🧨 Mazón al borde del colapso: lo acusan de mentir, ocultar muertes y traicionar hasta a su propio partido 😡💣

Carlos Mazón, actual presidente de la Generalitat Valenciana, está viviendo sus peores días desde que asumió el cargo.

No solo es el foco de una tormenta política sin precedentes por su cuestionable gestión durante la catástrofe de la Dana, sino que ahora enfrenta un ataque demoledor desde el flanco más inesperado: su propia casa política.

Isabel Bonig, ex presidenta del PP valenciano, ha lanzado una declaración que ha hecho temblar a todo el entorno conservador: “Esta etapa es mucho peor que la de la corrupción”.

Y no lo dice cualquiera.

Lo dice alguien que conoce de primera mano las cloacas del poder valenciano.

La tragedia de la Dana dejó varias muertes, cientos de afectados y miles de indignados.

Pero lo que ha encendido la furia ciudadana es la certeza de que todo pudo haberse evitado.

Carlos Mazón fue advertido.

Con antelación.

Con claridad.

Con datos científicos en la mano.

El diputado Juan Bordera lo dijo en su cara, en sede parlamentaria, meses antes del desastre: las condiciones climáticas y la falta de planificación podían acabar en tragedia.

Mazón no hizo nada.

Al contrario, redujo el presupuesto para prevención climática en un tercio y se rodeó de negacionistas.

Cuando la Dana golpeó con furia, Mazón estaba desaparecido.

Según varios testimonios y rumores, el presidente valenciano habría estado en un restaurante durante horas clave.

Se le vio llegar tarde al lugar de los hechos, cuando la situación ya era insostenible y la gente se ahogaba.

Nadie ha podido explicar con precisión qué hacía en ese lapso, pero todo el mundo parece saberlo.

Tanto que incluso los programas de humor lo han convertido en blanco de burlas.

¿Qué hacía Mazón mientras su pueblo se inundaba y moría? Silencio.

Mentiras.

Versiones cambiantes.

Y una foto supuestamente manipulada, presentada como coartada, que ahora podría ser clave judicial.

Porque sí, lo que parecía un escándalo mediático está escalando hacia lo penal.

Hay denuncias, comparecencias pendientes, y el testimonio de un perito que podría demostrar que Mazón mintió deliberadamente.

Incluso el líder de su partido, Alberto Núñez Feijóo, ha quedado en entredicho al declarar que fue informado con anticipación, lo que lo convierte en posible pieza del rompecabezas judicial.

Y Mazón, lejos de dar explicaciones claras, se refugia en el discurso populista: “Estoy orgulloso de mis presupuestos”.

Presupuestos que, por cierto, ignoran el cambio climático y favorecen pactos con la extrema derecha.

Pero lo que realmente ha detonado la alarma en el PP ha sido la reacción interna.

Bonig no ha sido la única en levantar la voz.

Cada vez más voces críticas dentro del partido claman por su dimisión.

Porque saben que Mazón se ha convertido en un lastre.

Porque entienden que su gestión ya no es defendible ni dentro ni fuera del partido.

Porque el daño a la imagen del PP en la Comunidad Valenciana puede ser irreversible si se le sigue protegiendo.

Mientras tanto, Juan Bordera volvió al ataque.

En el último pleno, le dijo sin rodeos: “Usted es un mentiroso y un peligro público”.

Le recordó que ya le había advertido.

Le entregó otro informe técnico, solo para que no pudiera decir que “no lo sabía”.

Porque la evidencia se acumula.

Porque la irresponsabilidad es flagrante.

Y porque lo que pasó en la Dana no fue una fatalidad, fue una negligencia con nombre y apellidos: Carlos Mazón.

Las protestas no cesan.

El próximo 29 de marzo se ha convocado una manifestación masiva contra su gestión.

La ciudadanía exige responsabilidades.

No basta con los abucheos en la calle ni con la repulsa en redes sociales.

La gente quiere ver a Mazón sentado frente a un juez.

Y no solo a él, sino a todo su equipo.

Porque lo que ocurrió no fue un fallo puntual.

Fue una cadena de decisiones catastróficas tomadas con total desprecio por la ciencia, la prevención y, lo más grave, por las vidas humanas.

Carlos Mazón insiste en aparecer como un líder firme, pero ya no convence ni a los suyos.

No se le ha visto en las Fallas ni en la Magdalena.

Evita el contacto directo con la ciudadanía.

Su popularidad se desploma incluso entre sus votantes.

Y mientras tanto, sigue pactando con terraplanistas, negando lo evidente y utilizando la televisión pública para lanzar ataques contra otros líderes políticos.

Llegó a decir que Pedro Sánchez no merece ser presidente por no presentar los presupuestos de reconstrucción.

¿Y él? ¿Él merece seguir cobrando un sueldo público tras haber fallado estrepitosamente cuando más se le necesitaba?

La política, cuando pierde el contacto con la ética, se convierte en cinismo.

Y Carlos Mazón representa hoy ese cinismo en su máxima expresión.

No es solo un presidente fallido.

Es un símbolo de lo que ocurre cuando se antepone la ideología al sentido común, el poder al deber y la propaganda a la responsabilidad.

Mientras la justicia se prepara para actuar, la calle no se calla.

La ciudadanía, los ecologistas, los técnicos, los exdirigentes del PP y hasta los humoristas han hablado.

Solo falta que Mazón haga lo único digno que le queda: dimitir.

Pero con cada día que pasa aferrado al cargo, el precio político —y judicial— será más alto.

Y esta vez, ni los pactos, ni las fotos falsas, ni las excusas vacías lo salvarán del veredicto más implacable: el de la memoria colectiva.