
Todo comenzó con un tuit.
Un mensaje breve, aparentemente mordaz, pero que escondía un error fatal.
Ester Muñoz, diputada del Partido Popular y portavoz en el Congreso, decidió compartir un clip del programa Mañaneros 360, presentado por Javier Ruiz, donde participaba también Sara Santa Olaya.
Con tono burlón, escribió: “Sócrates escuchando atentamente la disertación de Platón.
El nivel.
” Quería ridiculizar el contenido del programa, insinuando que la discusión era tan absurda que merecía una sátira clásica.
Pero lo que no imaginaba era que esa frase sería el inicio de su propio hundimiento discursivo.
La intención era clara: mostrarse sarcástica, culta, con un guiño filosófico que le diera peso intelectual a su desprecio mediático.
Pero la jugada se le volvió en contra cuando Max Pradera, conocido periodista y escritor con largo recorrido en el análisis cultural, le respondió con una contundencia quirúrgica: “Pretendida referencia culta de
una gañana.
Nivel Belén Esteban.
El discípulo era Platón, no Sócrates.
” La frase, cargada de ironía, no solo corregía el error, sino que ponía en tela de juicio todo el andamiaje intelectual de Muñoz.
Y es que la metedura de pata era de las que duelen.

Pradera fue más allá: recordó que Sócrates nunca escribió nada, y que todo lo que sabemos de él proviene de los diálogos de Platón.
Por tanto, imaginar a Sócrates tomando apuntes de Platón no solo es inverosímil, es históricamente falso.
El comentario de Muñoz, que pretendía superioridad, terminó siendo una muestra de ignorancia con pretensiones.
Y eso, en redes sociales, es dinamita pura.
La corrección de Pradera no tardó en viralizarse.
En cuestión de horas, miles de usuarios replicaban el fallo, lo analizaban y lo convertían en memes.
El tono solemne con el que Muñoz intentó dar una lección contrastaba brutalmente con el error básico que cometió.
El resultado fue una mezcla perfecta de risa, vergüenza ajena y crítica política.
El hashtag #NivelBelénEsteban comenzó a circular con fuerza, alimentado por una ciudadanía que no perdona el postureo disfrazado de erudición.
Pero lo más grave es que este no fue un caso aislado.
Ester Muñoz ya había protagonizado otro episodio similar meses atrás.
En julio, declaró públicamente: “Yo entiendo Marx, por eso soy anticomunista.
” La frase, que parecía una reflexión personal, resultó ser una cita reciclada, popularizada por Ronald Reagan en los años 80.
Una vez más, el intento de apropiarse de una figura intelectual para reforzar un argumento político terminaba en bochorno.

En aquella ocasión, fue el periodista Antonio Maestre quien intervino, recordando que muy pocos de los que aseguran haber “entendido a Marx” han leído siquiera una obra completa suya.
Y que repetir frases sin contexto ni análisis crítico es una estrategia populista que empobrece el debate.
Con esta nueva metedura de pata filosófica, Muñoz volvió a exhibir un patrón preocupante: utilizar la cultura como arma sin haberla estudiado realmente.
Lo que estas intervenciones revelan no es solo una falta de preparación, sino una tendencia a convertir la política en un teatro de frases efectistas, sin profundidad ni responsabilidad.
Usar a Sócrates y Platón para ridiculizar a periodistas, sin conocer la relación histórica entre ellos, no es solo un error académico.
Es una muestra de cómo la cultura se transforma en herramienta de ataque, sin respeto ni comprensión.
Max Pradera, con su estilo afilado, logró en pocas palabras desmontar toda la intención del mensaje.
Su “Nivel Belén Esteban” no fue solo una burla, fue una sentencia.
Comparar a alguien que pretende erudición con una figura televisiva que nunca ha pretendido serlo es la manera más demoledora de dejar en evidencia la impostura.
Y el efecto fue inmediato: en vez de desacreditar a Javier Ruiz y Sara Santa Olaya, Muñoz terminó fortaleciendo su imagen como víctima de un ataque mal dirigido y peor fundamentado.
Este episodio también expone una tensión más amplia entre cultura y política.
Mientras algunos siguen creyendo que usar nombres grandes otorga autoridad automática, otros —como Pradera o Maestre— insisten en que el conocimiento requiere profundidad y contexto.
En un entorno político donde la inmediatez prima sobre el análisis, estos fallos no son anécdotas, son síntomas.
![]()
Y cada uno deja cicatrices en la credibilidad de quienes los cometen.
Las redes sociales, por supuesto, hicieron su trabajo.
Tuits virales, hilos explicativos, videos satíricos y montajes con Sócrates tomando selfies circularon con fuerza.
Pero detrás del humor, se esconde una verdad incómoda: cuando los representantes públicos fallan en lo más básico, alimentan la desafección ciudadana.
Porque si no se puede confiar en que una portavoz sepa quién enseñó a quién en la filosofía clásica, ¿cómo confiar en que entienda presupuestos, leyes o tratados internacionales?
Además, el contexto no ayudó a Muñoz.
En los últimos meses, el Partido Popular ha intensificado su ofensiva contra RTVE, acusándola de parcialidad y manipulación.
En ese clima, cada declaración se analiza con lupa.
Y cuando el ataque estrella termina en un error filosófico viral, el golpe es doble: se erosiona la crítica y se fortalece al adversario.
El efecto boomerang no pudo ser más evidente.
En el fondo, el episodio es una metáfora perfecta de cómo se construye la política de titulares.
Una diputada intenta parecer culta para desautorizar un programa televisivo, se equivoca, es corregida públicamente, y su error se convierte en tendencia nacional.
Y mientras tanto, los ciudadanos observan entre la risa y el desconcierto, viendo cómo la política se transforma en un teatro donde lo importante ya no es tener razón, sino parecer brillante en 280 caracteres.
La reflexión final es inevitable.
La cultura no es una carta que se saca para ganar un debate.
No basta con citar a los grandes nombres.

Hay que conocerlos, entenderlos y respetarlos.
De lo contrario, el efecto es devastador.
Porque como demostró Max Pradera, no hace falta un discurso largo para desenmascarar la superficialidad: basta con saber quién fue discípulo de quién.
Y tener el coraje de decirlo en voz alta.
Así, entre frases mal citadas, memes virales y correcciones letales, seguimos viendo cómo la política española tropieza una y otra vez con su propia pose intelectual.
Ester Muñoz quiso dar una lección de filosofía, pero terminó dando una clase magistral de cómo hacer el ridículo en internet.
Y en tiempos donde la imagen se construye a golpe de tuit, ese tipo de errores cuesta caro.
Porque lo que no se estudia, se paga.
Y en este caso, el precio ha sido la credibilidad.
News
El adiós que rompió corazones: Kate del Castillo y la emotiva despedida a su padre, Eric del Castillo
🌟 “El adiós que rompió corazones: Kate del Castillo y la emotiva despedida a su padre, Eric del Castillo 💔”…
Flor Silvestre y La Prieta Linda: El escándalo familiar que desató celos, traiciones y rompió corazones
💔 “Flor Silvestre y La Prieta Linda: El escándalo familiar que desató celos, traiciones y rompió corazones 💥” La historia…
El secreto que nadie imaginó: Adela Noriega rompe el silencio y revela la verdad tras su misterioso retiro
💥 El secreto que nadie imaginó: Adela Noriega rompe el silencio y revela la verdad tras su misterioso retiro Hablar…
¡La ironía que desarma! Javier Aroca dinamita el discurso de Ayuso y expone la gran contradicción política
💥 “¡La ironía que desarma! Javier Aroca dinamita el discurso de Ayuso y expone la gran contradicción política 🔥” La…
Jean Carlos Simancas: la impactante verdad detrás de su vida amorosa y el trauma que nunca pudo superar
💔 “Jean Carlos Simancas: la impactante verdad detrás de su vida amorosa y el trauma que nunca pudo superar 😱”…
Jean Carlo Simancas: ¿El último galán o el hombre más polémico de Venezuela? Su confesión sacude al mundo
💥 “Jean Carlo Simancas: ¿El último galán o el hombre más polémico de Venezuela? Su confesión sacude al mundo 🌪️”…
End of content
No more pages to load






