⚠️¿Periodismo o espectáculo? La demoledora crítica de Esther Palomera que deja al descubierto la maquinaria mediática de Ayuso
Todo comenzó en el plató del programa Malas lenguas, donde se debatía una vez más sobre las declaraciones incendiarias de Isabel Díaz Ayuso.
Esta vez, la presidenta madrileña había vuelto a soltar una de sus frases provocadoras, perfectamente calculada para incendiar redes sociales y desviar la atención de cualquier tema incómodo.
Fue entonces cuando la periodista Esther Palomera lanzó una afirmación que heló el estudio: “A Ayuso hay que dejar de escucharla.
” No era una exageración ni un desliz, era una sentencia.
Palomera no pedía censura, pedía responsabilidad mediática.
Denunciaba la maquinaria que convierte cada ocurrencia, por absurda que sea, en un titular.
Y con ello, otorgaba a Ayuso una influencia mediática que no se sostiene por su gestión, sino por su capacidad de provocar.
Jesús Cintora reaccionó al instante.
Para él, Ayuso es una figura institucional y, como tal, lo que dice tiene consecuencias reales.
Ignorarla, argumentó, no resuelve el problema.
Al contrario, lo agrava.
Porque un discurso no confrontado, no fiscalizado, se convierte en verdad sin oposición.
Cintora defendió que el trabajo del periodismo no es silenciar, sino analizar.
Y que el error no está en hablar de Ayuso, sino en no hacerlo con la profundidad que exige su cargo.
La tensión fue creciendo cuando Manuel Rico, periodista de investigación, se sumó al debate con una mirada más incisiva.
En su opinión, Ayuso no improvisa nada.
Cada frase, cada chascarrillo, cada “me gusta la fruta” está diseñado para cumplir un objetivo claro: evitar responder.
¿Responder a qué? A preguntas incómodas sobre su gestión, sobre la financiación de su vivienda, sobre la situación judicial de su pareja o sobre las muertes masivas en residencias de mayores durante la primera
ola de COVID-19.
Según Rico, cada vez que Ayuso lanza un titular, lo hace para tapar una verdad que no le conviene.
Y los medios, al amplificar ese titular, juegan su juego.
Palomera reforzó esta idea con un diagnóstico demoledor.
Los medios, dijo, han caído en la trampa de Ayuso.
Han convertido sus bromas en noticiables y sus provocaciones en agenda.
Mientras tanto, lo realmente relevante queda en segundo plano.
Los contratos sospechosos, el deterioro de la sanidad pública, el colapso en atención primaria.
Todo eso desaparece tras la última frase viral.
Cintora replicó que el problema no es hablar de Ayuso, sino cómo se habla de ella.
Y que lo peligroso no es el foco, sino la superficialidad con la que se maneja.
Rico fue aún más lejos.
Denunció que Ayuso cuenta con una auténtica “bula mediática”, protegida por medios afines que no solo evitan cuestionarla, sino que blindan su imagen como si fuera una figura intocable.
Esto, sumado a su capacidad para marcar agenda con una sola frase, la convierte en una bomba mediática difícil de desactivar.
Y lo hace con una estrategia populista de manual: victimismo, polarización y espectáculo.
La presidenta madrileña ha entendido como pocos que en la política actual no gana el que gestiona mejor, sino el que consigue más clics.
El momento más tenso del programa llegó cuando Palomera acusó abiertamente a los medios de ser cómplices del circo.
“Si Ayuso dice ‘me gusta la fruta’, le dedicamos 15 minutos.
Pero si hay contratos públicos que benefician a su familia, apenas se menciona en una columna perdida.
” El silencio posterior fue ensordecedor.
No era solo una crítica a Ayuso, era un dardo directo al ecosistema mediático.
Un sistema que ha convertido en rentable la irrelevancia y ha abandonado su papel como contrapoder real.
Cintora intentó recuperar el equilibrio apelando a una solución intermedia: no ignorar, pero sí fiscalizar.
“No podemos callarla, pero tampoco podemos repetirla sin pensar.
Informar no es amplificar, es explicar.
” Fue una defensa del periodismo comprometido, el que no se limita a reproducir, sino que desmonta.
Sin embargo, incluso él reconoció que el problema va más allá del contenido.
Es un problema de consumo.
De una audiencia que hace clic en lo superficial y da la espalda a lo complejo.
Palomera recogió el guante y amplió el enfoque.
La política del espectáculo no es solo culpa de los políticos.
También lo es de un público que premia la provocación y desdeña el análisis.
Mientras las investigaciones sobre corrupción obtienen menos visitas que una frase viral, los medios seguirán alimentando el ruido.
Porque la rentabilidad manda.
Y Ayuso lo sabe.
Sabe que decir algo absurdo es más efectivo que dar una rueda de prensa seria.
Sabe que el ruido le da votos.
Y sobre todo, sabe que nadie la va a callar mientras los medios sigan tragando con el show.
Manuel Rico volvió a poner el foco donde más duele: las residencias.
Recordó que más de 7.
000 mayores murieron en Madrid sin atención hospitalaria.
Y sin embargo, esa tragedia no ha tenido el eco mediático que merecería.
En su lugar, la presidenta ha preferido hablar de fruta, libertad y comunismo, desviando el foco una y otra vez.
“Prefiere una frase viral que un expediente clínico,” sentenció Rico, dejando claro que el vacío informativo no es casualidad, es estrategia.
El debate concluyó con una reflexión conjunta: el verdadero problema no es Ayuso, es el sistema que la sostiene.
Un sistema donde el titular vale más que el contexto, donde la polémica vende más que la rendición de cuentas.
Un sistema en el que el espectáculo se ha comido al periodismo.
Y mientras eso no cambie, figuras como Ayuso seguirán dominando el tablero mediático sin pagar el precio de sus actos.
Ester Palomera cerró con una advertencia: “Si seguimos premiando el espectáculo, el problema no será Ayuso.
Seremos nosotros.
” Y esa frase, tan sencilla como brutal, dejó al descubierto la raíz del asunto.
No se trata solo de una presidenta que provoca.
Se trata de una sociedad que aplaude la provocación y unos medios que la convierten en negocio.
La pregunta ya no es si hay que ignorarla, sino si somos capaces de dejar de caer en su juego.
Porque al final, la política puede ser teatro, pero el periodismo no puede convertirse en su cómplice.
Y si lo hace, lo que se pierde no es solo la credibilidad.
Se pierde la democracia misma.
News
‘Mis hijos…’ ¿Incluyó por fin a Andrea? La frase de Jesulín que dejó helada a Belén Esteban
El día comenzó con una noticia que dejó a muchos en estado de alerta: Jesulín de Ubrique había sido ingresado…
‘Luché por él’: el desgarrador giro en la relación entre Camilo Blanes y su madre
Durante años, el nombre de Camilo Blanes fue más un motivo de preocupación que de admiración. Hijo único del legendario…
‘¡Córtenles los brazos!’: Nacho Duato fulmina a Abascal en solo 20 segundos
No fue una entrevista. No fue una rueda de prensa. Fue un vídeo de apenas 20 segundos grabado por un…
‘Yo no la he insultado. Usted a mí sí’: el instante exacto en que Javier Ruiz rompió el plató
El plató de Mañaneros 360 estaba cargado desde el primer segundo. La portavoz nacional de Vox, Isabel Pérez Moñino, había…
Cuando la Máscara se Cae: La Ira Oculta de José María Almoguera, al Descubierto en Directo
💥 “Cuando la Máscara se Cae: La Ira Oculta de José María Almoguera, al Descubierto en Directo” 🎭🔥 El silencio…
Cuando la Verdad Estalla en una Sonrisa: La Foto que Desenmascara el Secreto Mejor Guardado de Rocío Flores
🔥 “Cuando la Verdad Estalla en una Sonrisa: La Foto que Desenmascara el Secreto Mejor Guardado de Rocío Flores” 📸💣…
End of content
No more pages to load