⚡ “¿Y el GAL qué?” Manuel Jabois DESTROZA a González por su doble moral sobre el PSOE y Cataluña
Desde su tribuna en Hora 25, Manuel Jabois no se limitó a replicar las críticas de Felipe González al actual PSOE: las pulverizó.
Con una calma cargada de ironía, el periodista gallego repasó los episodios más oscuros del gobierno de González, y lo hizo no para desprestigiarlo gratuitamente, sino para exigir lo mismo que el propio
expresidente parece olvidar: coherencia.
Porque si uno alza la voz en nombre de la ética política, tiene que estar dispuesto a mirarse primero al espejo.
Y eso, según Jabois, es precisamente lo que González no está haciendo.
El detonante fue la declaración pública de González: “No votaré al PSOE por la ley de amnistía”.
Una frase tan sonora como cargada de implicaciones, sobre todo viniendo de quien fue el rostro del socialismo español durante casi dos décadas.
Pero Jabois no se dejó impresionar por los galones.
En lugar de eso, recordó —con datos, fechas y memoria— qué decisiones se tomaron bajo el mandato de González y por qué hoy chirría tanto que hable como si nunca hubiera cruzado ninguna línea.
El primero de los temas que sacó a relucir fue el más incómodo de todos: el GAL.
Esa guerra sucia contra ETA que implicó secuestros, asesinatos extrajudiciales y una red de terror financiada con fondos reservados del Estado.
Jabois subrayó que, aunque González nunca fue condenado, hay pruebas y testimonios más que suficientes que vinculan a su gobierno con esos crímenes.
Y lo más escandaloso: no solo no pidió perdón jamás, sino que incluso llegó a pedir indultos para algunos de los condenados.
¿Y ahora se indigna por una amnistía política sin muertos, sin armas, sin sangre?
Jabois no se detuvo ahí.
También recordó que el gobierno de González indultó a tres golpistas del 23F en nombre de la reconciliación nacional.
Un gesto que en su momento fue presentado como noble y necesario, pero que hoy, visto a través del cristal de su crítica actual, revela una contradicción colosal.
Si se puede perdonar a quienes quisieron acabar con la democracia, ¿por qué escandalizarse ahora por perdonar a quienes quisieron cambiar la Constitución, pero por vías políticas y sin violencia?
La clave de la intervención de Jabois fue poner el foco en esa doble vara de medir.
Porque lo que González considera hoy inadmisible, lo permitió y ejecutó sin titubear cuando tenía el poder.
Y esa memoria selectiva, según el periodista, es lo que deslegitima su crítica.
No se trata de negar su legado —que fue importante y transformador en muchos aspectos—, sino de exigir que no lo use como trinchera moral para deslegitimar al gobierno actual.
En uno de los pasajes más duros, Jabois deslizó que quizá el problema no es la amnistía, sino el hecho de que Felipe González ya no tenga el control del partido.
Que su voz, antes incuestionable, ya no marque el rumbo.
Que Pedro Sánchez no le consulte ni le rinda cuentas.
Que la nueva izquierda no necesita su bendición.
Y en ese contexto, su rechazo a la ley no sería tanto una cuestión de principios como una forma de marcar distancias, de decir: “Este PSOE ya no es el mío”.
Jabois también desmontó otra de las falacias instaladas por el expresidente: que la ley de amnistía es una concesión peligrosa, ilegítima, casi un golpe encubierto.
El periodista recordó que la medida fue debatida públicamente, negociada en el Congreso y finalmente aprobada con respaldo democrático.
Todo a la luz del día.
Muy distinto a cómo se tomaban decisiones en los años 80 y 90, cuando los pasillos del poder estaban más llenos de humo que de transparencia.
Con una frase lapidaria, Jabois resumió la contradicción esencial: “No dejó de votar al PSOE cuando se torturaba y se mataba desde el Estado, pero sí lo hace ahora por una amnistía aprobada democráticamente”.
La frase cayó como una bomba en redes sociales, generando un aluvión de mensajes de apoyo.
Porque más allá del debate jurídico o político, lo que muchos vieron en esa comparación fue una verdad incómoda: que González no es coherente con su propia historia.
El análisis también abordó el contexto mediático.
Jabois criticó el uso constante de la figura de González como “opinador estrella”, alguien que reaparece cíclicamente para enmendarle la plana al PSOE, pero que nunca se somete al mismo nivel de escrutinio.
Y señaló cómo ese tipo de intervenciones, lejos de aportar, acaban reforzando el relato de la derecha, que usa sus palabras como munición política contra Sánchez.
Al final, sin quererlo —o quizá queriéndolo— González se convierte en un aliado involuntario del bloque conservador.
Jabois no solo desmontó argumentos, también hizo una defensa implícita del presente.
Recordó que Sánchez, con todas sus contradicciones y cesiones, ha logrado sostener un gobierno progresista en un país profundamente dividido.
Que ha enfrentado ataques judiciales, mediáticos y políticos sin perder el pulso.
Y que la amnistía, lejos de ser una claudicación, es una herramienta de estabilidad democrática en un contexto límite.
¿Perfecta? No.
¿Inevitable? Quizá sí.
Pero lo importante, según Jabois, es que se está haciendo a cara descubierta.
Lo que más sorprendió fue el tono.
Jabois no gritó, no insultó, no se dejó arrastrar por la furia fácil.
Su crítica fue quirúrgica, informada y demoledora.
No se trató de venganza ideológica ni de ajuste de cuentas generacional.
Fue, sencillamente, un recordatorio de que el pasado no desaparece.
Que cuando se exige ética, hay que demostrarla primero.
Que cuando se señala con el dedo, hay que estar dispuesto a aceptar que otros miren tu propia historia.
Y en ese espejo, Felipe González no sale bien parado.
Porque el verdadero problema no es que critique.
Es que critique desde un pedestal que él mismo ha resquebrajado.
Y eso, como recordó Jabois, no es liderazgo: es nostalgia mal digerida.
Su intervención fue más que una columna.
Fue un acto de memoria activa, de honestidad periodística y de rigor democrático.
Porque sí, Felipe González tiene derecho a opinar.
Pero también tiene la obligación de recordar.
Y de reconocer que, a veces, el tiempo deja atrás incluso a los más grandes.
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