🤯 ¿Feijóo inocente? La defensa surrealista de Susanna Griso sobre su amistad con el narco Marcial Dorado 🕶️💼

El plató se calentaba por momentos.

Se hablaba de corrupción, de escándalos, de audios, de impunidad y de cómo los partidos se pudren entre lobbys y constructoras.

Pero como suele pasar en estos “debates” televisivos, todo iba dirigido a machacar al PSOE por los casos recientes.

Hasta que Gonzalo Miró, visiblemente harto de la doble moral instalada en el discurso público, soltó la bomba: ¿y Feijóo qué? ¿Vamos a ignorar que el líder del Partido Popular veraneaba con un narcotraficante?

En ese instante, el aire se cortó como cuchillo en mantequilla y Susanna Griso saltó.

No para exigir explicaciones.

No para mostrar un mínimo de autocrítica.

Saltó para defender lo indefendible: “Bueno, era un contrabandista”.

Esa frase lo cambió todo.

En segundos, se blanqueó una de las relaciones más turbias de la historia reciente del PP.

Como si fuese lo mismo contrabandear tabaco que estar involucrado en el narcotráfico gallego en los años 90.

Como si esas vacaciones en yate, esas fotos juntos, esas visitas a la casa de Marcial Dorado, fueran una casualidad.

Como si Feijóo no leyera prensa.

Como si no supiera quién era Dorado mientras dormía bajo su mismo techo.

Pero para entender lo grotesco de la defensa de Griso hay que volver a los hechos.

Feijóo conoció a Marcial Dorado en los años 90.

Según él, no sabía quién era.

Sin embargo, ya en 1990, la prensa gallega hablaba de Dorado más de 60 veces en relación con el contrabando y el narcotráfico.

Lo publicó La Voz de Galicia.

Salía en portadas.

No era un secreto.

Jordi Évole lo dejó en evidencia en su famosa entrevista.

Le mostró las fechas, los titulares, las pruebas.

Y Feijóo, acorralado, solo pudo responder: “¿Qué ganaba yo?”.

Y luego, en un último intento por salir ileso: “A estos efectos, no tenga la menor duda, fui un ingenuo”.

¿Un ingenuo que viaja, duerme, desayuna y se fotografía con un narco? Difícil de tragar.

La propia versión de Marcial Dorado desmonta la coartada.

Dijo sin dudarlo que eran amigos, que compartían días enteros, que Feijóo incluso se alojaba en su casa de la isla, que desayunaba con su mujer.

Y sin embargo, el líder del PP lo rebaja todo a una relación circunstancial, protocolaria, sin vínculos personales.

Pero las imágenes, los testimonios y los silencios lo contradicen.

No solo era amistad, era confianza.

Era convivencia.

Y entonces, en pleno siglo XXI, con toda esa información ya pública y contrastada, Susanna Griso se atreve a decir en televisión que “solo era un contrabandista”.

¿En serio? ¿Eso es lo que vale hoy la ética en los medios? ¿Así se blanquea a un político que aspira a gobernar España?

Pero la cosa va más allá.

Porque mientras se tolera que Feijóo se escude en la ingenuidad, los mismos tertulianos exigen dimisiones inmediatas al PSOE por cualquier sombra de sospecha.

Lo de Ábalos, lo de Cerdán, lo de las mordidas, claro que es grave.

Pero ¿cómo se puede hablar de regeneración democrática desde un partido sentenciado judicialmente por corrupción? ¿Desde un partido que tenía una red mafiosa instalada en su sede mientras Rajoy destruía

discos duros a martillazos?

Eso es lo que Gonzalo Miró intentaba señalar.

No se trata de quién roba más o menos.

Se trata de que el Partido Popular ha sido condenado como partido corrupto, y su actual líder comparte pasado con uno de los grandes capos del narcotráfico gallego.

¿Dónde queda la autoridad moral para exigir limpieza al adversario cuando uno mismo arrastra semejante historia?

La frase que resume todo el cinismo vino después: “El pacto que necesita España es: vamos a robar menos”.

¿Cómo que robar menos? ¿No sería mejor no robar? ¿Desde cuándo se naturaliza que el sistema político funcione como una red de pillaje compartido entre PP y PSOE? Pero eso es lo que tenemos.

Un bipartidismo podrido que se tapa mutuamente, que se alterna en el saqueo y que tiene medios como altavoces de blanqueamiento sistemático.

Porque no hay que olvidar quién protege estas narrativas.

Griso no estaba sola.

Los medios han hecho durante años lo imposible por borrar las manchas del PP, por minimizar sus escándalos y por instalar en el imaginario colectivo la idea de que “todos son iguales”.

Pero no, no lo son.

Y el problema no es solo la corrupción.

El problema es que uno de los principales partidos del país tiene al frente a una persona que convivió con un narcotraficante y no se inmuta.

Que lo niega a pesar de las pruebas.

Que se justifica con argumentos que no se sostienen.

Y mientras tanto, millones de votantes siguen creyendo que Feijóo representa la regeneración democrática.

Como si no hubiera dormido nunca en la casa de Dorado.

Como si esas fotos no existieran.

Como si el pasado pudiera borrarse con una frase en televisión.

Pero la verdad no se borra tan fácil.

La verdad es que el PP, con su líder actual, no representa ninguna limpieza.

Representa continuidad.

Representa impunidad.

Representa una historia que no termina de ser contada con toda su crudeza.

Y lo más triste es que muchos medios ya no informan.

Protegen.

Justifican.

Silencian.

Y hasta se permiten convertir lo inadmisible en un argumento más.

Decir que un narcotraficante es solo un contrabandista es como decir que la Gürtel fue solo una fiesta de cumpleaños mal pagada.

Pero el problema es ese: la gente se lo cree.

Porque si lo dice la tele, será verdad.

Lo que pasó entre Susanna Griso y Gonzalo Miró no fue solo una discusión.

Fue un reflejo brutal del estado de la opinión pública en España.

Una periodista defendiendo a un político cuestionado por su amistad con un narco.

Un tertuliano intentando decir lo obvio.

Y un plató que sigue funcionando como fábrica de humo.

Mientras tanto, tú, yo, todos, seguimos eligiendo entre corruptos premium y corruptos de segunda.

Porque eso es lo que nos ofrecen.

Y eso es lo que los medios quieren que creamos.

Pero aún hay quienes no olvidan.

Aún hay quienes no perdonan.

Y aún hay quienes no se tragan la historia del contrabandista.