🚨 HUNDIMIENTO SIN FRENO: RTVE arde con el fracaso de ‘La Familia de la Tele’ y el silencio de Broncano y Esteban 💥

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El estreno de La Familia de la Tele no solo ha sido un fracaso, ha sido un hundimiento televisivo en toda regla que ha dejado en shock tanto a la audiencia como a los propios trabajadores de RTVE.

Con un presupuesto desorbitado, una plantilla reciclada directamente desde los escombros de Sálvame y una promoción masiva que prometía el oro y el moro, la realidad ha golpeado con la fuerza de un martillazo: audiencias raquíticas, formato incoherente y un

contenido que ni entretiene ni informa.

En su primer día, el programa se desplomó a un 7,4% de share en su tramo principal, quedando muy por debajo de lo esperado.

Lejos de remontar, la segunda entrega confirmó la debacle: pérdida de 1,7 puntos y más de 150.

000 espectadores menos.

Las cifras no engañan: la audiencia ha dictado sentencia y ha huido en masa.

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Mientras El Hormiguero arrasaba con un 14,2% y casi 2 millones de espectadores, el nuevo engendro de RTVE se arrastraba en una franja en la que se esperaba al menos un doble dígito.

Las imágenes no podían ser más desoladoras: 15 personas apretadas en un solo sofá, tres presentadores hablando al mismo tiempo, caos absoluto y un guion que brillaba por su ausencia.

El resultado: un formato que no solo fracasó en atraer, sino que generó rechazo inmediato.

Belén Esteban, con el rostro desencajado, parecía darse cuenta en directo del desastre que estaban protagonizando.

Y no fue la única.

Rosa Benito, sin pelos en la lengua, abandonó el plató negándose a compartir espacio con quienes consideraba “tóxicos”.

Una señal clara de que ni dentro del equipo creen en el proyecto.

Pero lo más grave no viene del share, sino del escándalo interno que se ha desatado en RTVE.

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Los trabajadores históricos de la cadena pública han alzado la voz y no están dispuestos a seguir callando.

Denuncian la utilización de recursos públicos para financiar lo que califican como “telebasura reciclada”, acusando a la dirección de RTVE de haber cedido a la presión de figuras mediáticas venidas a menos para montar un circo sin alma ni dirección.

La indignación es tal que ya circulan cartas internas, protestas formales y filtraciones demoledoras que pintan un panorama insostenible.

Desde dentro se habla de improvisación, favoritismos y una gestión opaca del presupuesto destinado al programa.

La pregunta que flota en el ambiente es clara: ¿por qué se ha permitido esto en una televisión pública? ¿Y quién se hará responsable del dinero malgastado?

La figura de Broncano también está en el centro de la tormenta.

Aunque no forma parte activa del programa, su vinculación con otros espacios polémicos de la cadena y su coste millonario en dinero público lo convierten en un blanco fácil para los críticos.

Las comparaciones con El Hormiguero no tardan en aparecer, y lo cierto es que el contraste es demoledor: mientras Pablo Motos mantiene una audiencia fiel, el contenido de RTVE se diluye en polémicas y baja calidad.

Los medios digitales no han tenido piedad.

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Titulares como “El mayor batacazo de la televisión pública” o “RTVE se convierte en Sálvame 2.

0” copan los portales, evidenciando que ni siquiera la prensa rosa está dispuesta a apoyar este experimento fallido.

Y es que ni siquiera el arrastre de La Promesa —uno de los pocos éxitos de la franja— ha logrado sostener el hundimiento del contenedor vespertino.

La decepción ha alcanzado incluso a antiguos rostros de Mediaset que creían haber encontrado una nueva oportunidad en RTVE.

Isa Pantoja, por ejemplo, habría dejado un contrato estable para unirse a este barco que ya tiene nombre y destino: el Titanic del 2025.

Con sueldos que superan los 12.

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000€ mensuales y una exposición que en vez de impulsar sus carreras las entierra, muchos se preguntan si este cambio de cadena no fue, simplemente, un suicidio profesional.

Todo indica que La Familia de la Tele no llegará viva al verano.

Las audiencias lo dicen, el rechazo interno lo confirma y el descontento social lo grita.

Los contribuyentes no están dispuestos a pagar espectáculos bochornosos disfrazados de entretenimiento, y los trabajadores de RTVE, muchos de ellos con décadas de carrera, tampoco.

Exigen respeto por la televisión pública, por su historia y por los valores que alguna vez representó.

Lo que se prometía como un renacer es, en realidad, el funeral prematuro de una apuesta desastrosa.

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La caída en picado de este programa es una lección brutal sobre lo que ocurre cuando la arrogancia se impone al sentido común, cuando se confunde popularidad con calidad, y cuando se olvida que la televisión pública no es un plató de reconciliaciones forzadas ni

un vertedero de formatos quemados.

La cancelación es inminente, y lo que viene a continuación es la rendición de cuentas.

¿Quién firmó los contratos? ¿Quién aprobó el presupuesto? ¿Y quién va a dar la cara cuando todo esto se hunda por completo? Una cosa es segura: el público ha hablado, y esta vez, ha hablado claro.