¡Antonio Naranjo ESTALLA! Sus Declaraciones sobre Revilla y el Rey Emérito INCENDIAN la Televisión

Antonio Naranjo levanta ampollas ante lo que señala sobre Miguel Ángel  Revilla en plena polémica

Todo estalló en el programa Y ahora Sonsoles, donde Antonio Naranjo, uno de los tertulianos más incisivos del panorama actual, tomó la palabra para lanzar un misil directo al corazón del personaje de Miguel Ángel Revilla.

No hubo introducción suave, no hubo paños calientes: Naranjo fue directo al grano, cuestionando que un político retirado como Revilla se permita, según sus palabras, “usar los medios de comunicación para insultar impunemente a una figura histórica como el Rey Juan Carlos I”.

El periodista no se quedó en la crítica superficial.

Comparó el hecho de que el emérito demandara a Revilla —y no a figuras como Corinna Larsen o Bárbara Rey— como una decisión estratégica que respondía a la dignidad institucional y no a un capricho personal.

“Ya era hora de poner límites”, sentenció Naranjo, en un discurso que subía de temperatura por segundos mientras sus compañeros de plató lo miraban entre la incomodidad y la incredulidad.

Y ahí no terminó.

Naranjo pasó de la crítica a la demolición, describiendo a Revilla como “una de las personas más sobrevaloradas e incontinentes de España”.

Lo acusó de “subirse a todos los platós para criticar a quien le conviene y callar frente a otros”, insinuando que el expresidente cántabro usaba su fama no para defender ideas, sino para perpetuar su figura en el show mediático.

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Las palabras resonaron como cañonazos en el estudio.

La incomodidad era palpable.

Lorena Vázquez, intentando poner paños fríos, recordó que el Rey Emérito había estado envuelto en varias investigaciones judiciales, pero Naranjo no se dejó amedrentar: “Cinco causas cerradas.

La justicia ya habló.

” Y redobló la apuesta, lanzando una comparación que dinamitó la discusión: “Aquí se respeta más a Puigdemont que al Rey Emérito.”

El plató, que ya hervía, estalló en una mezcla de indignación y desconcierto.

Para Naranjo, el caso no era solo un tema legal, sino una cuestión de honor nacional.

“Revilla no tiene el valor de criticar con la misma dureza a personajes como Otegi, Junqueras o Puigdemont”, disparó, acusándolo de cobardía selectiva y de instrumentalizar al Rey como blanco fácil para mantenerse relevante.

El debate dejó de ser un simple análisis jurídico.

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Se transformó en una guerra ideológica brutal donde las trincheras eran claras: de un lado, los defensores de la libertad de expresión sin límites; del otro, los que reivindican el respeto institucional como pilar indispensable de la democracia.

Pero Naranjo no hablaba solo de Revilla.

Su discurso, cargado de rabia contenida, denunciaba una práctica generalizada: la televisión convertida en refugio de políticos retirados que, lejos de aportar análisis serio, aprovechan su popularidad para lanzar ataques gratuitos bajo la máscara de la opinión política.

Para Naranjo, esto no solo erosiona el respeto a las instituciones, sino que degrada el debate público hasta convertirlo en mero espectáculo de confrontación.

Mientras las redes ardían y los hashtags sobre Revilla, Naranjo y el Rey Emérito escalaban en tendencias, otro frente se abría: Risto Mejide, desde Todo es mentira, se sumaba a la polémica.

Pero su crítica iba más allá de la defensa del Rey: atacaba directamente la actitud de Revilla, quien se había negado a acudir al programa justo cuando más se le necesitaba para dar explicaciones.

“No lo digo por nada, pero si no lo digo reviento”, soltó Risto en directo, en una de las escenas más tensas que se recuerdan en el programa.

Acusó a Revilla de falta de respeto, no solo al equipo del programa que durante años lo había tratado con deferencia, sino también a los propios espectadores.

“Cuando tenía un libro que promocionar, venía corriendo.

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Ahora que hay que dar la cara, desaparece.”

La crítica de Risto, cargada de decepción personal, funcionó como un mazazo final a la imagen de Revilla.

Ya no era solo Naranjo cuestionando su uso del discurso mediático; era un aliado mediático que sentía traición y lo decía a viva voz.

La ironía de que Revilla siempre estuviera dispuesto a hablar cuando el viento soplaba a su favor, pero callara cuando llegaba la tormenta, dejó un sabor amargo en todos los presentes.

La tormenta mediática estaba en su punto máximo.

La demanda del Rey Emérito, las declaraciones brutales de Naranjo, la indignación pública de Risto…

Todo se combinó en un cóctel explosivo que no solo puso a Revilla en el centro de la polémica, sino que abrió una reflexión mucho más profunda: ¿hasta dónde llega la libertad de expresión?

¿Dónde empieza la responsabilidad? ¿Y qué papel juegan los medios cuando la fama y el oportunismo se mezclan con la política?

El silencio de Revilla no hizo más que amplificar la polémica.

Su ausencia fue interpretada como un mensaje en sí mismo: en tiempos de crisis, el personaje mediático que nunca callaba optó por el mutismo.

Y en el ecosistema mediático actual, donde cada palabra, cada gesto, cada ausencia se analiza con lupa, callar también es hablar.

Mientras tanto, los espectadores divididos aplaudían o condenaban a unos y otros.

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Para algunos, Revilla seguía siendo un símbolo de la opinión libre.

Para otros, un oportunista que ahora esquivaba responsabilidades.

Para muchos, Antonio Naranjo, con su brutal intervención, había dicho en voz alta lo que otros solo pensaban en privado.

Lo cierto es que la batalla mediática abierta en torno a Revilla, el Rey Emérito y la libertad de expresión no ha terminado.

Es solo el principio de una guerra donde la reputación, la coherencia y el poder de los medios están en juego.

Y si algo ha quedado claro es que, en esta contienda, nadie saldrá ileso.

Porque en el nuevo ecosistema mediático español, hablar tiene consecuencias.

Y callar, también.