🔥¡Vergüenza nacional! Pablo Iglesias DESENMASCARA el discurso ultra que arrasa en redes y hunde a Ana Rosa 💥
En una sociedad cada vez más polarizada, la ultraderecha no solo avanza: arrasa.
Y lo más alarmante es cómo lo hace.
Wall Street Wolverine, ese influencer andorrano que no esconde su simpatía por Vox y su desprecio por todo lo que huela a derechos sociales, ha cruzado una nueva línea.
En su última perla, arremete contra los pensionistas, tachándolos de “colectivo más egoísta de España” y acusándolos de ser un “lastre para el país”.
Un ataque tan cruel como ignorante, que convierte a quienes trabajaron toda su vida en chivos expiatorios del colapso económico.
Pero esto no se queda ahí.
Este personaje que vive en el paraíso fiscal de Andorra, y que ha convertido su canal en una fábrica de odio, no duda en apuntar también contra inmigrantes, personas LGTBQ+ y cualquier colectivo vulnerable.
Lo preocupante no es solo que exista, sino que su mensaje está calando en miles de jóvenes, confundiendo el odio con valentía, y el fascismo con sentido común.
Y mientras tanto, los grandes medios callan, o peor: lo reproducen.
Afortunadamente, hay voces que no se callan.
Pablo Iglesias ha vuelto a decir lo que muchos piensan y pocos se atreven: que lo que estamos viviendo es un ascenso brutal del fascismo camuflado en discursos cool y patriotas de pacotilla.
En un durísimo alegato, el exvicepresidente desenmascaró el verdadero objetivo de esta ultraderecha 2.0: que los jóvenes vean como enemigos a los pensionistas, en vez de a los evasores fiscales, a los rentistas con ocho pisos, o a los que viven del sudor ajeno
mientras ondean la bandera de España desde un chalet en Andorra.
“Estos no son jóvenes, son ultraderechistas”, sentenció Iglesias.
Y tiene razón.
Lo que están intentando es desviar la rabia de la juventud hacia abajo, hacia los de siempre.
¿Por qué no hablar del 30% de paro juvenil? ¿Por qué no se indignan con los que heredan fortunas sin pagar impuestos? ¿Por qué no denuncian a quienes tienen salarios millonarios mientras despiden a cientos?
Y entonces, otra vez, aparece el nombre maldito: Ana Rosa Quintana.
Sí, la presentadora estrella de Mediaset que, según Iglesias, representa como nadie el rentismo disfrazado de periodismo.
Ocho pisos en propiedad, productora millonaria, y altavoz privilegiado para normalizar el discurso del miedo, la especulación y la criminalización de todo lo que huela a transformación social.
Pero claro, nombrarla en televisión es casi pecado.
Como si su nombre fuera intocable.
Pero el problema es aún más profundo.
En paralelo al auge de esta derecha mediática, se están normalizando discursos transfóbicos, homofóbicos y racistas.
En el programa de Cuatro, “En boca de todos”, se dio voz a personas que se mofan abiertamente del colectivo trans.
¿Consecuencias? Brutales agresiones como la ocurrida en Alcalá de Henares, donde una mujer trans fue apaleada salvajemente.
Las palabras tienen consecuencias.
Y el odio que se difunde desde un plató, desde una cuenta de Twitter o desde un canal de YouTube termina en violencia real.
Lo advirtió también el propio vídeo: si desde la izquierda no se defiende con fuerza a los colectivos vulnerables, si no se apoya a los pensionistas, si no se planta cara a estos fascistas con camiseta de marca y verbo agresivo, lo que nos espera es una sociedad más
injusta, más desigual y más violenta.
Pablo Iglesias, con todas sus contradicciones, lo ha vuelto a hacer: ha puesto el dedo en la llaga.
Ha recordado que el problema no es que la gente trabaje hasta los 72 por gusto, sino porque no les queda otra.
Que el sistema de pensiones no está quebrado, sino amenazado por quienes quieren trocearlo y vendérselo a fondos buitre.
Que cuando se dice que “no es sostenible”, en realidad se está preparando el terreno para el saqueo.
Y que, mientras tanto, influencers como Wall Street Wolverine se dedican a distraer la atención atacando al eslabón más débil.
Lo más triste es que muchos de estos mensajes se cuelan sin filtros en medios convencionales, que blanquean discursos transfóbicos, se callan ante las conspiraciones con Villarejo, y normalizan que se rían en prime time de personas trans.
Todo mientras se recortan derechos, se privatizan servicios y se condena a la miseria a millones.
La solución no es solo indignarse, es organizarse.
Militar, manifestarse, apoyar medios independientes, construir una contranarrativa.
Porque el fascismo ya no lleva botas, ahora lleva micrófonos, cámaras y patrocinadores.
Y si no despertamos, pronto será demasiado tarde.
El mensaje es claro: si no frenamos esta ola de odio, nos arrasará.
Como dijo Iglesias, no es que estos influencers representen a los jóvenes.
Es que quieren que los jóvenes se conviertan en ellos.
¿Lo vamos a permitir?
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