⚰️ ¡Tragedia en pleno aniversario! El confesor personal de los Reyes muere y ellos aparecen vestidos de luto

El 22 de mayo de 2025, el calendario marcaba una fecha muy especial para Felipe VI y la Reina Letizia: su 21 aniversario de bodas.

Una jornada que tradicionalmente han vivido en la más estricta intimidad, sin compromisos públicos.

Pero este año, el luto irrumpió en la celebración.

Los monarcas salieron de forma inesperada del Palacio de la Zarzuela para despedirse personalmente de Serafín Sedano Gutiérrez, el confesor de la familia real durante más de treinta años,

fallecido a los 92 años.

La escena fue sobria pero poderosa: Felipe y Letizia, conduciendo su propio coche, llegaron al cuartel del Rey de la Guardia Real, donde se había instalado el velatorio.

Vestidos completamente de negro, ofrecieron sus condolencias a la familia del padre Serafín, rodeados de vecinos, amigos y feligreses del pequeño pueblo de El Prado, donde el religioso era

profundamente querido.

Este acto público, aunque breve, dejó claro que el vínculo entre los Reyes y Sedano era mucho más que protocolario.

Serafín Sedano no fue un sacerdote cualquiera.

Fue la figura espiritual que, durante décadas, acompañó a los Borbones en sus momentos más íntimos.

Ofició misas en Zarzuela cada domingo, fue parte clave en los bautizos reales –incluyendo el de la princesa Leonor y la infanta Sofía– y estuvo presente en celebraciones familiares privadas,

siempre con un perfil bajo, lejos de los focos y los titulares.

Su rol fue tan importante que el mismo Felipe VI lo mantuvo como su confesor incluso después de acceder al trono.

En el verano de 2024, Serafín pidió retirarse oficialmente.

Lo hizo con una carta pública en la que pedía perdón por los posibles errores cometidos y reclamaba su derecho a vivir en paz y con privacidad.

En ella, repasaba momentos clave de su vida, como aquel 16 de abril de 1965 en que dejó al azar una decisión que cambiaría su destino: continuar como capellán militar o volver a su Santander

natal.

Eligió seguir el camino militar, y ese papel lo llevó eventualmente al corazón de la Casa Real.

El padre Serafín fue también capellán durante 48 años del colegio Mater Salvatoris de Madrid, una de las instituciones educativas más elitistas de la capital.

Allí dejó una huella imborrable entre generaciones de alumnos, incluyendo figuras públicas como Alejandra Silva y Cristina Oria.

La comunidad del colegio lo despidió con un emotivo mensaje que subraya su humildad, su fe serena y su constante entrega a los demás.

“Siempre cercano, siempre disponible”, así lo definieron, dejando claro que no solo fue una figura religiosa, sino también humana y paternal para muchos.

Los Reyes, lejos de limitarse a una nota oficial o una mención discreta, decidieron dar la cara.

En un gesto que ha sido ampliamente aplaudido en redes y medios, su presencia en el velatorio habla de la cercanía real, del respeto profundo y de una gratitud que no necesitó palabras para ser

entendida.

El entierro, que se celebrará el viernes en su localidad natal en Valderredible, Cantabria, será un acto privado, cumpliendo así el deseo del padre Serafín de mantener la sobriedad incluso en su

último adiós.

La muerte de Serafín Sedano deja un vacío en la Casa Real que difícilmente podrá ser llenado.

Su papel iba más allá del confesionario: era un testigo privilegiado de la vida cotidiana de los Reyes, un confidente en los momentos de dudas y un guía espiritual constante en tiempos de

turbulencia institucional.

Pocos sabían tanto y tan en silencio como él.

A pesar del dolor, los Reyes ya tienen otra cita emocional esta semana: la graduación de la infanta Sofía en Gales, un acto que también será íntimo y familiar.

Pero sin duda, el recuerdo del padre Serafín marcará estos días con una sombra melancólica.

Así, lo que debía ser un aniversario discreto, se transformó en una despedida inesperada.

Un gesto real que mostró humanidad, afecto y memoria.

Porque a veces, los verdaderos protagonistas de la historia no son quienes ocupan los titulares, sino los que acompañan en silencio durante toda una vida.