⚡ ¡CINTORA REGRESA A TVE Y ARDE LA POLÉMICA! ¿Se deben invitar a propagadores de bulos en la tele pública?

Jesús Cintora regresa a TVE para combatir los bulos

El regreso de Jesús Cintora a TVE ha sido celebrado por muchos como un gesto de justicia televisiva.

Tras ser fulminado en el pasado por superar en audiencia a los intocables Ferreras y compañía, su vuelta se percibía como un pequeño triunfo de la libertad informativa.

Sin embargo, bastaron unos pocos minutos de emisión de Malas Lenguas para encender la mecha de un debate explosivo: ¿puede un programa contra la desinformación albergar a personajes que fabrican mentiras a sabiendas?

El detonante fue una intervención de Joaquín Mikel, tertuliano habitual que, con el cinismo típico de los que militan en el fango mediático, intentó desviar una conversación sobre la financiación ilegal de Vox con la ya gastada cortina de humo: “Podemos también

recibió dinero de fuera”.

Lo hizo, como tantas veces, sin pruebas, sin fundamentos y con la total seguridad de que el bulo calaría.

Pero esta vez, frente a él estaba Cintora, quien lo cortó en seco.

Aplausos.

Pero el daño ya estaba hecho.

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La pregunta se instaló: ¿por qué invitar a alguien cuya especialidad es mentir?

El argumento de la pluralidad es el comodín perfecto.

Claro que debe haber voces diversas en la televisión pública.

Derecha, izquierda, centro, arriba y abajo.

Pero la pluralidad no puede ser una excusa para legitimar la mentira.

Silvia Intxaurrondo, periodista incansable en la lucha contra la desinformación, lo dejó claro: la línea roja debe ser la mentira.

Si tú vienes a inflamar tu ideología con falsedades, ya no estás opinando, estás intoxicando.

Y lo peor es que quienes practican esa “opinología tóxica” son, precisamente, los favoritos de los grandes medios.

Jesús Cintora lo hizo bien al detener en seco la mentira, pero eso no borra lo esencial: le dio micrófono.

Como dice el dicho, no se puede invitar a un pirómano a una charla sobre prevención de incendios y luego sorprenderse porque todo arde.

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¿Qué sentido tiene crear un espacio para desmontar bulos si en él se dan alas a quienes los fabrican profesionalmente? Y lo más grave: ¿qué mensaje se lanza desde la televisión pública cuando esos perfiles son validados con presencia en prime time?

El fenómeno no es nuevo.

Durante años, medios y tertulianos de la órbita ultra han martilleado a la opinión pública con el “caso Venezuela” de Podemos, hasta que más de 30 sentencias dejaron claro que todo era un montaje.

Pero la sombra de la duda ya había sido sembrada.

Esa es la estrategia.

No importa si es verdad, importa repetirlo lo suficiente.

El resultado: ciudadanos desinformados que ya no distinguen entre hechos y ficción.

Y mientras se señala con el dedo a la izquierda, desde ciertos medios ultra financiados con dinero público —como El Debate, propiedad de la Asociación Católica de Propagandistas— se protege a figuras como el novio de Ayuso, envuelto en escándalos fiscales y

tramas con Quirón.

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Artículos dulcificados, titulares diseñados para maquillar delitos y centenares de columnas que se ensañan con el fiscal García Ortiz sin aportar pruebas concretas.

Una doble moral asfixiante que premia la mentira cuando conviene al poder y la castiga cuando incomoda.

Silvia Intxaurrondo propuso algo audaz: que mentir sea delito.

No ya como atentado al honor, sino como acto en sí.

Porque lo que está en juego no es solo la calidad del debate, sino el derecho de los ciudadanos a recibir información veraz.

Sin ese derecho, la democracia es un decorado.

La televisión pública no puede ser neutral ante la mentira.

No puede seguir normalizando tertulianos que mienten por sistema, disfrazando el engaño de “perspectiva”.

El pluralismo no consiste en poner a un científico frente a un terraplanista y decir “que decidan los espectadores”.

Eso no es pluralismo, es irresponsabilidad.

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¿Debe Jesús Cintora seguir invitando a mentirosos profesionales para “desmontarlos en directo”? Quizás sea efectivo a corto plazo.

Pero a la larga, lo único que consigue es legitimar su presencia.

Y en una era donde la desinformación es pandemia, no basta con apagar incendios: hay que cerrar los grifos de gasolina.

Hay que preguntarse quién financia a esos medios basura, a esos blogs ultraderechistas convertidos en altavoces de cloacas, y cómo es posible que reciban miles de euros desde administraciones públicas, especialmente las gobernadas por la derecha.

En definitiva, no es un tema menor.

Es un asunto de salud democrática.

Si TVE quiere liderar la lucha contra los bulos, debe empezar por sus propios platós.

Si invita a mentirosos, aunque los desmonte, los valida.

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Y eso es exactamente lo que los buleros quieren: foco, pantalla, y aunque sea un minuto, sembrar su veneno.

Porque como dijo Goebbels, si repites una mentira mil veces, puede que alguien la crea.

Pero si encima la repites en horario de máxima audiencia y en televisión pública, el daño es incalculable.

Jesús Cintora ha vuelto, sí.

Pero ahora tiene una responsabilidad mayor que nunca.

Porque cuando se lucha contra la mentira, cada invitación es un arma.

Y hay armas que es mejor no entregar al enemigo.