Nacho Duato le dedica 20 segundos (pero qué segundos) a Abascal tras sus  palabras sobre Open Arms

No fue una entrevista.

No fue una rueda de prensa.

Fue un vídeo de apenas 20 segundos grabado por un hombre acostumbrado a hablar con el cuerpo, no con palabras.

Y sin embargo, en esos breves instantes, Nacho Duato dijo más que muchos políticos en una legislatura entera.

Su blanco: Santiago Abascal, líder de Vox.

Su motivo: la escandalosa declaración del político, que había calificado al barco humanitario Open Arms como un “barco de negreros que hay que hundir”.

Una frase que no solo desató indignación a nivel nacional, sino que cruzó fronteras por su carga racista, deshumanizante y absolutamente incendiaria.

La respuesta de Duato no tardó en llegar.

Con rostro serio, voz firme y mirada clavada en el objetivo, comenzó con un gélido “Señor Abascal”.

Lo que siguió fue una descarga brutal de metáforas que no dejaron lugar a dudas sobre su postura: “Dice usted que hay que abatir el barco.

Open Arms.

Brazos abiertos.

¿Sabe lo que hay que hacer? Cortarle a usted los brazos y a muchos de los suyos para que dejen de robar.

” Fue un golpe simbólico, quirúrgico, devastador.

No literal.

No incitación a la violencia.

A Nacho Duato le hablan de Elon Musk y no duda ni medio segundo en decir  esto de Abascal

Una respuesta artística a la violencia institucionalizada del lenguaje.

En cuestión de minutos, el vídeo recorrió las redes como fuego.

Miles de compartidos.

Millones de visualizaciones.

Comentarios de apoyo, lágrimas, rabia, emoción.

Algunos lo acusaron de exagerado.

Otros lo convirtieron en símbolo.

Pero nadie quedó indiferente.

Porque Duato no solo habló contra Abascal.

Habló contra todo un discurso que busca criminalizar la solidaridad, estigmatizar a los migrantes y blanquear una ideología que juega con el odio como si fuera una herramienta de campaña.

Pero su mensaje no terminó ahí.

Lo más impactante llegó después.

Con tono más grave aún, sentenció: “También habría que cortarles la lengua a quienes usan la democracia para promover discursos fuera de la ley.

” No era un exabrupto.

Era una denuncia.

Porque lo que hizo Abascal no fue una frase más.

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Fue una amenaza pública contra una organización que ha salvado miles de vidas en el Mediterráneo.

Y ante eso, la cultura —con frecuencia acusada de tibieza— alzó esta vez la voz con toda su potencia.

El clímax del vídeo fue una frase que hizo eco en la historia de España: “No van a pasar.

Nunca van a gobernar.

” No hacía falta decir más.

Las palabras evocaban, sin nombrarlo, el famoso no pasarán de la resistencia antifascista.

Una consigna nacida en los días más oscuros del siglo XX, pero que, ante lo visto, sigue más vigente que nunca.

En ese momento, Nacho Duato no hablaba solo como coreógrafo.

Hablaba como ciudadano.

Como artista comprometido.

Como alguien que se negó a seguir en silencio mientras el odio se normaliza en prime time.

Las reacciones fueron inmediatas.

Cientos de figuras del mundo artístico compartieron su vídeo.

Desde actores y directores, hasta escritores, músicos e incluso exministros de cultura.

“¡Qué grande, Nacho siempre!”, fue el mensaje más repetido.

Pero también hubo respuesta del otro lado.

Simpatizantes de Vox no tardaron en tildarlo de violento, intolerante, incitador.

Sin embargo, su mensaje estaba cargado de símbolos, no de amenazas.

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Su fuerza no residía en el tono, sino en la verdad que arrastraba como un vendaval.

Porque lo que Duato hizo no fue nuevo, aunque sí cada vez más raro: usó su visibilidad para denunciar.

Lo hizo como en su momento lo hicieron Víctor Jara con su guitarra, Pina Bausch con su cuerpo, o Lorca con su pluma.

El arte siempre ha sido trinchera cuando la política se vuelve barro.

Y en este caso, Duato sacó del escenario toda la energía de su cuerpo y la canalizó en una frase que cortó como cuchillo: “Cortarles los brazos para que dejen de robar.

” Duro, sí.

Pero ¿más duro que desear hundir un barco lleno de migrantes?

La ironía es brutal: mientras un líder político usa lenguaje colonial y racista para referirse a una ONG que salva vidas, es un coreógrafo quien se convierte en la voz que canaliza la dignidad colectiva.

Y eso, lejos de ser casual, es una señal.

El silencio ya no es opción.

La cultura no puede seguir callando frente a discursos que dinamitan los valores más básicos de humanidad.

Porque cuando se ataca a quienes salvan vidas, lo que está en juego no es una ideología, es la moral entera de una sociedad.

Y más allá del contenido simbólico, el vídeo demostró otro fenómeno revelador: el nuevo poder de las redes.

Hace una década, el mensaje de Duato habría quedado limitado a un círculo artístico.

Hoy, gracias a la viralidad, se convirtió en una respuesta global.

Artistas en Francia, Italia, Argentina y Alemania lo compartieron.

Y en cada rincón, el mensaje fue entendido igual: frente al odio, el arte no baja la cabeza.

La figura de Open Arms también cobró una fuerza inesperada.

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Lo que para Vox era un blanco fácil, para miles se transformó en el símbolo de una Europa que aún lucha por no traicionarse a sí misma.

Porque sí, ese barco tiene nombre.

Se llama Brazos Abiertos.

Y atacarlo con la violencia de un lenguaje colonial y excluyente, fue cruzar una línea.

Duato, sin ser político, sin representar ningún partido, fue quien se atrevió a trazar el límite.

Este choque entre Nacho Duato y Santiago Abascal no fue solo un intercambio de palabras.

Fue una colisión de mundos.

El del arte y el del poder.

El de la empatía y el del miedo.

El de quienes extienden la mano y el de quienes quieren cerrarla en un puño.

Que el mensaje haya durado solo 20 segundos no hace sino reforzar su impacto.

Porque a veces, la verdad solo necesita ser dicha una vez.

Y dicha con claridad.

Al final, lo que queda es una lección incómoda: la democracia no solo se defiende en las urnas o en los parlamentos.

También se defiende en los teatros, en los escenarios, en las redes, y sí, incluso en un vídeo grabado desde el móvil de un bailarín que se negó a seguir callando.

Porque si algo ha dejado claro Nacho Duato es que, ante el odio, la cultura también sabe golpear.

Y lo hace con la fuerza de quien no necesita gritar para hacerse oír.

El eco de su voz —esa que pidió cortar lenguas y brazos, no como castigo, sino como símbolo— sigue rebotando en todos los rincones donde aún se cree en la dignidad humana.

Y mientras algunos intentan minimizarlo, otros ya lo han entendido: cuando el arte se cansa de callar, el miedo cambia de bando.

Y eso… es exactamente lo que ocurrió aquí.