A sus 73 años, El Padre Pistolas ha roto el silencio que mantuvo durante años, provocando una ola de conmoción no solo en su comunidad, sino en todo el país.

Conocido por su carácter fuerte, su inquebrantable defensa de los valores que considera esenciales y su forma directa de hablar, este sacerdote michoacano se ha convertido en una figura polémica y profundamente respetada en igual medida.

Durante décadas, El Padre Pistolas —cuyo nombre real es Alfredo Gallegos— ha desafiado las normas tradicionales del clero con su estilo particular: armado, sin pelos en la lengua y profundamente comprometido con las causas sociales.

Su discurso siempre ha estado marcado por una mezcla de fe, indignación ante la injusticia y un enfoque pastoral poco convencional.

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No es extraño que, por momentos, haya sido criticado por la jerarquía eclesiástica, al tiempo que era defendido por los feligreses que lo ven como un pastor valiente en un entorno dominado por la violencia y el abandono institucional.

El reciente pronunciamiento del Padre Pistolas, que ha sido interpretado por muchos como una especie de testamento espiritual, ha tocado temas sensibles y urgentes.

En su mensaje, grabado con la voz temblorosa pero aún firme, abordó la corrupción dentro de las estructuras del poder, la indiferencia de algunos sectores de la Iglesia frente al sufrimiento del pueblo, y la necesidad de que los creyentes actúen con coraje y no se limiten a orar sin comprometerse con la realidad.

“Dios no quiere cobardes”, dijo con fuerza, mirando a la cámara con esa intensidad que lo ha caracterizado toda su vida.

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Además, hizo un llamado a las nuevas generaciones a no dejarse engañar por líderes que usan la religión como herramienta de manipulación y recordó la importancia de mantener viva la lucha por la justicia, aun cuando eso implique riesgos personales.

También habló de su salud, admitiendo que el paso del tiempo le ha cobrado factura, pero dejando claro que no se arrepiente de nada.

“He vivido como he predicado: de frente, con los pies en la tierra y con la conciencia tranquila”, afirmó.

La reacción no se hizo esperar. Las redes sociales estallaron con mensajes de apoyo, respeto y sorpresa. Muchos que lo seguían de lejos ahora se sienten más conectados con su mensaje.

Incluso aquellos que no comparten su forma de expresarse han reconocido la honestidad y el valor de sus palabras.

No es solo lo que dijo, sino el momento en el que decidió decirlo: cuando la edad, la experiencia y la cercanía con el ocaso de la vida dan a cada frase un peso especial.

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A los 73 años, El Padre Pistolas no solo rompió el silencio: dejó una huella que difícilmente podrá ser ignorada.

Su voz, marcada por la crudeza de la verdad y el amor profundo por su gente, seguirá resonando mucho después de que él ya no esté.

Porque más allá de la polémica, ha sido —y sigue siendo— un símbolo de resistencia, autenticidad y fe viva.