes fueron protagonistas, directos o indirectos, de los hechos que él relató.

 

 

 

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Sergio Andrade, el hombre que durante años fue una figura casi fantasmal, ha vuelto al centro del escenario.

Y aunque su versión no cambie lo que ya se sabe o se sospecha, su voz, después de tanto tiempo callada, ha reactivado una conversación que muchos creían enterrada.

El silencio se rompió, pero las consecuencias apenas comienzan.