🚨 “Dependemos de un necio”: La entrevista de Felipe González en El Hormiguero incendia Antena 3 y deja secuelas políticas ⚡📺

Nadie estaba preparado para lo que ocurrió esa noche en El Hormiguero.

Ni el propio Pablo Motos, acostumbrado a las entrevistas ligeras y el humor con toque ácido, se imaginaba que ese sofá iba a convertirse en un púlpito desde el que se lanzarían las declaraciones más crudas del

año.

Felipe González, expresidente del Gobierno, llegó al plató de Antena 3 sin papeles, sin correcciones, sin miedo.

Y lo que dijo dejó a medio país boquiabierto… y al otro medio, simplemente en silencio.

“Dependemos de un ignorante.

Un necio que va sin rumbo.

” Así se refirió directamente a Donald Trump, sin matices, sin rodeos.

Y eso fue solo el comienzo.

A lo largo de más de una hora de conversación, González arremetió contra líderes internacionales, habló con dureza de la guerra en Gaza y se refirió a Netanyahu como alguien “condenado al fracaso”.

Las cámaras lo captaban, Motos intentaba seguir el ritmo, pero el tono de la conversación se había salido por completo del guion habitual del programa.

Y, sin embargo, la audiencia respondió como pocas veces.

El día anterior, con Miguel Ángel Revilla, El Hormiguero ya había marcado un impresionante 17,6% de cuota de pantalla con 2,2 millones de espectadores.

Pero con González, la cifra subió hasta un estratosférico 18,4% y más de 2,3 millones de personas pegadas a la pantalla.

En total, casi 5 millones de espectadores únicos conectaron en algún momento con el programa.

Un récord que no se alcanzaba desde hacía meses.

Pero no fue solo una victoria de números.

Fue una bomba mediática.

Porque lo que González dijo no era contenido de entretenimiento.

Eran titulares que ya estaban haciendo temblar las redacciones antes de que el programa terminara.

“Intolerable e intolerante” fue su definición de la situación en Gaza.

“Fracaso seguro” fue su vaticinio para Netanyahu.

Y lo más llamativo fue su actitud: hablaba con la experiencia de quien ya ha estado en las cumbres del poder… pero con la libertad de quien ya no tiene nada que perder.

En las redes sociales, el fragmento donde critica a Trump se viralizó en cuestión de minutos.

Los hashtags #FelipeEnElHormiguero y #ElHormiguero lideraron los trending topics.

Los clips con sus frases más punzantes circularon como pólvora.

Pero no todos aplaudieron.

Desde sectores conservadores se acusó al programa de “instrumentalizar” el entretenimiento para hacer “agitprop” político.

Otros usuarios recordaban las sombras del propio mandato de González y le pedían coherencia.

Pero el daño —o el impacto— ya estaba hecho.

Antena 3, mientras tanto, celebraba en silencio el repunte de audiencia.

Porque más allá de la polémica, el resultado estaba ahí: el programa fue, una vez más, lo más visto del día.

Ni realities, ni concursos, ni informativos lograron hacerle sombra.

Pablo Motos había vuelto a tocar el nervio político.

Y lo hizo con la complicidad de un invitado que no tenía miedo de romper esquemas.

Pero el coste fue inmediato.

Algunos medios afines al Partido Popular salieron al ataque.

Editoriales incendiarios.

Artículos criticando la “deriva ideológica” de El Hormiguero.

Incluso se llegó a cuestionar si un programa de entretenimiento debía “dar voz” a discursos tan contundentes sin una contrapartida en plató.

No faltaron quienes pidieron “equilibrio” y acusaron al programa de “militarizar el prime time con opinión”.

La paradoja es que fue esa misma falta de filtros la que disparó los datos de audiencia.

Porque aunque El Hormiguero es conocido por sus entrevistas a actores, cantantes y personajes virales, cuando Pablo Motos se mete en política… la audiencia se dispara.

Y esta semana fue la prueba definitiva.

En una franja donde competir con realities consolidados o informativos tradicionales es una guerra diaria, el programa de las hormigas logró arrasar.

González, por su parte, no se arrepintió de nada.

Ni un gesto de duda.

Su tono fue firme.

Sus gestos, calculados.

Sabía que sus palabras tendrían eco.

Y lo buscaron.

Porque en una época en la que los líderes actuales miden cada sílaba, ver a un expresidente hablar con esa crudeza se convirtió en espectáculo.

En algo que nadie esperaba.

En algo que, simplemente, no se ve ya en televisión.

Pero la gran pregunta quedó flotando después del programa: ¿Paga El Hormiguero un precio por tocar la política tan de cerca? ¿Se puede seguir jugando con la ambigüedad editorial cuando las entrevistas se

convierten en declaraciones explosivas? Pablo Motos parecía consciente de ello.

Y, aun así, decidió seguir.

Porque en esta partida, lo que está en juego no es solo la audiencia.

Es el relato.

Lo cierto es que la visita de Felipe González ha marcado un antes y un después.

Ya no solo por lo que dijo.

Sino por cómo lo dijo.

Y por lo que dejó al descubierto: que incluso en los espacios más diseñados para entretener, la política puede irrumpir como un huracán.

Con consecuencias.

Con fuego cruzado.

Y con una audiencia que, pese a todo, sigue queriendo escuchar verdades.

Aunque quemen.

Aunque incomoden.

Aunque lo cambien todo.