Durante años, su nombre apenas fue pronunciado en los medios.

Su rostro quedó desdibujado entre la sombra de la celebridad más icónica del siglo.

Pero ahora, a los 66 años, Deby Row, la mujer que compartió uno de los secretos más profundos de Michael Jackson, ha decidido hablar.

Su voz contenida durante décadas rompe el silencio con la fuerza de quien ha cargado más verdades de las que puede soportar.

Deby Row no fue solo la exesposa del rey del pop, sino testigo de su soledad, sus quiebres, su necesidad desesperada por ser padre y de decisiones que la marcaron para siempre.

En 1996, mientras millones seguían el torbellino mediático del segundo matrimonio de Michael Jackson, nadie imaginaba la historia real detrás de ese compromiso.

Una historia que comenzó diez años antes, cuando Deby trabajaba como asistente en la clínica dermatológica del Dr. Arnold Klein.

Justo en ese momento, Michael luchaba contra enfermedades devastadoras como el lupus y el vitiligo.

Fue allí, en el anonimato de una sala blanca, donde ella comenzó a responder sus preguntas médicas, a brindarle compañía y, sin proponérselo, se convirtió en una figura clave para él.

Mientras el mundo veía a Michael como un ser inalcanzable, Deby lo miraba con una mezcla de compasión y fascinación.

Él, el hombre detrás del guante brillante, le enviaba autógrafos, le regalaba objetos personales y le mostraba afectos que a otros jamás permitía ver.

Según testigos de aquella época, Deby no tardó en enamorarse, no del artista, sino del hombre que se ocultaba tras los reflectores.

Mientras su vida personal se desmoronaba, divorciándose de un marido con el que se sentía atrapada, su vínculo con Michael se volvía más profundo.

Ambos, heridos por historias sentimentales rotas, se entendían.

Michael le confesaba su frustración por su relación con Lisa Marie Presley, especialmente cuando ella se resistía a formar una familia.

Fue entonces cuando Deby pronunció una promesa que cambiaría todo: “Si tú quieres tener un hijo, yo te lo doy.”

En medio de llamadas nocturnas y confesiones íntimas, esa frase creció en el corazón de Michael hasta convertirse en una salida.

Lisa Marie, cada vez más celosa, sintió que perdía terreno frente a esa mujer que, aunque no pertenecía al mundo del espectáculo, estaba dispuesta a darle lo que ella no podía.

Cuando el matrimonio entre Jackson y Presley terminó en ruinas, fue Deby quien apareció como una alternativa inesperada.

Al poco tiempo quedó embarazada, pero el primer intento acabó en tragedia con un aborto espontáneo que la destrozó emocionalmente.

Michael estuvo ahí, sosteniéndola y abrazándola, aunque nadie supo de ese dolor porque todo se mantuvo en silencio.

En septiembre de ese mismo año, mientras el mundo aclamaba a Michael en su gira mundial History, la bomba mediática estalló: Deby estaba nuevamente embarazada.

Los rumores fueron implacables.

Algunos aseguraban que la relación era una farsa, otros que ella había sido inseminada en una clínica y que el acuerdo era puramente transaccional.

Años después, ella misma confirmó que su embarazo fue completamente técnico, sin relaciones sexuales, y que lo aceptó como un encargo clínico.

Lo explicó con crudeza: “Me embarazaron como inseminan a mis yeguas.”

Michael negó con fuerza que su paternidad fuera parte de un contrato, pero documentos, testimonios y cifras contaban otra historia.

Deby había recibido grandes sumas de dinero, le compraron una casa de más de un millón de dólares y nunca vivieron juntos.

Mientras Michael asumía la crianza en solitario, ella desaparecía del mapa.

La familia de Michael tampoco permaneció al margen.

Su madre, Catherine Jackson, horrorizada al enterarse del embarazo, lo comparó con su propio esposo infiel y le rogó que hiciera las cosas bien.

Eso empujó a Michael a tomar una decisión drástica: en pleno tour, llamó a Deby y le pidió que volara a Australia.

Al llegar, le anunció que se casarían al día siguiente.

El 13 de noviembre de 1996 se dieron el sí en un hotel de Sydney, con apenas 15 personas presentes.

Pero el mundo no se tragó la historia de amor.

La prensa fue cruel, los fans se sintieron traicionados y Michael apenas respondió a las preguntas de los reporteros.

Todo parecía demasiado frío, rápido y calculado.

El nacimiento de su primer hijo, Michael Joseph Jackson Jr., conocido como Prince, llegó el 13 de febrero de 1997.

Durante el parto, ambos cortaron juntos el cordón umbilical, pero ese momento íntimo duró poco.

Horas después, el bebé fue trasladado a cuidados intensivos por dificultades respiratorias, aunque luego fue dado de alta sin complicaciones.

Mientras Michael llevaba a Prince al rancho Neverland, Deby se recuperaba sola en casa de un amigo.

Tardó seis semanas en volver a ver al niño, y ese reencuentro fue más una sesión fotográfica que un momento maternal.

Según exempleadas de Neverland, Deby era poco más que una figura decorativa, una madre distante y consumida por algo interno.

La crianza quedó en manos de un ejército de enfermeras y niñeras, mientras la madre biológica quedaba relegada a las sombras.

En noviembre de 1997, se anunció que Deby estaba embarazada de nuevo, esta vez de una niña llamada Paris.

La llegada de Paris coincidió con rumores y tensiones que afectaron la imagen de estabilidad de Michael Jackson.

A pesar de todo, Deby mantuvo una relación complicada pero real con sus hijos, enfrentando desafíos y reconstruyendo vínculos.

Hoy, lejos del ruido mediático, Deby Row vive en un rancho en California, acompañando a Paris en su camino artístico y enfrentando su propia historia con valentía.

Su relato es una historia de resiliencia, secretos y verdades dolorosas que finalmente decidió contar.

Porque a veces, el mayor acto de amor es romper el silencio que tanto daño hizo en el pasado.