😳 ¡INCREÍBLE PERO CIERTO! Alejandro Cao de Benós HUMILLA a Ayuso por su espantada en la cumbre de presidentes

La escena fue tan absurda como reveladora.

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, decidió abandonar la Conferencia de Presidentes apenas se empezaron a usar pinganillos para facilitar la traducción de las lenguas cooficiales como el catalán, el euskera y el gallego.

El gesto fue teatral, deliberado y, según muchos analistas, calculado para generar titulares.

Pero lo que no esperaba Ayuso era que quien le robaría el foco mediático no sería otro político nacional… sino Alejandro Cao de Benós, conocido por ser el rostro occidental más visible del hermético régimen norcoreano.

Cao de Benós, activo en la red social X (antes Twitter), no se mordió la lengua: “Puedes no estar de acuerdo en que se use el catalán o el euskera, pero irte como una niña pija y ofendidita es una falta de respeto”.

Su mensaje, cargado de ironía y contundencia, se viralizó en cuestión de minutos, acumulando decenas de miles de visualizaciones y una avalancha de reacciones.

¿Lo más sorprendente? Una gran parte de la opinión pública —incluyendo voces ideológicamente opuestas— aplaudió su comentario.

Lo que hizo estallar la conversación no fue solo el tono sarcástico, sino el trasfondo de verdad que contenía.

Cao de Benós, acostumbrado a justificar uno de los regímenes más autoritarios del planeta, demostró más respeto por las reglas democráticas que la presidenta madrileña.

Su argumento era simple: si no estás de acuerdo con una norma, trabaja desde dentro para cambiarla.

Pero lo que no puedes hacer es montar un espectáculo y abandonar el foro, dejando de lado el respeto institucional y la representación de los ciudadanos que te han elegido.

Y es que la Conferencia de Presidentes no es un talk show.

Es un espacio donde los representantes autonómicos debaten cuestiones clave para el país: financiación, sanidad, coordinación entre territorios.

El gesto de Ayuso desvió por completo el foco del contenido a la forma, convirtiendo un acto de cooperación en una escenografía de confrontación.

Ni siquiera sus compañeros del Partido Popular la siguieron en su performance.

Alfonso Rueda, presidente de Galicia, utilizó el gallego en su intervención.

Marga Prohens, de Baleares, también permaneció en su sitio, igual que todos los demás.

Solo Ayuso decidió hacer de su desacuerdo una declaración pública envuelta en victimismo.

La contradicción no pasó desapercibida.

¿De qué sirve hablar en castellano durante el café, como justificó Ayuso más tarde, si luego te niegas a escuchar en gallego o catalán durante una reunión institucional? El uso de pinganillos en foros oficiales no es una “imposición ideológica”, como ha querido vender, sino una herramienta democrática

para garantizar que todas las lenguas reconocidas por la Constitución puedan convivir en igualdad de condiciones.

Cao de Benós, con una simple frase, desmontó el show: “No he dicho que esté de acuerdo en usarlos.

He dicho que la pataleta es absurda.

Si no estás conforme, preséntate a presidenta y cambia las normas”.

De pronto, el representante oficioso de Corea del Norte se convirtió en defensor de las reglas del juego democrático, mientras una presidenta autonómica usaba su puesto para desafiar el marco institucional.

La reacción fue tan inesperada como significativa.

No era solo una crítica más en la red: fue el reflejo de una frustración creciente entre los ciudadanos hartos de ver cómo el debate político se convierte en un circo mediático.

Hartos de gestos vacíos, de frases incendiarias, de líderes más interesados en la foto viral que en el fondo del asunto.

Cuando incluso alguien como Cao de Benós —con todo lo que representa— se posiciona a favor del respeto institucional y la pluralidad lingüística, algo no cuadra en la actitud de ciertos líderes democráticos.

La viralización del comentario no solo puso en aprietos a Ayuso, también puso sobre la mesa una verdad incómoda: la estrategia de confrontación constante empieza a desgastar.

Incluso sectores conservadores cuestionan si este tipo de actos suman o restan.

Porque aunque generen apoyo en redes y titulares rápidos, a largo plazo minan la credibilidad de las instituciones y dificultan el diálogo real.

Y todo esto ocurre mientras los verdaderos problemas —sanidad, educación, vivienda— siguen esperando soluciones.

En lugar de centrarse en acuerdos útiles, se impone el postureo político.

La lengua vuelve a ser usada como arma arrojadiza, no como vehículo de entendimiento.

Y eso, como bien señaló Cao de Benós, es una torpeza que no se justifica ni con estrategias electorales ni con supuestas convicciones personales.

Las palabras del activista norcoreano no fueron ideológicas, fueron administrativas.

“Si formas parte de una institución, acata las reglas.

Y si no, cambia el sistema desde dentro.

” Un principio básico de cualquier democracia que, al parecer, algunos políticos de primer nivel han olvidado por completo.

Este episodio ha dejado una lección inesperada pero clarísima: el respeto no es de izquierdas ni de derechas, es una cuestión de responsabilidad institucional.

Y cuando una dirigente antepone su espectáculo personal a la cohesión territorial y al respeto por la pluralidad, pierde algo mucho más importante que una batalla política: pierde legitimidad.

Y sí, el hecho de que esa lección haya venido de alguien como Alejandro Cao de Benós no deja de ser irónico… pero también revelador.

Porque cuando el portavoz oficioso de Corea del Norte te da una clase magistral de sentido común democrático, quizá es hora de revisar tu guion.