😱 “¡No paga nada y lo disfruta todo!” Ayuso, en el centro del huracán por sus pisos de lujo en Chamberí

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Isabel Díaz Ayuso ha vivido una de las sesiones más tensas en la Asamblea de Madrid, rodeada por una tormenta de preguntas, acusaciones y datos que apuntan directamente a su lujoso estilo de

vida.

Todo comenzó con la revelación del valor real de los dos áticos que comparte con su pareja, Alberto González Amador: 1,8 millones de euros.

Una cifra que, de por sí, ya genera escozor en cualquier ciudadano medio.

Pero lo que la convierte en dinamita política es el detalle de que Ayuso, supuestamente, no paga un euro por esa residencia de lujo.

Los diputados de la oposición han sido implacables.

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La acusaron de vivir en un duplex que jamás podría costear con su salario como presidenta de la Comunidad y, lo que es peor, de hacerlo “por la gorra”.

Según relataron, uno de los pisos fue comprado por su pareja con una entrada de 350.000 euros, que coincide sospechosamente con la cantidad que presuntamente defraudó a Hacienda.

El otro fue adquirido por un “amigo” del novio, que no solo es su fiscalista, sino también administrador de la empresa que gestionó la compra.

Todo esto huele, y huele mal.

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Sobre todo cuando González Amador —el novio en cuestión— confirmó ante la jueza que ese ático fue adquirido por el “colega” para que él pudiera disfrutarlo con Ayuso.

Y la justificación del alquiler de 5.000 euros mensuales no ha hecho más que aumentar las sospechas.

¿Quién puede pagar esa cantidad sin levantar cejas? ¿Y por qué se conecta ambos pisos sin los permisos correspondientes? La presunta reforma ilegal es solo otro punto más en una lista de

irregularidades que no para de crecer.

Pero Ayuso, fiel a su estilo, respondió con desdén.

Entre risas y ataques personales, intentó desviar la atención.

Acusó a la izquierda de “machista” por hablar de su novio y de su entorno familiar.

Dijo que no se mete en nada, que solo lo disfruta.

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Y esa frase, “solo disfruto”, se convirtió en el símbolo perfecto de lo que muchos consideran su cinismo político: no reconoce responsabilidad, pero se beneficia sin pudor.

No cobra, pero vive como si sí.

No firma, pero sube en el ascensor del privilegio sin apretar ningún botón.

La comparación con otros casos del Partido Popular no tardó en llegar.

Ayuso estaría repitiendo el modus operandi de Ignacio González o Ana Millán: empresarios amigos que pagan lujos personales con dinero de origen turbio, a cambio de favores políticos o puertas

abiertas en la administración.

Y mientras la presidenta lanza consignas sobre libertad y ataca a la izquierda por corrupción imaginaria, los datos duros la atrapan en una red que no puede explicar con frases virales.

Los ataques no fueron solo económicos.

También hubo una carga ética y religiosa.

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Se le reprochó su supuesta hipocresía al declarar tres días de luto por el Papa Francisco, cuando ella y sus aliados lo han insultado públicamente por su defensa de la justicia social.

En un momento insólito, le recordaron que quienes la defienden —de Eduardo Inda a Javier Milei— consideran al Papa un comunista peligroso.

¿Tiene sentido declarar luto por alguien a quien desprecias en vida?

Y mientras Ayuso intentaba escapar del acoso político con los mismos argumentos de siempre —que todo es una campaña de la izquierda, que todo es mentira, que el novio ya lo aclaró—, las

evidencias continuaban cayendo como martillazos: correos electrónicos donde se admite el fraude fiscal, contratos durante la pandemia que beneficiaron a familiares, reformas no autorizadas y

una conexión entre dinero público y disfrute privado que, como mínimo, debería escandalizar.

El resumen final es demoledor: Ayuso vive en un duplex de 2 millones de euros, no lo paga, no lo explica, pero lo defiende como si fuera normal.

Y si se le pregunta, responde que no es suyo, que solo lo disfruta.

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Pero en política, como en la vida, disfrutar de lo que no se paga —y encima, con dinero sucio— no es simplemente una anécdota, es una bomba.

Y cuando el polvo de esta batalla se asiente, puede que la presidenta de Madrid no salga tan ilesa como otras veces.

Porque una cosa es polarizar con eslóganes y otra muy distinta es esconderse detrás de “yo no sabía nada” mientras los que te rodean amasan fortunas en plena pandemia.

Ayuso ha hecho del marketing político su escudo, pero esta vez, la realidad podría estar perforando esa armadura con la fuerza de los hechos.

Y si algo quedó claro en la Asamblea, es que la oposición no piensa dejar pasar este escándalo como una simple anécdota inmobiliaria.

Esto huele a algo mucho más grande.