📺 “No me rindo”: El emotivo adiós de María Patiño tras la cancelación de La familia de la tele

El final ya era un secreto a voces.

La familia de la tele, ese proyecto con tintes de rescate nostálgico y mirada moderna, no consiguió hacerse un hueco entre la audiencia de RTVE.

Desde su estreno, el formato luchó contra la frialdad de los datos, los ajustes de última hora y los cuchillos afilados de la crítica.

Sin embargo, nadie esperaba que su despedida viniera envuelta en un mensaje tan personal, directo y cargado de emociones como el que María Patiño decidió compartir con sus seguidores.

En una historia de Instagram, la periodista apareció sin filtros, sin maquillaje emocional, sin el ruido de platós ni los ecos de los tertulianos.

Solo un fondo negro, letras blancas y una frase que lo decía todo: “Tú decides mi destino como espectador, pero no minas mis ganas de volver a entrar en tu salón”.

Con estas palabras, Patiño no solo aceptaba el final del programa, sino que se reafirmaba como una comunicadora que no está dispuesta a desaparecer por la puerta de atrás.

Para muchos, fue una declaración de resistencia, de lucha silenciosa frente al olvido televisivo.

No era la primera vez que María se enfrentaba a un golpe profesional, pero esta vez dolía distinto.

La familia de la tele era más que un encargo: era una apuesta personal, una ilusión renovada, una manera de volver a conectar con el público desde una televisión pública que prometía frescura y corazón.

Junto a Aitor Albizua e Inés Hernand, la presentadora se embarcó en un formato híbrido, difícil de etiquetar, que intentó rescatar la esencia de los programas clásicos de crónica social con un enfoque

contemporáneo.

Pero ni los ajustes de duración, ni los cambios de bloques, ni el esfuerzo de todo el equipo bastaron para revertir una audiencia cada vez más esquiva.

A través de otra publicación, esta vez en X (antes Twitter), Patiño volvió a alzar la voz con una reflexión íntima que sonó a confesión y a reclamo: “Yo solo quiero volver a ser la misma de siempre.

Quiero fluir.

Quiero preguntar para saber.

No quiero estar constantemente en tensión.

No quiero ser corregida en todo momento.

Quiero divertirme.

Quiero aprender.

Quiero crecer”.

Frases que revelan no solo su desencanto con el entorno televisivo actual, sino también el peso de haber intentado sostener un barco que se hundía desde el principio.

Fuentes internas aseguran que la decisión de RTVE se tomó semanas antes del anuncio oficial.

Aunque el presidente José Pablo López pidió paciencia y habló de ajustes, la sentencia ya estaba firmada.

La llegada del Tour de Francia marcó el cronómetro final, y el programa se retirará silenciosamente del prime time.

Un final frío para un proyecto que nació con entusiasmo, pero que nunca encontró el calor del público.

Dentro del equipo, la sensación general es de amargura.

No por el final —que muchos veían venir— sino por la forma en que se gestionó.

Hubo esfuerzo, hubo sacrificio y hubo entrega.

Y eso duele cuando se ve empañado por la indiferencia de los despachos.

Aun así, María Patiño decidió despedirse con elegancia, agradeciendo a su equipo y a la productora La Cometa por el trabajo y el compromiso.

Mientras algunos compañeros ya han sido recolocados —como Javier de Hoyos, que inicia etapa en De corazón— el futuro de Patiño dentro de RTVE aún es incierto.

Se habla de una posible reubicación, pero también hay quienes creen que su mensaje en redes fue una forma de marcar distancias con una televisión pública que no supo proteger el formato ni defenderlo de las

críticas.

Lo cierto es que, por ahora, la presentadora ha optado por no conceder entrevistas, dejando que sus palabras hablen por sí solas.

La familia de la tele llegó en un momento en que RTVE buscaba reconectar con una audiencia harta de política y saturada de ficción.

Pero el experimento no cuajó.

Ni los rostros conocidos, ni los guiños a la nostalgia, ni la mezcla de entretenimiento e información lograron enganchar al espectador.

La crítica fue feroz desde el inicio, acusando al formato de ser caótico, sin identidad clara y con un ritmo errático.

RTVE intentó salvarlo, pero fue tarde.

En este contexto, las palabras de María Patiño toman un nuevo valor.

Ya no son solo una despedida, sino una llamada a no rendirse.

A seguir buscando espacios donde la televisión vuelva a tener alma, donde preguntar no sea motivo de corrección constante y donde la espontaneidad no se penalice.

Patiño, con más de dos décadas de carrera a sus espaldas, no necesita demostrar nada.

Pero sí quiere volver a sentirse libre frente a una cámara.

El final de La familia de la tele no ha sido solo el cierre de un programa.

Ha sido también el reflejo de un modelo de televisión que se resiste a cambiar, que sigue castigando la personalidad y que olvida que, al otro lado de la pantalla, todavía hay espectadores que buscan verdad, no

fórmulas vacías.

María Patiño lo ha dejado claro: podrá quedarse sin programa, pero no sin voz.

Y esa voz, por mucho que algunos intenten silenciarla, aún tiene mucho que decir.