Después de 50 años de silencio, Julio Alberto, el hijo mayor de Rubby Pérez, ha decidido romper su silencio.

 

Cuántos hijos tuvo Rubby Pérez, el cantante de merengue fallecido en la  tragedia de discoteca dominicana | Gente | Entretenimiento | El Universo

 

Lo que ha revelado es desgarrador y pone en tela de juicio la imagen pública del famoso cantante.

“Yo no me voy a callar más”, comenzó Julio, desatando una serie de confesiones que muchos ya sospechaban.

Mientras Rubby era adorado como una leyenda en el escenario, dentro de su hogar, la realidad era muy diferente.

Julio describe su infancia como una prisión, marcada por la oscuridad que rodeaba a su padre.

Con cada palabra que pronuncia, se siente el peso de años de dolor y represión.

“Durante mucho tiempo, opté por guardar silencio”, admitió, “pero ahora siento la necesidad de aclarar públicamente”.

Sus recuerdos son vívidos y desgarradores.

Desde joven, Julio percibía que algo no andaba bien en su hogar.

Relata cómo su hermana Zulinka evitaba quedarse sola con su padre, buscando excusas para no enfrentarse a él.

“Tenía miedo”, dice Julio, “y ese miedo era palpable”.

Recuerda una noche en particular cuando Rubby llegó a casa con un vestido blanco para Zulinka, diciéndole que era de princesa.

Ella se negó a probárselo, pero Rubby insistió, y esa escena quedó grabada en la memoria de Julio para siempre.

 

Rubby Pérez, Singer Performing at Dominican Republic Nightclub During Roof  Collapse, Dies at 69

 

“Mi hermana tenía solo 12 años”, relata con tristeza.

Esa noche, Zulinka se encerró en el baño y lloró, y Julio supo que algo había cambiado para siempre.

Lo más impactante es que no solo Rubby estaba involucrado; su madre, Inés, también sabía.

Julio señala que ella le decía que parara, pero nunca tomó medidas concretas para proteger a sus hijos.

“Era como si la casa entera estuviera construida sobre el silencio”, explica.

Cada frase que Julio comparte es un golpe emocional, y sus palabras resuenan con la verdad que tanto tiempo estuvo oculta.

Él también tiene sus propias heridas, pero lo que vivió su hermana fue aún más devastador.

“Zulinka era su favorita, y lo que él llamaba cariño era algo oscuro”, dice Julio, con la voz entrecortada.

Las grabaciones encontradas en el celular de Rubby han confirmado las sospechas de muchos.

Audios y videos muestran la dinámica tóxica entre padre e hija, y en uno de ellos, Zulinka le suplica a Rubby que no haga algo que la incomoda.

 

Rubby Pérez's body identified among victims of Jet Set nightclub collapse

 

La respuesta de Rubby, una risa incómoda, deja ver la tensión que había en su hogar.

Julio no necesitaba ver esos videos para saber la verdad.

“Yo estuve ahí”, asegura, “vi su rostro cuando llegaba a casa, vi cómo se cubría los brazos, cómo caminaba encorvada”.

No era una hija feliz, era una víctima en su propio hogar.

Esto no es solo un escándalo; es una tragedia familiar que ha estado oculta durante décadas.

Julio cuenta que se fue del país porque no podía soportar el peso de esa casa, pero al regresar, encontró a Zulinka rota.

“Ya no era la niña que recordaba”, dice, “se había convertido en una mujer llena de culpa y tristeza”.

Decidió hablar no por venganza, sino por justicia.

“No quiero fama ni dinero, solo quiero paz”, afirma.

Y esa paz comienza cuando la verdad se dice sin miedo.

 

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Un detalle inquietante es que días antes de morir, Rubby dejó una nota que, según Julio, confirmaría muchas cosas.

“Pero eso lo diré en otro momento”, añade, dejando a todos en suspenso.

Lo que escuchamos no es solo una confesión, es el testimonio de un hijo que amó y temió al mismo tiempo.

Es la historia de un silencio que duró toda una vida y que, finalmente, comienza a romperse.

“Lo que vivió mi hermana no era cariño, era otra cosa”, dice Julio, con una mirada fija.

En su relato, describe una casa llena de música y premios, pero también de silencios que gritaban más que cualquier melodía.

Cuando Rubby llegaba a casa, no se respiraba alivio, sino tensión.

Julio recuerda cómo Zulinka evitaba salir de su cuarto cuando él estaba en casa, prefiriendo encerrarse o poner música a todo volumen.

Una vez, escuchó a su hermana llorar, pero no supo qué hacer.

 

 

 

La historia se vuelve más oscura cuando Julio revela que una amiga de Zulinka se fue de su casa una noche y nunca regresó.

“Ella escuchó cosas que no debió haber escuchado”, dice Julio, y el aire se corta.

La familia Pérez sonrió frente a las cámaras, pero lloró por dentro.

Y lo que viene ahora es aún más aterrador, ya que se ha confirmado que existen archivos en la nube protegidos por contraseñas que pertenecían a Rubby.

¿Qué contienen? Aún no lo sabemos, pero la fiscalía ya ha comenzado a investigar.

Julio dice que no odia a su padre, pero tampoco puede perdonarlo.

“Lo que hizo no fue un error, fue una decisión”, afirma.

Cada vez que Rubby permitió que ocurriera algo, eligió hacerlo.

El testimonio de Julio revela que hay más víctimas, personas cercanas a la familia que también han sido afectadas.

Cuando esas voces se escuchen, todo cambiará.

Julio termina su relato mirando a la cámara, sin bajar la voz.

“Él fue un ídolo, pero nosotros fuimos sus hijos”.

Hoy, aunque Rubby ya no está, la verdad necesita ser conocida.

Esta historia sigue abierta, y lo peor de todo es que no sabemos cuántas otras hay como esta.