🔥 Denuncia INMINENTE contra Vito Quiles por ACOSO: Ana Pardo de Vera dice BASTA y lo arrastra a la justicia 💣

Vito Quiles vuelve al centro del escándalo, y esta vez podría costarle caro.

Tras una larga lista de episodios de hostigamiento, interrupciones agresivas y provocaciones públicas, Ana Pardo de Vera ha anunciado que lo denunciará formalmente por acoso.

Lo que hasta hace poco parecía un simple show mediático de un activista ultra, ha escalado peligrosamente hasta convertirse en un fenómeno tóxico, alimentado por dinero público, impunidad y el aplauso de una

parte radicalizada de la sociedad.

El detonante fue su aparición en un evento del Centro de Investigaciones Sociológicas, donde Quiles abordó de forma agresiva a Pardo de Vera, lanzándole preguntas insidiosas, tocándola sin consentimiento y

persiguiéndola mientras esta pedía que no la tocara.

Todo mientras un séquito de cámaras y supuestos escoltas lo cubrían, intimidando incluso a ciudadanos que intentaban frenar la escena.

Las imágenes hablan por sí solas: lo que se vive en estos encuentros no es periodismo, es acoso organizado.

Y no es un hecho aislado.

Quiles lleva tiempo aplicando la misma táctica con otras figuras públicas.

Irene Montero, exministra de Igualdad, ya lo sufrió en múltiples ocasiones.

Su frase “Eres más pesado que facha, que ya es decir” se convirtió en símbolo de una resistencia frente a esta ofensiva ultra.

Pero más allá de la anécdota, lo grave es la estrategia orquestada: acosar, provocar, grabar y viralizar.

Todo perfectamente diseñado para alimentar el algoritmo, el odio y, sobre todo, las cuentas de sus mecenas políticos y mediáticos.

Porque Vito Quiles no actúa solo.

Su vinculación con Eda TV, medio señalado por difundir bulos sistemáticos, y su papel como jefe de prensa del agitador digital Albise Pérez, lo sitúan en el núcleo duro de una maquinaria propagandística con

vínculos directos a Vox y otras corrientes de ultraderecha.

Albise, condenado por difundir información falsa, se ha convertido en un símbolo de esa nueva derecha que no necesita medios tradicionales, solo viralidad y caos.

Quiles es su ariete, su cara visible, su brazo operativo.

Ana Pardo de Vera lo ha dejado claro: esto ha ido demasiado lejos.

El hostigamiento que sufre en redes y en la calle no es casual.

Ha relatado cómo caminar por Madrid se ha convertido en una pesadilla.

Insultos, amenazas e incluso ataques verbales cuando va acompañada de su hijo.

Un clima irrespirable que va más allá de la discrepancia ideológica.

Es una campaña coordinada para expulsarla del espacio público, para anularla como periodista y mujer.

Y mientras todo esto ocurre, no son pocos los que se preguntan quién financia a estos personajes.

Vito Quiles aparece frecuentemente en actos oficiales de la Comunidad de Madrid, en entornos institucionales y hasta en ruedas de prensa oficiales, amparado por el silencio —o la complicidad— de gobiernos

regionales.

Es decir, el periodismo de acoso se está institucionalizando con fondos públicos.

¿Es esto democracia?

Pero la denuncia de Ana Pardo de Vera podría marcar un punto de inflexión.

Por primera vez, una figura mediática de peso decide enfrentarse judicialmente a estos métodos.

Y no es la única en alzar la voz.

Cada vez son más las mujeres periodistas y políticas que denuncian estos ataques como parte de una estrategia de intimidación sistemática.

No se trata de libertad de expresión, se trata de violencia política y mediática encubierta de periodismo.

Y por si todo esto fuera poco, el escándalo se amplifica con la filtración de un nuevo audio de Villarejo a Antonio García Ferreras, el presentador estrella de La Sexta.

En él, se detalla cómo el Partido Popular, a través de un programa informático secreto, accedía a información reservada de los juzgados de Madrid.

Una bomba de relojería que pone en duda la separación de poderes en España.

Ferreras, quien se presenta públicamente como defensor del periodismo riguroso, jamás mencionó esta información.

¿Por qué?

Si esto es cierto, no estaríamos ante un simple caso de espionaje político, sino ante una corrupción estructural del Estado.

El acceso ilegal a datos judiciales por parte de gobiernos autonómicos, con la connivencia de ciertos periodistas, representaría el colapso de cualquier atisbo de justicia imparcial.

Y mientras esto se descubre, la prensa dominante calla.

La situación se agrava con noticias que jamás ocupan portadas.

Como el intento de suicidio de una madre en Alicante para evitar ser desahuciada junto a su hija.

El propietario del piso no es un vecino cualquiera, es el fondo buitre Cerberus, introducido en España por el mismísimo hijo de José María Aznar.

Y mientras la mujer intenta quitarse la vida, los medios repiten hasta el cansancio la palabra “okupa”, pero jamás hablan de Cerverus, de Feinfer, ni del drama real de los desahucios.

Todo esto forma parte del mismo ecosistema.

Un país donde los pseudoperiodistas acosadores son premiados con likes y subvenciones.

Donde los fondos buitre operan sin control, y donde algunos medios callan o encubren a partidos que manipulan el poder judicial.

Donde la denuncia de una periodista por acoso se convierte en un acto de valentía política, porque ya nadie se atreve a enfrentarse al monstruo de la ultraderecha mediática.

Ana Pardo de Vera lo ha dicho alto y claro: no se va a callar.

Y aunque sabe que el camino será duro, también sabe que el silencio solo alimenta al agresor.

Lo que está en juego no es solo su dignidad personal, sino el futuro de un periodismo libre, de una democracia que ya muestra síntomas alarmantes de deterioro.

Porque si acallar a quien incomoda es tan fácil como enviar a un matón con micro, entonces es que ya no estamos hablando de periodismo ni de política.

Estamos hablando de fascismo con WiFi.