⚠️”Esto va con el visto bueno de la jefa”: El audio que podría destruir la carrera política de Isabel Díaz Ayuso

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Todo comenzó como una investigación silenciosa en medio del ruido mediático habitual.

Pero Silvia Intxaurrondo, una periodista curtida en batallas informativas, no tardó en convertir el murmullo en un rugido imposible de ignorar.

Con documentos, testimonios y un enfoque implacable, desveló lo que ya muchos califican como el caso de corrupción más grave de los últimos tiempos en la política autonómica española.

En el centro de la tormenta: Isabel Díaz Ayuso y su pareja, el empresario Alberto González Amador.

Lo que parecía un conflicto de intereses más terminó destapando un entramado de contratos inflados, adjudicaciones exprés y sociedades pantalla sin empleados ni historial en el sector sanitario.

Todo esto, en el momento más crítico de la pandemia, cuando el caos institucional permitió que los controles habituales se relajaran peligrosamente.

Según la investigación, el gobierno madrileño habría otorgado contratos de emergencia a empresas vinculadas al entorno íntimo de Ayuso, muchas de ellas relacionadas directa o indirectamente con González

Amador.

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Los contratos eran jugosos: mascarillas, test de antígenos y material médico vendido hasta tres veces por encima del precio de mercado.

En algunos casos, los productos jamás llegaron; en otros, la calidad era tan baja que no cumplía los requisitos mínimos.

A pesar de las alertas internas, los pagos fueron procesados con una velocidad inusitada para los estándares burocráticos.

Funcionarios clave fueron ascendidos poco después, y las irregularidades quedaron enterradas bajo capas de silencio institucional.

Las empresas adjudicatarias, reveló Intxaurrondo, estaban controladas por testaferros y operaban desde despachos sin personal ni actividad conocida.

Algunas fueron creadas días antes de recibir contratos millonarios.

El dinero, según la trazabilidad de los movimientos bancarios, fue desviado a paraísos fiscales como Panamá y Luxemburgo.

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Parte de esos fondos habrían sido utilizados para la compra de propiedades de lujo en Madrid, que a su vez fueron reformadas por empresas previamente contratadas por el gobierno regional.

Uno de los detalles más escandalosos es la aparición de un audio atribuido a González Amador, en el que se le escucha afirmar: “Esto va con el visto bueno de la jefa, si no no nos lo habrían dado tan rápido”.

Aunque la autenticidad del audio aún está siendo verificada, su contenido ha provocado un terremoto en la opinión pública.

Si se confirma que Ayuso estaba al tanto, las implicaciones legales podrían ser devastadoras.

Mientras la periodista ha sufrido ataques y amenazas, su investigación no ha hecho más que crecer.

En su último informe, reveló reuniones secretas entre altos cargos del gobierno de Ayuso y representantes de las empresas pantalla, encuentros que nunca fueron registrados oficialmente.

Además, hay evidencias de llamadas y comunicaciones entre González Amador y el gabinete de presidencia en fechas clave, justo antes de las adjudicaciones.

El caso ha alcanzado tal magnitud que la Fiscalía Anticorrupción ya ha solicitado información a la Agencia Tributaria y ha pedido a la Comunidad de Madrid todos los expedientes de contratación entre 2020 y

2022.

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La UDEF también se ha sumado, buscando patrones de adjudicación sistemática, sobrecostes y entregas ficticias.

Lo que se está investigando ya no es un hecho aislado, sino una posible organización criminal perfectamente estructurada para saquear fondos públicos.

En la arena política, la oposición ha exigido la comparecencia urgente de Ayuso en la Asamblea de Madrid, así como una comisión de investigación independiente.

El Partido Popular, por su parte, ha cerrado filas en un principio, pero voces internas comienzan a manifestar su incomodidad.

El propio Feijóo, líder del PP, ha empezado a distanciarse, señalando que cada dirigente debe asumir sus responsabilidades.

La presión pública no deja de aumentar.

En las calles de Madrid ya se han producido manifestaciones exigiendo explicaciones y dimisiones.

En redes sociales, los hashtags #AyusoDimisión y #SilviaInchaurrondoVerdad arrasan en tendencias, y la ciudadanía parece dividida entre la incredulidad y la indignación.

Las encuestas empiezan a reflejar el impacto: la valoración de Ayuso cae en picado y una mayoría exige respuestas inmediatas.

El silencio de Ayuso, que hasta ahora ha evitado cualquier declaración directa sobre el caso, alimenta aún más las sospechas.

La estrategia de esperar a que pase la tormenta parece estar fracasando.

Cada día surgen nuevos documentos, nuevos testimonios, nuevos indicios que refuerzan la tesis de que no se trató de un error, sino de una maniobra perfectamente orquestada para lucrarse aprovechando el caos

de una pandemia.

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En este contexto, el papel del periodismo de investigación se vuelve más crucial que nunca.

Intxaurrondo, lejos de amedrentarse, ha prometido seguir publicando pruebas y revelaciones.

Varias asociaciones de prensa han exigido garantías para su seguridad y libertad profesional.

La ciudadanía observa, juzga y espera.

Porque si algo está claro es que este caso ha cruzado todas las líneas rojas: ética, política, administrativa y penal.

Las próximas semanas serán clave.

Si las pruebas continúan acumulándose, no solo estará en juego el futuro de Isabel Díaz Ayuso, sino el de un modelo de gestión pública que ha demostrado ser vulnerable a los intereses privados y a la corrupción

institucional.

Y si algo ha demostrado esta historia, es que cuando el poder se siente intocable, solo la verdad —dolorosa, incómoda y contundente— tiene la capacidad de ponerlo contra las cuerdas.