💥 Puente VS Page: Insultos, abucheos y veto interno REVIENTAN al PSOE desde dentro🔥

El Partido Socialista Obrero Español atraviesa uno de sus momentos más tensos y explosivos de las últimas décadas.

La reciente reunión del Comité Federal, que debía ser un espacio de debate estratégico, se convirtió en una batalla campal política entre dos pesos pesados del partido: el ministro de Transportes, Óscar Puente, y

el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.

El resultado ha sido un terremoto interno que ha sacado a la luz todas las grietas, rencores y traiciones que Ferraz ya no puede esconder.

Todo comenzó con una intervención crítica de Page, como ya es habitual en él.

Denunció la “dependencia tóxica” del Gobierno de Sánchez respecto a los partidos independentistas, cuestionó la legitimidad del Ejecutivo si no recupera la confianza parlamentaria sin “chantajes” y sugirió que si

la situación no cambia, Sánchez debería convocar elecciones.

Un dardo directo al corazón del sanchismo que no fue recibido en silencio.

La respuesta llegó con pólvora.

Óscar Puente, visiblemente alterado, pidió la palabra y no se anduvo con rodeos.

Acusó a Page de cinismo, deslealtad y oportunismo.

Lo llamó “hipócrita” delante de todo el Comité Federal.

Los aplausos de algunos y la incomodidad de muchos reflejaron lo que ya era imposible de ocultar: el PSOE está roto por dentro.

Pero el verdadero escándalo llegó después.

Cuando García-Page, como es costumbre en estos foros internos, pidió responder al ataque directo, la dirección del partido le negó la palabra.

Una decisión que muchos han calificado como autoritaria, antidemocrática y humillante para un presidente autonómico que gobierna con mayoría absoluta.

¿Desde cuándo se censura en la casa de la socialdemocracia?

Este gesto ha dejado a buena parte del partido en estado de shock.

Incluso dirigentes que no comparten las ideas de Page han manifestado en privado su indignación por la falta de respeto al debate interno.

Se escucharon murmullos como “¿Dónde queda la democracia si no puedes responder ni siquiera a un insulto en tu propio partido?”.

La escena dejó claro que en el PSOE ya no hay espacio para el disenso.

Y mientras la cúpula intenta minimizar el enfrentamiento, las bases empiezan a hervir.

En agrupaciones locales, redes internas y chats militantes, el tema de conversación es uno solo: ¿qué le está pasando al PSOE? ¿En qué momento pasó de ser un partido plural a un aparato cerrado donde se castiga

al que discrepa?

Lo ocurrido con Puente y Page no es un caso aislado.

Viene precedido por un patrón cada vez más evidente: purgas suaves, silencios forzados y alineamientos sin matices.

A quien cuestiona, se le aparta; a quien obedece, se le promociona.

Lo que en otros tiempos fue considerado sano debate, ahora es tratado como una amenaza.

Y eso está desangrando al PSOE desde dentro.

Page, lejos de retractarse, ha seguido firme en su postura.

Considera que el partido está perdiendo sus raíces, que se ha rendido ante los independentistas y que necesita recuperar el alma socialdemócrata que lo hizo grande.

Aunque sus palabras duelan, está diciendo lo que una parte del electorado y de la militancia piensa, pero no se atreve a decir.

Óscar Puente, por su parte, ha adoptado el rol de látigo oficial del sanchismo.

En redes, en ruedas de prensa y en intervenciones públicas, su estilo es claro: confrontación, contundencia y cero tolerancia a la crítica interna.

Para algunos, un escudero leal.

Para otros, el rostro más autoritario de un partido que ya no admite ni media voz discordante.

La escena en el Comité Federal, con abucheos a Page por parte de militantes sanchistas a la entrada del acto, fue la guinda del pastel.

“¡Fuera! ¡Miserable!”, le gritaron algunos.

Ver a un presidente socialista ser recibido como un apestado por su propio partido no solo es inédito, es un síntoma gravísimo de la división interna.

El PSOE está fracturado no solo en la cúpula, sino también en las bases.

Todo esto ocurre, además, en un contexto de máxima fragilidad.

El Gobierno está rodeado de escándalos como el caso Coldo, las sospechas sobre el entorno de Sánchez y una creciente desconfianza por parte de la opinión pública.

En ese clima, callar a Page no fortalece al PSOE: lo debilita aún más.

Porque el problema no es que alguien critique.

El verdadero problema es que nadie pueda responder.

Y la derecha, como era de esperar, ya se frota las manos.

Vox y PP han utilizado el enfrentamiento interno para alimentar su narrativa de un gobierno débil y dividido.

Con cada vídeo viral del cruce Puente-Page, la derecha gana puntos en la calle mientras el PSOE se consume en sus propias llamas.

Un lujo que los socialistas no se pueden permitir si quieren seguir gobernando.

El dilema es profundo.

¿Puede un partido sobrevivir sin permitir el debate? ¿Puede mantener la unidad a base de silencios forzados y exclusión? Si el PSOE no reacciona pronto, si no reconstruye sus puentes internos, si no recupera el

respeto por la pluralidad, está condenado a romperse por dentro.

Y cuando eso pase, será demasiado tarde.

Esta no es una simple bronca entre dos figuras.

Es la expresión de dos modelos de partido enfrentados: el del pensamiento único frente al de la diversidad política; el del poder centralizado frente al del equilibrio territorial; el del mando vertical frente a la

deliberación colectiva.

El PSOE está ante una encrucijada histórica.

Si no escoge bien, puede convertirse en otro gigante con pies de barro.

García-Page ha lanzado el desafío.

Puente ha respondido con fuego.

Ahora la pelota está en el tejado de Pedro Sánchez.

¿Seguirá ignorando las señales de alarma? ¿O decidirá abrir las puertas del partido a un debate real, plural y sin miedo? Lo que está en juego no es solo el futuro de dos líderes: es el alma misma del socialismo

español.