Laureano Brizuela, alguna vez celebrado como “el ángel del rock” en América Latina, fue un cantante, compositor y productor musical que alcanzó gran fama durante las décadas de los 70 y 80.
Su voz, carisma y talento lo llevaron a conquistar públicos en Argentina, México, Puerto Rico y otros países, convirtiéndolo en una figura emblemática del rock en español.
Sin embargo, detrás de la fama y el éxito, se escondía una historia mucho más oscura, marcada por la traición, la injusticia y la lucha personal que cambió para siempre el curso de su vida y carrera.
El 15 de diciembre de 1989, Laureano Brizuela aterrizó en el aeropuerto de la Ciudad de México procedente de Miami, esperando una llegada rutinaria y un regreso tranquilo a su vida profesional.
Pero lo que sucedió a continuación fue un golpe inesperado y devastador: fue detenido abruptamente por las autoridades bajo cargos de presunta evasión fiscal.
Sin derecho a realizar una llamada telefónica ni a comunicarse con sus abogados o familiares, Brizuela fue incomunicado durante meses, en una situación que él mismo describió como un secuestro.
Esta detención violó la Convención de Viena de 1961, que protege los derechos de los diplomáticos y ciudadanos en situaciones similares.
El arresto no solo afectó su libertad, sino que también golpeó duramente su carrera musical, que hasta ese momento estaba en pleno auge en México.
Brizuela, quien había logrado consolidarse como un artista innovador y exitoso, vio cómo su nombre se manchaba y su reputación se desmoronaba ante la opinión pública.
Según la versión de Laureano Brizuela, la verdadera razón detrás de su detención no fue un error propio, sino la mala gestión financiera de su representante y amigo, Raúl Velasco Junior, hijo del famoso conductor de televisión Raúl Velasco.
Velasco Junior habría manejado de forma negligente y fraudulenta las finanzas del cantante, apropiándose de aproximadamente 400,000 dólares de sus ganancias y sin pagar los impuestos correspondientes, lo que derivó en la acción legal en su contra.
Para Brizuela, esta traición fue doblemente dolorosa: no solo perdió su libertad injustamente, sino que quienes debían protegerlo y apoyarlo, como la familia Velasco, optaron por proteger a su propio hijo y dejarlo a él solo frente a la tormenta.
En su libro “Infamia del poder en México”, Brizuela relata cómo Raúl Velasco padre no buscó justicia para ambas partes, sino que prefirió salvar la imagen de su familia, olvidando que él también era un ser humano con derechos y dignidad.
Durante los cuatro meses y medio que pasó en prisión, Laureano Brizuela fue clasificado erróneamente como un recluso de riesgo medio a alto, principalmente por sus respuestas a los psicólogos del penal.
Sin embargo, dentro de ese ambiente hostil, Brizuela encontró gestos de solidaridad y humanidad inesperados.
Otros internos, incluyendo criminales condenados, reconocieron que él no pertenecía a ese lugar y lo apoyaron en su difícil situación.
Incluso un preso famoso le dijo: “Si tú estás aquí, entonces todos somos inocentes”, una frase que quedó grabada en la memoria de Brizuela y que refleja la injusticia que vivió.
A pesar de que muchos en el mundo del espectáculo le dieron la espalda, algunas figuras valientes como Laura Flores, Olga Breeskin, Sergio Fachelli y el grupo Las Pandoras mostraron su apoyo visitándolo en prisión, aunque no todos soportaron la crudeza del ambiente carcelario.
En diciembre de 1995, seis años después de su arresto, un tribunal colegiado falló a favor de Laureano Brizuela, declarando su inocencia y absolviéndolo de todos los cargos.
Para él, esta sentencia no solo fue una victoria legal, sino una reivindicación personal tras haber soportado la cárcel, el daño a su reputación y la pérdida de propiedades y activos financieros tanto en México como en Estados Unidos.
Sin embargo, la batalla por recuperar sus bienes confiscados fue larga y complicada.
La Secretaría de Hacienda bloqueó sus reclamos durante casi una década, y cuando finalmente el caso llegó a la Suprema Corte, fue rechazado bajo la influencia de altos funcionarios, incluyendo a Francisco Gil Díaz, quien había sido responsable originalmente de su arresto y luego secretario de Hacienda durante la presidencia de Vicente Fox.
Este episodio evidenció la corrupción y el abuso de poder que enfrentó Brizuela, y cómo el sistema podía aplastar a un individuo por intereses políticos y económicos.
Frustrado pero decidido a limpiar su nombre y denunciar las injusticias, Laureano Brizuela publicó en 2006 su libro “Infamia del poder en México.
Mi crónica del terrorismo fiscal, sus víctimas, sus tácticas y sus inquisidores”, donde expone su desgarradora experiencia y acusa al gobierno mexicano de abuso sistémico y persecución política mediante la burocracia.
Además, llevó su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Washington, que en 2010 declaró admisible su denuncia por encarcelamiento injusto, daños morales y económicos, y violación de la Convención de Viena de 1961.
A pesar de los años de lucha, Brizuela mantuvo su dignidad y su compromiso con la defensa de los derechos humanos, afirmando que nadie debería ser víctima de abusos y atropellos.
Laureano Brizuela nació el 22 de julio de 1949 en Salta, Argentina, en una familia con profundas raíces intelectuales y artísticas.
Su padre era químico farmacéutico y descendiente de un reconocido pintor catamarqueño, mientras que su madre provenía de una familia británica establecida en Buenos Aires con una historia notable en la medicina y la política.
Desde joven, Brizuela mostró talento tanto en la música como en lo académico.
Se graduó como profesor de piano y comenzó estudios en derecho y musicoterapia, aunque finalmente decidió dedicarse por completo a la música.
Su carrera profesional inició en 1972 con CBS Argentina, y pronto alcanzó éxito con canciones como “¿Por qué te quiero tanto?” y “Nos quisimos, nos amamos”.
En los años siguientes, Brizuela se convirtió en un innovador en la música latinoamericana, fusionando baladas románticas con rock y produciendo álbumes para artistas reconocidos como Ednita Nazario, a quien ayudó a catapultar al estrellato internacional.
También incursionó en la actuación y la producción musical, dejando una huella importante en la industria.
La historia de Laureano Brizuela es un relato de talento, traición, resiliencia y lucha contra la injusticia.
De ser un ícono del rock latinoamericano, pasó a ser víctima de un sistema corrupto que casi destruye su vida y carrera.
Hoy, cerca de los 80 años, vive alejado de los reflectores, con un legado empañado pero con la dignidad intacta por haber enfrentado y denunciado las injusticias que sufrió.
Su experiencia es un recordatorio de los peligros que enfrentan los artistas y ciudadanos cuando confían en las personas equivocadas y se enfrentan a sistemas corruptos.
A pesar de todo, Laureano Brizuela sigue siendo un símbolo de resistencia, una voz que clama por justicia y un ejemplo de cómo la verdad y la perseverancia pueden prevalecer, aunque el camino sea largo y doloroso.
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